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ISSN 1688-1672

 





PESSOA, FERNANDO -
LIBRO DEL DESASOSIEGO -

El Libro del desasosiego
(algunas impresiones)(VII)

Inés Bortagaray
Quién es quien no desembarca; qué hace del trueno la tardanza; cómo se llega a la Rua dos Douradores; dónde están las hormigas muertas después de muertas; cómo se reparten las cartas en el solitario; qué es el trueno antes del trueno; qué decide, por fin, el diletante


...como un niño que deja de pronto de correr y arrastra su pies en pasos cortos y sonoros y respira, mientras marcha, entrecortadamente...


La arena esconde caparazones de tortugas, cáscaras de naranjas y caracoles tibios. Los talones -apoyados, alzados, apoyados, alzados, azules- dejan huecos breves: la avalancha los borra antes de que a nadie se le ocurra anidar ahí dentro. El niño no se fatiga. No es tiempo del último cansancio sino de pausa. Las cejas gotean sudor y dejan charcos. El sol caliente evapora el agua y el niño mira lo que dista. Hay que recorrer un territorio arenoso antes de alcanzar el desencanto. Los ojos se aprietan y los granos de arena -piedra pulida, viento, agua, sol- se acumulan bajo los párpados. Con una mano el niño se revuelve los ojos. Con la otra hace visera. Si alguien le prestara las botas de siete leguas por un rato todo sería más fácil. Resolvería el viaje en un instante. Pero no hay vecinos. Y aquí no hay leguas. Y el siete ha dejado de decir. Y sólo vale todo si es descalzo.
Sopla y sigue.


Me gusta decir.
O mejor: me gusta palabrear.


Qué hace el trueno que no llega; cómo se sueña con Burdeos; quién es quien no desembarca; qué hace del trueno la tardanza; cómo se llega a la Rua dos Douradores; dónde están las hormigas muertas después de muertas; cómo se reparten las cartas en el solitario; qué es el trueno antes del trueno; qué decide, por fin, el diletante; dónde desaparece el sueño; cuándo se yerguen las cabezas; a qué suena el tronido listo para ser; cuál es el primer hastío; qué te gustó ser cuando fuiste grande; cuándo acaba la novela desenredada.



Es la última muerte del Capitán Nemo.
En breve moriré yo también.
Fue toda mi infancia pasada
la que en ese momento
perdió la posibilidad de poder durar.



La despedida dura más de lo que debería. La sobremesa se prolonga. En el mantel de lino sólo quedan migas. Antes el pan estaba untado. Ya no hay. El auxiliar de tenedor de libros de la ciudad de Lisboa primero duerme y después se hace el dormido. Los otros, distraídos, carraspean mirando platos. El perfil perenne del que miente su sueño es noble. Eternal.


* Publicado originalmente en Insomnia, Nº 137

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