El juego de ingenio de los mensajes del asesino serial de Seven,
de David Fincher: crípticos, minuciosos, inencontrables,
están regidos por un patrón que sólo el
homicida domina, pero que, sin embargo, quiere dar a conocer,
dejando pistas que finalmente componen su propósito.
Es la ausencia de comunión
de sentido, donde las reglas de juego no son compartidas. En
ese agujero de sentido, él irrumpe con un juego para el
cual crea las reglas, las inventa, las practica, las oculta:
la inclusión de nuevos principios, es la forma que rige
la gestación de un nuevo ambiente, un mundo: es como desdoblar
una tela, para volver a doblarla, pero de otro modo, con otros
criterios. No hay legibilidad, no hay reconocimiento, no hay
huellas.
El killer se quita
la piel de la punta de los dedos para no dejar huellas digitales,
para no existir en este lado del mundo, para no ser legible, como
sus mensajes: graffitis
imperceptibles, escritos crípticos en superficies inusuales,
detrás de un refrigerador, detrás de un cuadro,
borrados y vueltos a borrar. En la suspensión de reglas
evoluciona el barroco: se sumerge en su propia invención,
en su propia circularidad, la de sus propias reglas, en una autorreferencialidad
compleja que se exterioriza parcialmente, que no deja ver la totalidad,
la visión de conjunto, pero que aun así refiere
a cosas concretas, de este mundo, y de la literatura:
las sagradas escrituras, los pecados, y también los pecadores.
El ocultamiento es
parte del juego, o mejor, todo el juego.
El barroco enloquece
al intérprete por el exceso de envoltorios. John Doe crea
su nueva ley con la suficiencia
de un demiurgo minucioso y estricto, ley para la que cierta literatura
clásica podrá funcionar como recurso de interpretación,
y revelar algo: la guía es Dante, Milton, Chaucer, la
Biblia. Una arquitectura mística cuyos principios nadie
verá hasta el final, cuya lógica inexorable nadie
comprenderá hasta que sea un acto, una concatenación
ritual que definitivamente será parte de este mundo, en
su totalidad de hecho y de concepto.
Los crímenes
y el estilo de los crímenes serán su obra, la sustancia
terrenal de su humilde y divina misión. Los detectives
caerán en la trampa. Cuando logran descifrar las reglas,
ya es tarde. "Aún no se ve el acto completo. Pero
cuando esté terminado, será... La gente apenas
podrá comprenderlo. Pero no podrá negarlo."
(John Doe).
A las 07.00 PM la escena estará concluída: un solo
hombre creó las reglas para decidir el destino de otro,
de otros, de sí mismo. Descifrarlas es ya haber entrado
en su mundo.
[Diciembre/1998]
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