Las portadas de la revista
Cosmopolitan
tienen habitualmente ocho titulares repartidos alrededor de la foto de
una muchacha famosa, que anuncian temas prácticos (Cómo vencer el
miedo a conducir, Estilos de pelo corto, Cómo evitar caer en las redes
de un seductor serial), noticias de actualidad (Verónica Lozano:
¡mensaje urgente para el Corcho!) y siempre, en la esquina superior
izquierda, una frase que contiene la palabra “sexo”. En un ejemplar
exhibido en un kiosco de una avenida comercial de Montevideo, el titular de
sexo era:
SEXO CON VOS MISMA. Cómo crear el clima para el autoplacer. Las técnicas
que te llevan a un orgasmo solitario, pero explosivo.
En el titular pro-onanista hay ingredientes para numerosos asaditos
filosóficos. En primer lugar, la masturbación se presenta amparada en la
tradicional defensa de la cópula que, a lo largo de su historia, ha
hecho la revista. Cosmopolitan ha insistido en aconsejar a sus
lectoras (se trata de una revista explícitamente dirigida a mujeres)
acerca de cómo mantener, conseguir, conquistar, mejorar, cambiar,
renovar, o encontrar pareja. Siempre la pareja es un varón, una simple
segmentación del mercado: claramente no es una revista para lesbianas,
aunque cabe suponer que podría ser usada por algunas como fuente de
imágenes estimulantes para la onanía. Pero el matiz es que para la
revista la masturbación es sexo con, y no masturbación. El “con
vos misma” del titular reafirma simultáneamente otra de las constantes
cosmopolitanas: la reivindicación del derecho a cuidarse, a mimarse, a
no seguir haciendo siempre todo por los demás, sino por una vez,
caramba, dedicarnos un poco a nosotras mismas.
La disyunción “pero” es quizá la partícula más interesante del titular.
El orgasmo que obtengas luego de aplicar estas sencillas técnicas
(promete) es solitario, sí, pero explosivo. La explosión coloca
en la categoría de escozor a ese atisbo de rubor que experimentás cuando
estás con tu amado, que con sus fuertes pero tiernos abrazos contiene
con todo su amor el desborde de tus emociones, pero cuya consecuencia es
minga comparada con los megatones de placer que vas a experimentar con
vos misma. ¡Animate!
Cabe arriesgar la hipótesis de que la filosofía de Cosompolitan
nunca estuvo muy alejada del hedonismo más craso. La duda es: ¿cuántas
lectoras necesitan un manual de masturbación? Según el ya sexagenario
informe de Kinsey, la mitad de las mujeres se masturbaba (en 1948),
aunque es posible sospechar timidez incluso ante una encuesta anónima
como ésa. El siquiatra español Jesús Ramos, en su libro Un encuentro
con el placer (un estudio sobre la masturbación femenina), especula,
combinando varios estudios, con que el 90% de las mujeres se masturba;
entre las mujeres que experimentan orgasmos la incidencia es del 100%.
Quedaría un 10% de mujeres anorgásmicas que no se masturban, aunque es
dudoso que la revista intente dirigirse a ellas: es muy poca gente. El
objeto de la nota no parece ser la captura de lectoras verdaderamente
necesitadas de un manual para la frotación.
Desde que en 1883
Paul Bonnetain (que entonces tenía 25 años) publicó
Charlot s’amuse... (Carlitos se divierte), una siniestra novela
sobre el horrendo vicio de la masturbación, el saber científico acerca
del sexo fue dejando de lado la idea de que la masturbación es peligrosa
para la salud, pero los primeros libros técnicos que abordaron el tema
de la sexualidad, sea con sincero interés científico, sea con la
intención de contrabandear pornografía, se dedicaron a las enfermedades
y no a la salud sexual. Psychopathia sexuales, de
Richard von Krafft-Ebing, se publicó en los años ochenta del siglo XIX, y
a pesar de su lenguaje envarado y con abundantes latinajos, tuvo unas
ventas notablemente mayores que las que cabría haber esperado si los
compradores hubieran sido solo médicos. El libro describe en detalle
todas las desviaciones de lo que el venerable autor consideraba una vida
sexual sana; se trata de un esfuerzo considerable por incluir a cada ser
humano del planeta dentro de algún síndrome aterrador. Le debemos a
Krafft-Ebing la creación de los términos sadismo y masoquismo,
a partir de nombres de escritores, lo cual no deja de ser un homenaje
(aunque involuntario), puesto que tuvieron tal éxito que trascienden hoy
sus iniciales implicancias sexuales. Krafft-Ebing no menciona la
masturbación como una conducta problemática, aunque en ocasiones la
incluye como parte de un síndrome. Medio siglo más tarde, el informe
Kinsey, y poco después las investigaciones de Masters y Johnson,
comenzaron a tratar de determinar tendencias en los comportamientos
habituales, y para eso incluyeron técnicas de investigación típicamente
norteamericanas: la encuesta y los experimentos de laboratorio en
ambientes controlados.
Alguien debería intentar estudiar el comportamiento sexual de Masters y
Johnson (por un tiempo amantes, más tarde esposos y luego nada), que se
deleitaban, por ejemplo, insertando en los cuerpos de diversas
voluntarias unos penes de plástico transparente con sensores de
temperatura y cámaras de cine para ver cómo se comporta una vagina
durante el orgasmo, género de experimentos que, si bien probablemente no
contribuye a saber más acerca del asunto, hace amena la lectura de sus
libros y debe haber sido una importante contribución para el entusiasmo
laboral de ambos investigadores.
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Uno se pregunta si el orgasmo explosivo de Cosmopolitan es
consecuencia del mayor saber social sobre sexo provocado por la
investigación científica de los años cincuenta, sesenta y setenta del
siglo XX, o si sus titulares masturbatorios son parte de la causa de la
presente escasez de libros serios dedicados al tema.
El sexo es noticia cuando está asociado a una práctica que se aparta de
alguna corrección puritana, cuando la prensa puede asociarlo a un delito
o a una tragedia, es decir, cuando no necesita explicar nada, ya que el
protagonista ha sido castigado (está preso por violar a su nieta de
nueve meses, o murió ahorcado mientras se masturbaba en el ropero de un
hotel de cinco estrellas en una pausa de una cumbre económica
internacional). Pero como todo lector de Krafft-Ebing puede comprobar
haciendo una rápida visita a sus páginas, todos sufrimos de alguna
psicopatía sexual, y créalo, lector: son todas gravísimas.
Uno habría querido esperar que, en estos tiempos de timideces perdidas,
la manera de hablar de sexo en la
Esfera Pública se hubiera liberado de la necesidad de asociarlo al
pecado, al delito o a la enfermedad, pero lo único que ocurrió fue un
cambio de rubro: la desviación dejó de ser psicopática, para devenir
jurídica. Un caso claro es el de
Julian Assange, editor de
un sitio de internet que publica archivos estatales secretos. El
recurso que se ha encontrado para justificar su persecución policial es
que no consultó a una de sus amantes, algunas horas después de tener
sexo con ella, y mientras estaban aun en la misma cama, antes de
ejecutar maniobras tendientes al coito.
Cosmopolitan menciona el orgasmo con bastante frecuencia.
Titulares típicos y verdaderos son: “Consigue el orgasmo perfecto”, “Los
7 mejores trucos del mundo para el orgasmo”, “5 trucos para un orgasmo
fuera de serie”, “Lleva tu orgasmo a otro nivel”, y probablemente los
mejores de todos, porque no se puede vender nada que no sea nuevo, ni
siquiera un orgasmo o una revista sobre orgasmos: “Tu nueva ruta al
orgasmo” y “El nuevo orgasmo”.
La ubicación del titular, a la izquierda de la página, se basa en un
saber tradicional de los publicistas, que sostiene que las imágenes que
se elaboran en el hemisferio derecho del cerebro (que corresponde al
campo visual izquierdo) son procesadas con menor articulación y
posibilidad de análisis que si se procesaran a partir del izquierdo
(correspondiente al campo visual derecho), donde están alojadas las
funciones lógicas y el lenguaje articulado.
¿Dónde está la explicación de la soltura orgásmica y masturbatoria de
una revista tan extenuantemente conservadora como Cosmopolitan?
El emparejamiento como tema dominante se ha deslizado al campo del
hedonismo, lo cual puede verse como una rara cosificación del macho por
parte de la hembra. Si antes el discurso machista se escondía detrás del
rol protector del varón, ahora
—ante la desvalorización de
aquel subterfugio lograda por el feminismo y otras corrientes de la
crítica—
el trasvase del mismo mecanismo hacia un sujeto femenino no necesita
justificaciones. La compradora de Cosmopolitan recibe la absolución por
su deseo de placer mediante la compra de un aparato diseñado para
mantenerla en el mismo lugar de siempre, dentro de los límites de una
feminidad de pacotilla, con el aire de libertad que da la pronunciación
de palabras hasta hace poco secretas.
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