Simi.
Todo
simula que se estará en una dimensión de lo cinematográfico, debería
decirlo de otro modo, decir que es de otras maneras de acoger lo que
queda en la mirada del otro, la escucha en la mirada, la
espacialidad de lo otro dejado y retomado en el lance de escrituras
y textos expuestos y contrapunteándose unos a otros al momento de
hacerse visibles, leíbles, recibidos en el lenguaje del otro, desde
su mirada o su escucha, de lo que involucra la una en la otra y
también lo que las distancia, del otro ver, del verse, del ser
visto, del ser raptado en la mirada, del ser rehén en el ojo fílmico
que captura y se lleva el instante, lo reproduce en una fidelidad
tal que luz y materia se diluyen en la luminosidad inasible del
plasma que sostiene la obra, la película, el film y su movimiento.
Debería
decirlo casi a la manera de un alquimista barroco, decirlo en la
complejidad simple de lo indecible, pero no, las imágenes que ahora
se mueven en esta escena –desde el texto y desde la imagen en
movimiento que se proyectan acompañando este texto, estas imágenes
crean y mueven otra posible escucha en la
lectura a seguir, lectura
claro esta, que no deja de ser como la invitación a entrar en salas
oscuras, en un juego de fantasmas en salas oscuras, salvo que las
palabras y las miradas hablan, juegan en la lengua diluyéndose entre
espacios.
Como si
cada hoja fuera una manera de hacer cine, de jugar con fantasmas,
entre fantasmas, entre modos y claves para hacer de la escena
imaginaria/imaginada una entre otras, entre el espectro de una
escritura que excede el peso de lo expuesto y el velo fílmico en el
cual se intenta contarla con el vuelo de la escritura y las palabras
en derredor de la cabeza, escritura de la cual salen y asaltan
imágenes, letras y lecturas que de una a otra orilla, de uno a otro
lector, de uno a otro cuerpo, de una zona de sueño a una región en
sueños teje su farmacia.
Escritura fílmica, excritura que se dirige al que aquí nos acoge
entre vocablos, se proyecta en él y le entrega a las imágenes que
entre niebla y tierra se producen, como si la pantalla telúrica de
la tierra hiciera amistad con el canto neblinoso del hombre que
viaja entre cielo y tierra, como si este movimiento de la escritura
en el cine, de la cinematografía hiciera una alianza entre el
amigo que se deja filmar entre palabras y las palabras que lo
desdoblan infinitamente
El texto
juega con la escritura fílmica, se dirige a la excritura en los
cuerpos, esos:
“…“cuerpos escritos” –incisos, grabados, tatuados, cicatrizados- son
cuerpos preciosos, preservados, reservados como los códigos cuyos
engramas gloriosos son: pero en fin no es el cuerpo moderno, no es
ese cuerpo que nosotros hemos arrojado, ahí, delante de nosotros, y
que viene a nosotros, desnudo, solamente desnudo y de antemano
excrito de toda escritura.
La
excripción de nuestro cuerpo, he ahí por donde primeramente hay
que pasar. Su inscripción-afuera, su puesta fuera de texto como el
movimiento mas propio de su texto: el texto abandonado, dejado sobre
su limite”.[i]
Excripción/y expiación de los cuerpos escritos de historias y
salidos de su historia, sensibilidades cuya mirada recibe al otro
que aquí nos recoge entre vocablos, se proyecta en él y si diluye en
las imágenes que entre niebla y tierra se producen, como si la
pantalla telúrica de la tierra hiciera amistad con el canto
neblinoso del hombre que viaja entre cielo y tierra, como si este se
hiciera el amigo que se deja filmar en las palabras:
¿Y
cómo filmar las palabras, que se conviertan en imágenes, que sean
inseparables del cuerpo, no sólo de la persona que las dice, sino
del cuerpo, del conjunto icónico, y que sin embargo sigan siendo
palabras, con su sonoridad, el tono, el tiempo que les es propio?
Estas palabras a veces pueden ser arrancadas en una improvisación, o
bien leídas, ya que hay algunos pasajes que son leídos por el actor,
o legibles, sobre un cartel callejero. Los lugares jamás son
identificados, se funden unos con otros, se reparten los rasgos que
tienen en común el sur de California, España, Argelia, lugares
litorales meridionales; y el único momento en que se los puede
identificar por un nombre propio, es algo que se lee en silencio,
sobre un cartel de la calle. Es una experiencia que se pretende como
propiamente cinematográfica, y que no sacrifica sin embargo el
discurso sometido a la ley fílmica.[ii]
Filmación de una escena con múltiples posibilidades de acogida en la
mirada, entre el roce siempre inacabado de lo mirado y la
singularidad de lo visto que ya no engloba al otro, que lo deja en
su derecho de mirada, a flor de piel, expuesto a flor de piel, una
mirada diseminándose en la otra, en la singularidad de lo visto y
aquello que el habla rosa en la palabra, en el decir, en el
exponerse y tomar riesgos en la lengua que viene:
“seria
necesario que por lengua por venir entendiéramos no solamente lengua
futura, sino lengua apta para convertirse ella misma en
acontecimiento o para producir acontecimientos aptos para venir o
para hacer venir o dejar venir.”[iii]
Lengua
cuyo acontecer en el cine desdobla sus imágenes e interrumpe la
mirada en la cual se sostenía el hilo conductor de una historia,
lengua pronunciada entre fantasmas y espectros, entre sonidos
espectrales y sonoridades fantasmales, abriéndose a sus posibles
conjugaciones, en todas y cada una de las mutaciones, aperturas y
variables que la lengua deja entre imagen y sonido, cuando el cuerpo
al hablar se incorpora y muta en la pantalla, cuando es el otro
comunicándose en una lengua de la lejanía, en un tiempo y espacio
sin tiempo, una memoria “registrada virtualmente”[iv]
o una “memoria viva” que viene a interrumpir el monologo de quien
les escribe. Memoria cuyo registro ahora juega con las poses, las
posiciones, los poseídos, las desposesiones, la sesión para poseer,
para ser poseído, para encarnar en un actor, un autor otra lengua,
para personalizarse o personificar el texto, el guión, la obra
literaria o ficcional representada, desde ya, en las imágenes
salidas como capullos de mariposas, imágenes copulando unas con
otras en un lenguaje de imágenes que es propio del cine y que lo
excede, lenguaje que se ha de deslizar en ciertos actuantes, en
ciertos personares que, siendo en el campo cinemático una
parte del movimiento filuminíco, pueden y no estar de cuerpo
presente, ausentes o abiertos.
“abierto” no es simplemente y ante todo generosidad, amplitud en la
hospitalidad y largueza en el don, sino en principio la condición de
coexistencia de singularidades finitas, entre las cuales – a lo
largo, al borde, en los límites, entre “afuera” y “adentro” circula
infinitamente la posibilidad de sentido.”[v]
Abierto[vi]
en la lengua y emergiendo fuera del texto, audiovisual, sonoro o gramatofónico, en la sonoridad de vocablos que desposeen al actor y
lo deslizan en una dimensión cuya resonancia de escuchas exige una
escucha en lo inaudito, siempre inaudito, capaz de interrumpir el
velo de la pasión que llega en el cuerpo de un extranjero, capaz de
estar fuera del texto, del cuerpo, del instante en el cual el
extranjero llega y lo recibo mas allá de sus imágenes posibles,
imágenes que a la vez son posible de deslizarse por la escritura, de
lo escrito llevado a escena, filmado, puesto a la disposición de una
cámara que rapta y mueve la duración de la imagen desplazándola tan
solo en la brevedad de la apertura entre habla, memoria y escritura.
En esta
brevedad del habla, el actor llega en la voz que le comanda, ¿Pero
qué, cuál actor?, el espacio se abre cuando el autor es actor de una
lejanía, cuando él se vuelve intangible y es desde esa posibilidad
que la escena filmada se desdobla en infinitas posibilidades de
escuchas, de lecturas, de visiones, de movimientos entre una lengua
y otra, porque al hablar del cine, al dialogar con sus fantasmas,
también se habla de esas memorias registradas virtualmente, las
cuales llegan a denunciar el mundo que en ocasiones se niega ser
visto.
En este
querer mirar y escuchar el espacio de silencios que llevan las
comunidades desplazadas, llegan esas voces, pasan, se quedan, se
van, aquí, en esta región de escuchas posibles, awas, kuaiqueres,
cofánes, emberas, nukaks, comunidades movidas de su lugar materno,
lanzadas en un mundo en el cual poco o casi nada saben de los mundos
que animan en su lengua, caminan en medio de una región que es
desplazada no solo físicamente, sino en donde es negada su lengua,
su cultura, su manera de habitar la tierra.
En este
movimiento que la historia registra visualmente: ¿como entender y
traducir lo indecible y lo intangible llevado por esas comunidades?,
en nombre de que nacionalismos o patriotismos se alimenta la
negación del otro, su lengua, su diferencia, se posiciona un espacio
y una cultura de habla dominante, la cual instaura la colonización
del otro por vía de la negación de la palabra del otro cuando a este
se quiere colonizarlo, aunque lo haya dejado todo, aunque su cuerpo
sea una errancia que va de un lugar a otro olvidando poco a poco su
lengua, aprendiendo otra, entregándose a la ley de reparación que le
niega una historia y un duelo, historia de una herida en la cual ver
morir al prójimo es y se hace un peso en el camino.
Cómo
entender que toda cultura es colonial, cómo leer esta afirmación sin
alimentar los ecos de una soberanía en la cual el otro ha de ser
negado:
“toda
cultura es colonial, toda cultura empieza por una violencia, impone
una lengua. No hace falta referirse a las formas modernas del
colonialismo, podemos remontarnos mas allá. Porque la lengua se
impone, la lengua siempre la impone el mas fuerte; incluso dentro de
la misma lengua, dentro de un sistema lingüístico –decimos, por
ejemplo, el español o el francés o el griego-, hay una imposición de
los mas fuertes. Nietzsche lo explico muy bien: ser fuerte consiste,
o bien en imponer su lengua a alguien que no habla esta lengua, o
bien, dentro de la misma lengua, imponer un modo de hablar, nombres,
normas, una retórica. Y la fuerza es esto, es así como se reconoce.”[vii]
Colonización que nos cuestiona y lleva a una ruptura con la ley que
domina e impera en su ficción al momento de hablar, de enseñarse en
el habla, porque lejos de esa ley de dominio, en los silencios que
la lengua lleva, puedo comprender de otra manera que al hablarte, al
decirte que he sido palabra recibiéndose incesantemente en ti, al
realizar este movimiento puedo afirmar que “sin tocarte te he
tocado” “sin tocarte me has tocado”, has llegado con tus mundos de
lejanía y proximidad, con esa tierra la cual andas descalzo, con esa
arena de los tiempos diseminada en tu mirar, ese mirar a flor de
piel, ese mirar que me toca, que me invita a recibirte en tu lengua,
en lo que llega en tu lengua, en ese cuerpo excrito que se ha movido
desde la tierra madre en la cual habías nacido.
En la
lengua que llevas, en tu traje de colores y los mitos que pasan por
la voz de tu cuerpo, puedo sentir que he llegado a ti, en el vértigo
de cuanto nombras y dejas que en ti se nombre, aunque resurjas de
una marejada dada por ideas o pensamientos que quieren negarte, o
simplemente atravieses con tu voz esa región sin tregua donde han
escrito tu cuerpo con un memoria que no es la tuya, una memoria que
quiere invadir y colonizar tu lengua, y que sabes es imposible de
realizarse.
Y ahora
hablas, cuentas en tu lengua las historias de tus nacimientos,
hablas del viento en tu lengua:
“Waira es un viento, un halito entre dos o más universos, es el
viento del soplo o yachay con el cual se da en nacimiento o con el
cual se mueven las fuerzas de la vida y de la transformación, es el
soplo que mueve las aguas o COCHAS en donde el espíritu del
agua-madre reposa y se hace liquides encantada en la vida de quien
camina estas regiones. Esas aguas inmemoriales, esas aguas de
encanto se convierten en saberes y conocimientos para las
comunidades, pasan del movimiento del agua a la palpitación de las
manos al sembrarse en la tierra, de la naturaleza y sus cantos al
hombre y sus sendas, en la experiencia que deja el transitar por
otras regiones, por el latir de la tierra y el conocimiento de las
plantas-espíritus que se han sembrado como memorias vivas en el
interior de la tierra. Esos saberes se diluyen en los sueños o a
través de las plantas espíritu que se beben en días de chuma, de
embriagues entre la naturaleza y el corazón del runa andino. El agua
de las plantas lleva el saber de la tierra y de quienes en ella han
tomado descanso, cuando alguien bebe de esas aguas, la fuerza
interna, su Jankay, se anima otramente, toma la fuera necesaria para
la labor del día o minka´y, y para el descanso de la noche o puñu.
Esa otra noche constelada en la cual se rememora la simplicidad de
la vida, la alianza entre el hombre y la naturaleza, y entre estos:
el misterio del universo, del misterio que es senda y búsqueda en la
intimidad del canto y la voz con la cual se comunica un saber, otro
saber, incontenible e intangible, que ha de compartirse a las
comunidades por venir”
Escuchas
esas historias y quisieras darle un sentido a esta historia de vidas
y lenguas colonizadas, pero
“No,
nada esta aquí disponible: no trates de apoderarte de un sentido de
esta vida finita, no trates de tocar ni de retener lo que
esencialmente se aleja y, alejándose, te toca por su misma distancia
(en los dos sentidos de la expresión: te toca desde y con su
distancia) como lo que, al frustrar definitivamente tu espera, hace
surgir ante ti, para ti, aquello mismo que no surge, aquello de lo
que la surección o la insurrección es una gloria que no responde a
tu mano tendida y la aparta.[viii]
Posición, disposición, indisposición de una mirada que ha sido
tocada, de imágenes que llegan y asaltan como si fueran a dejar una
huella imborrable en la memoria la cual recibes con sumo cuidado,
imágenes de victimas y guerras, en la cantidad infinita de posibles
conjugaciones de estas, imágenes creadas para darle sentido a un
conflicto de arme y desarme de bandos siempre dispuestos a su imagen
y semejanza, a la totalidad que niega la diferencia y singularidad
que el derecho de mirada nos da, permite y cuestiona. Porque mirar
no sería englobar o permear de discursos la imagen presente, quizás
mirar sería exceder el sentido político y económico que la
mediatización televisiva dada alrededor del desplazamiento oferta, y
en donde se tejen identidades y modos de colonialismo bajo el peso
de los “efectos perversos de una dominación”.
“Como
sabemos demasiado bien , el pavoroso recurso a lo dado de una
comunidad no cesa de desencadenar masacres que parecen organizadas
dentro de un orden mundial cuyos efectos de derecho, cuando no
simplemente impotentes, pueden valer a justo titulo como efectos
perversos de una dominación sin rostro que mueve unas contra otras
las supuestas identidades.”[ix]
Intento
de dominación sin rostro visible o de un rostro demasiado visto,
rostro que por vía de los discursos nacionales o nacionalistas busca
instaurar un velo histórico en el cual se impone la mal llamada
“política de seguridad nacional”, política que busca mirar al otro
en la idea de dominio y gobierno, política cuyo sentido esta e no
tenerlo por excesos de evidencia. Y como creer que se mirará lo
mismo, que se debería de dirigir los ojos hacia el mismo punto para
legalizar en el otro una lengua de miradas, como creer posible eso
si ahora, incluso desde aquí, desde este sitio donde se mueven
imágenes, y rememoran sucesos en la distancia, en frente, uno del
otro, ya no somos en el lugar, somos distancias, nos llevamos en la
palabra, nos lanzamos de un lugar a otro, de una a otra imagen, de
una a otra escucha, en este movimiento donde voy y te llevo, vas y
me llevas, los dos vamos y retornamos cada ves mas distantes,
siempre mas lejanos, con una palabra y una lejanía que viene desde
la proximidad con lo desconocido que llevas y te llevas, que llevas,
que te lleva y en lo cual me acoges, recibes, das la bienvenida, me
haces y deshaces hasta volverme extranjero del lugar en el cual
somos recibidos, en la distancia del cuerpo, del texto, de este no
vernos y sin embargo tocarnos, deslizarnos entre miradas, entre
aquello que vemos y nos excede en la mirada, aunque claro aquí:
“Tú ves,
pero esta vista no es, no puede ser un tocar, si el tocar mismo
debiera figurar la inmediatez de una presencia; tú ves lo que no
está presente, tocas lo intocable que se mantiene fuera del alcance
de tus manos, igual que aquel que ves delante de ti deja ya este
lugar del encuentro”.[x]
Ves, y
al ver te alejas, vas donde ya no voy, sales de aquí en la distancia
que tu ver teje, en la distancia que tu mano palpa, me llevas y sin
embargo otro rumbo ha sido dado entre nuestras manos, no podría
tocar ni tocarte en cuanto me hablas, porque tu lengua siempre me
excede, y mi habla será una región de escuchas en las cuales seré
extranjero en cada vocablo que pronuncio y pronuncias, extranjero
hasta el punto de creer que esto sólo era una sala oscura de
fantasmas volando por nuestras cabezas, sala de una casa y morada
cuya puerta es chakana de hablas inmemoriales que llegaban a
tocarte.
Ahora
bien,
[xi]acercarse
en aquello que se dispone para crear una imagen, intentar soportarse
en eso para dar en movimiento una imagen, para acercarla un poco
más, siempre un poco mas, no puede dejar de ser juego audiovisual,
sonoro y de refracción, juego de imágenes dobles en movilidad
suspendida, movilidad hecha ver otro, o simple simulación en video
que nos cuestiona, en ese otro ver otro que removería esa suerte de
enquistamiento de imágenes en un tiempo y espacio limitado a la
contemplación de la imagen, ver otro que distaría de aquello que
excede y aproxima lo mas acá de lo visible, una imagen, un
movimiento “en” imágenes que:
“quiere
alzarse a la medida de la fuerza deslumbradora y el estruendo
silencioso en el que surge.”[xii]
Ver[xiii]
otro que ahora se aleja del movimiento tanático que llevan las
imágenes en movimiento, los encuadres en movimiento dados por la
farmacia televisiva, sobre todo las imágenes de este panorama
nacional en donde el fantasma de la fuerza del soberano se hace
mandato y narcótico para dominar al otro, para simular
una lengua del orden y la ley, lengua esencial y policiva que
enquista y devora la posibilidad de ir mas allá de la ley del
soberano, lengua que no solo desplaza comunidades, sino que también
las va negando en la negua de quienes las reciben.
Sin
embargo, frente a este movimiento esencialista de dominio del otro
por vía de una lengua que se quiere imponer a otras, acontecen
aquellas voces en donde el discurso de dominio pierde su pesadez,
puede ser escuchado, tocado y mirado desde otros lados, sin
esencialismos, sin movimientos generacionales ni iniciaciones
particulares de un modo de habla; frente a este movimiento de
imágenes esenciales, en el monolongüísmo del otro puedo entender
como:
“La
lengua es monologante; lo cual no quiere decir que sea solitaria, y
que no consigamos salir de ella, sino que, incluso cuando salimos de
ella, aún tenemos que hablar para hacerlo y, paradójicamente, éste
es el parapeto contra la esencialización: que no tengo un punto de
vista lingüístico sobre la lengua que sea trascendente a la lengua.
La lengua esta atrapada en la lengua; en fin, el discurso sobre la
lengua esta atrapado en la lengua y, por lo tanto, no se deja
esencializar.”[xiv]
Aquí,
ahí, lugar de la escucha en la cual el otro se interrumpe, nos
interrumpe, porque la voz del otro es acontecimiento, habla desde
una región inaudita en la cual otras voces se abren, aquí, ahí, el
otro dice:
“Soy
monolingüe.” Mi monolingüismo mora en mí y lo llamo mi morada; lo
siento como tal, permanezco en él y lo habito. Me habita. El
monolingüismo en el que respiro, incluso, es para mí el elemento. No
un elemento natural, no la transparencia del éter, sino un medio
absoluto. Insuperable, indiscutible: no puedo
recusarlo más que al atestiguar su omnipresencia en mí. Me habrá
precedido desde siempre. Soy yo. Ese monolingüismo, para mí, soy yo.
Eso no quiere decir, sobre todo no quiere decir -no vayas a
creerlo-, que soy una figura alegórica de este animal o esta verdad,
el monolingüismo. Pero fuera de él yo no sería yo mismo. Me
constituye, me dicta hasta la ipsidad de todo, me prescribe,
también, una soledad monacal, como si estuviera comprometido por
unos votos anteriores incluso a que aprendiese a hablar. Ese
solipsismo inagotable soy yo antes que yo. Permanentemente.”[xv]
Archianimalidad del habla, entre esas “voces plurales de los
seres singulares” con la cual alguna vez fuimos interrumpidos,
diferidos, llevados en la diferencia dada entre imagen y gesto,
entre las voces de la voz y aquello que
“el
dialogo ahí ya sólo se deja escuchar como la comunicación de la
incomunicable, singularidad/comunidad. Ahí ya no escucho (ya no
esencialmente) lo que el otro quiere decir(me), sino que
escucho que el otro, o un otro, habla, y que hay una
archi-articulación esencial de la voz y de las voces que constituye
el ser en común mismo: la voz es siempre en si
misma articulada (diferente de si misma, difiriéndose ella misma), y
es por eso por lo que no hay la voz, sino las voces plurales de los
seres singulares.”[xvi]
Voces
singulares que dejan escuchar al otro que desde esa región de
escuchas llega.
La voz
de los que no podían tener voz porque, eran voces negadas, voces que
iban diluyéndose y abriéndose unas en otras, contando relatos
venidos desde el fondo de milenios: “himnos de ultra memoria
contra la memoria embrujada”[xvii]
memoria del desierto y de la selva, ese otro desierto, esa otra
selva o Monte del cual se escucha el copular de las constelaciones
en el rostro de los hombres, la arena de los tiempos diseminándose
en el pliegue de las líneas de la mano, en una ilimitable
conjugación de tiempos de habla, de cantos, de rumores de voces
levantándose en y desde el fondo de la tierra, levantamiento sísmico
de voces cuyas implicaciones políticas iban directamente a la
escucha de la alteridad de la voz en el otro, sus mundos develados,
sus cantos puestos en escena, sus voces comunicando saberes
inaprensibles e inasibles, voces que se hacen un llamado a la
singularidad, a la libertad del otro en la desmesura de la orden
impuesta entre “el bien y sus limites”[xviii], un llamado a una re-volución cuyos efectos no se permean por el
sentido de un ideal de supremacía o bajo la sombra y el espectro de
una voz que comande el porvenir de una comunidad, porque, en otra
distancia y en nombre de la amistad, del otro en la desmesura de su
habla, en las voces que viene a su encuentro:
“se
produce ahí, efectivamente, algo así como un levantamiento del
suelo, y querríamos percibir sus ondas sísmicas, de alguna manera,
la figura geológica de una revolución política más discreta pero no
menos trastornadora que las revoluciones identificadas bajo ese
nombre, una revolución, quizá, de lo político. Una revolución
sísmica en el concepto político de la amistad que hemos heredado.”[xix]
Revolución sísmica llegando a la voz de quienes danzan con el canto
de “la comunidad de los que no tienen comunidad”:
“la
comunidad del mito interrumpido, es decir, la comunidad que es en un
sentido sin comunidad” “la comunidad sin comunidad es un por venir
en el sentido de que viene siempre, sin cesar, en el seno de toda
colectividad (y es porque no cesa de venir ahí por lo que resiste
ahí sin fin a la colectividad misma tanto como al individuo).
[xx]
Que
viene, viene siempre y cuyo movimiento incesante va propiciando
aquello que se ha propuesto como:
“la
comunidad anacorética de los que aman alejarse”[xxi]
Amar en
la lejanía, en el otro que ausente llega y se mueve en la
espacialidad del mundo contado y relatado a la soledad del otro,
mundo y apertura de mundos en la separación de lo singular que cada
uno porta y soporta, en la retirada del mundo al cual se han
entregado, en el cual aman la pasión de sus escuchas, porque ellos
son ahora alteridad de palabras moviéndose las unas en las otras,
desgarrando el velo de los significados para reinventar el universo
de vocablos con el cual pueden comunicarse, poner en común aquello
en lo cual sus diferencias se revelan, muestran la subversión del
orden establecido en nombre de la amistad, la soledad y el amigo que
te escucha y deja ir en la palabra.
Quizás
sea en otro lado en el cual puedo escucharte, oírte, en la
seda/senda o telar que filtra tiempos de escucha y de visión en la
diseminación de los límites que bajo el nombre de la amistad se
tejen:
“la
invitación os viene de aquellos que no aman mas que separándose a
lo lejos. No es eso todo lo que aman pero no aman el amor, no
aman amar, de amor o de amistad, a no ser con la condición de esa
retirada. Aquellos que no aman a no ser desligándose de esa manera
son amigos intratables de la singularidad solitaria. Os invitan a
entrar en esta comunidad de la desligadura social, que no es
necesariamente una sociedad secreta, una conjuración, la partición
oculta de un saber esotérico o criptopoético. El pensamiento clásico
del secreto pertenece a un pensamiento de la comunidad, de la
solidaridad o de la secta, de la iniciación o del espacio privado
que representa aquello mismo contra lo que se subleva el amigo que
os habla como amigo de la soledad.”[xxii]
Separación y sentido de proximidad, en nombre de la amistad. En
nombre del otro y su lengua con la cual se lanza a la distancia de
nuestras escuchas, de esta escena de escuchas que viene y se mueve
desde este primer lance en escritura.
San Juan de los Pastos, Abril 8
de 2008.
[i]
Jean
Luc Nancy, Corpus. Traducción de patricio Bulnes. Editorial
Arena libros, 2003.. Pág.13
[ii]
Jacques Derrida. El cine y sus fantasmas. Entrevista por
Antoine de Baecque y Thierry Jousse. Traducido por Fernando
La Valle. Publicado en Cahiers du cinéma, n° 556,
abril 2001.
Retomo algunas tangentes de
Jacques en donde se comenta la experiencia cinematográfica:
“La experiencia cinematográfica pertenece de cabo a cabo a
la espectralidad, que yo relaciono con todo lo que se puede
decir del espectro en psicoanálisis –o con la naturaleza
misma de la huella. El espectro, ni vivo ni muerto, está en
el centro de algunos de mis escritos, y es ello lo que –para
mí– hace quizás posible un pensamiento del cine…
Uno va a hacerse analizar al cine, dejando aparecer y
hablar a todos sus espectros. Se puede, de manera económica
(en relación con una sesión de análisis), dejar volver los
espectros en la pantalla…
Ya que la dimensión espectral no es la del viviente ni la
del muerto, ni la de la alucinación, ni la de la percepción;
la modalidad del creer relacionada con ella debe ser
analizada de modo absolutamente original…
El cine permite así cultivar lo que podríamos llamar
“injertos” de espectralidad, inscribe rastros de fantasmas
sobre una trama general, la película proyectada, que es ella
misma un fantasma. Es un fenómeno apasionante, y,
técnicamente, lo que me apasionaba del cine en tanto objeto
de análisis. Memoria espectral, el cine es un duelo
magnífico, un trabajo del duelo magníficado. Y está listo
para dejarse impresionar por todas las memorias luctuosas,
es decir, por los momentos trágicos o épicos de la historia.
Son entonces estos procesos de duelo sucesivos, ligados a la
historia y al cine, que, hoy, «hacen andar» a los personajes
más interesantes. Los cuerpos injertados de estos fantasmas
son la materia misma de las intrigas del cine…
Para comprender el cine hay que pensar juntos el
fantasma y el capital, siendo este último asimismo una cosa
espectral…. Es por ello que existe en la sala de cine una
neutralización de tipo psicoanalítico: me encuentro solo
conmigo mismo, pero librado al juego de todas las
transferencias… Una
imagen, sobre todo en el cine, es siempre pasible de
interpretación: el espectro es un enigma, y los fantasmas
que desfilan por las imágenes, constituyen misterios…
El cine es el simulacro absoluto de la supervivencia
absoluta. Nos relata aquello desde donde no se vuelve, nos
relata la muerte. Por su propio milagro espectral nos
muestra aquello que no debería dejar rastros. Es entonces
dos veces rastro: rastro del testimonio mismo, rastro del
olvido, rastro de la muerte absoluta, rastro del sin-rastro,
rastro del exterminio. Es el salvamento, por el film, de lo
que queda sin salud, la salud para los sin-salud, la
experiencia de la supervivencia pura que testimonia. Pienso
que ante eso, el espectador queda atrapado. Esta forma que
se ha encontrado a la supervivencia es irrecusable. Es sin
duda una ilustre ilustración del cinematógrafo parlante.
[iii]
Helene Cixous - Jacques Derrida, Lengua por venir,
seminario de Barcelona, Icaria editorial, 2004. pág 104.
[v]Esposito
Roberto, Communitas. Origen y destino de la comunidad.
Roberto Esposito precedido de Conloquium de Jean Luc-Nancy.
Traducción de Carlo Rodolfo Molinari Marotto. Amorrortu
Editores, Buenos Aires. 2003. 216 p.
[viii]
Jean Luc Nancy. “Noli me tangere”. Ensayo sobre el
levantamiento del cuerpo. Traducción de María Tabuyo y
Agustín López. Minima Trotta. 2006. Pág 37
[xv]
EL MONOLINGÜISMO DEL OTRO o la prótesis de origen. Jacques
Derrida, Traducción de Horacio Pons, Buenos Aires,
Manantial, 1997.
Edición digital de
Derrida en castellano.
[xvi]
Jean Luc Nancy, “el comunismo literario”. En: “la comunidad
desobrada” traducción de …
[xvii]
Edmond Jabes, “el libro de las preguntas”, traducción de
Jose Manuel Arancibia. Editorial Siruela, 2004.
[xviii]
Helene Cixous, la risa de la medusa, traducción de
[xix]
Jacques Derrida. “amar de amistad: quizá – el nombre y el
adverbio” En: políticas de la amistad, traducción de …
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