H enciclopedia 
es administrada por
Sandra López Desivo

© 1999 - 2013
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



QUEJAS - CAMBALACHE -

Llanto general*

Carlos Rehermann

Lo interesante de las quejas es que son directamente proporcionales al bienestar del quejoso. En Somalia los ojos serenos de los niños condenados a morir de hambre no son capaces de quejarse. En Bélgica, los abdómenes hipertrofiados emiten quejas porque no se les permite aumentar las emisiones de clorofluorocarbonos; van a tener que usar equipos de aire acondicionado más caros en sus automóviles
Nadie habrá dejado de observar que nos encontramos en una situación desesperada. Donde quiera uno mirar, encuentra alguien que se queja. No ha de creerse que esto es precisamente eso, sino todo lo contrario. En el fondo, y puestos a pensar sinceramente en el asunto, tanto si fuera una queja como si no, se trata de lo mismo: si no me quejo de las quejas, apruebo las quejas, y si me quejo, ya me quejé: no hay salida.

Lo interesante de las quejas es que son directamente proporcionales al bienestar del quejoso. En Somalia los ojos serenos de los niños condenados a morir de hambre no son capaces de quejarse. En Bélgica, los abdómenes hipertrofiados de los protestones emiten quejas porque no se les permite aumentar las emisiones de clorofluorocarbonos, motivo por el cual van a tener que usar equipos de aire acondicionado más caros en sus automóviles.

La queja se oficializa con el progreso: oficinas donde los consumidores pueden presentar sus demandas, formularios especialmente diseñados para la queja, hasta cargos de defensores del pueblo, especies de procesadores aceitados de quejas que no hacen más que poner de manifiesto que con el avance de la civilización la justicia no alcanza y se hace necesario establecer nuevas quejedurías. El tono general de esta columna ha sido generalmente quejumbroso, carácter del que no escapa casi ningún crítico de cualquier área de la cultura. Es cierto que últimamente se escucha cierto beneplácito por la abundancia de actividades culturales que hay en nuestro país, etcétera.

Sin embargo, se trata de un subterfugio, un engorde para carnear con más beneficio: no ha de tardar el momento en que comiencen a arreciar las quejas, entonces con una inercia aumentada por el desnivel producido por el exceso de elogios. El editorial de un periódico publicó recientemente una queja cultural, presumiblemente escrita por un quejica profesional, donde se lamentaba la falta de gerentes de cultura en nuestro país, dispuestos a sustituir a los veteranos que ahora ocupan esos puestos: indicio cierto de una próxima arremetida de quejas.

Por otra parte, ya lo dijo San Cipriano, hace poco más de mil seiscientos años: el mundo va de mal en peor, y el fin de los tiempos se aproximaría. O aquel faraón de la XVII dinastía, cuyo nombre lamento no recordar, que se quejaba de la inconstancia de la juventud perdida, sin futuro ni esperanzas. Como puede verse, hasta podemos quejarnos de la larga tradición de quejas de la humanidad.

Pero sinceramente, ¿alguien discrepa con Discépolo? Cambalache debería ser himno internacional de la humanidad, tal es su capacidad de aunar la autoironía de la queja con la denuncia ilevantable del desastre planetario. Lo increíble de esta humanidad irrepetible es la capacidad de ir de mal en peor durante milenios, de producir generaciones de jóvenes sin esperanzas, de seguir quejándose y no hacer nada, y quejarse de que las quejas no producen efectos y de todas maneras sobrevivir y seguir inventando formas de estropear las cosas y nuevos métodos de queja y lamentación.

Así, pues, no pueden caber las dudas: la queja es parte esencial del ser humano, está entretejida en su esencia, y lamentablemente no vamos a poder encontrar el gen responsable de su existencia. Una lástima.

* Publicado originalmente en Insomnia
VOLVER AL AUTOR

             

Google


web

H enciclopedia