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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 


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          ABSOLUCIÓN DEL PLACER

Orgasmos cosmopolitas

Carlos Rehermann

Las portadas de la revista Cosmopolitan tienen habitualmente ocho titulares repartidos alrededor de la foto de una muchacha famosa, que anuncian temas prácticos (Cómo vencer el miedo a conducir, Estilos de pelo corto, Cómo evitar caer en las redes de un seductor serial), noticias de actualidad (Verónica Lozano: ¡mensaje urgente para el Corcho!) y siempre, en la esquina superior izquierda, una frase que contiene la palabra “sexo”. En un ejemplar exhibido en un kiosco de una avenida comercial de Montevideo, el titular de sexo era:

SEXO CON VOS MISMA. Cómo crear el clima para el autoplacer. Las técnicas que te llevan a un orgasmo solitario, pero explosivo.

En el titular pro-onanista hay ingredientes para numerosos asaditos filosóficos. En primer lugar, la masturbación se presenta amparada en la tradicional defensa de la cópula que, a lo largo de su historia, ha hecho la revista. Cosmopolitan ha insistido en aconsejar a sus lectoras (se trata de una revista explícitamente dirigida a mujeres) acerca de cómo mantener, conseguir, conquistar, mejorar, cambiar, renovar, o encontrar pareja. Siempre la pareja es un varón, una simple segmentación del mercado: claramente no es una revista para lesbianas, aunque cabe suponer que podría ser usada por algunas como fuente de imágenes estimulantes para la onanía. Pero el matiz es que para la revista la masturbación es sexo con, y no masturbación. El “con vos misma” del titular reafirma simultáneamente otra de las constantes cosmopolitanas: la reivindicación del derecho a cuidarse, a mimarse, a no seguir haciendo siempre todo por los demás, sino por una vez, caramba, dedicarnos un poco a nosotras mismas.

La disyunción “pero” es quizá la partícula más interesante del titular. El orgasmo que obtengas luego de aplicar estas sencillas técnicas (promete) es solitario, sí, pero explosivo. La explosión coloca en la categoría de escozor a ese atisbo de rubor que experimentás cuando estás con tu amado, que con sus fuertes pero tiernos abrazos contiene con todo su amor el desborde de tus emociones, pero cuya consecuencia es minga comparada con los megatones de placer que vas a experimentar con vos misma. ¡Animate! 

Cabe arriesgar la hipótesis de que la filosofía de Cosompolitan nunca estuvo muy alejada del hedonismo más craso. La duda es: ¿cuántas lectoras necesitan un manual de masturbación? Según el ya sexagenario informe de Kinsey, la mitad de las mujeres se masturbaba (en 1948), aunque es posible sospechar timidez incluso ante una encuesta anónima como ésa. El siquiatra español Jesús Ramos, en su libro Un encuentro con el placer (un estudio sobre la masturbación femenina), especula, combinando varios estudios, con que el 90% de las mujeres se masturba; entre las mujeres que experimentan orgasmos la incidencia es del 100%. Quedaría un 10% de mujeres anorgásmicas que no se masturban, aunque es dudoso que la revista intente dirigirse a ellas: es muy poca gente. El objeto de la nota no parece ser la captura de lectoras verdaderamente necesitadas de un manual para la frotación.

Desde que en 1883 Paul Bonnetain (que entonces tenía 25 años) publicó Charlot s’amuse... (Carlitos se divierte), una siniestra novela sobre el horrendo vicio de la masturbación, el saber científico acerca del sexo fue dejando de lado la idea de que la masturbación es peligrosa para la salud, pero los primeros libros técnicos que abordaron el tema de la sexualidad, sea con sincero interés científico, sea con la intención de contrabandear pornografía, se dedicaron a las enfermedades y no a la salud sexual. Psychopathia sexuales, de Richard von Krafft-Ebing, se publicó en los años ochenta del siglo XIX, y a pesar de su lenguaje envarado y con abundantes latinajos, tuvo unas ventas notablemente mayores que las que cabría haber esperado si los compradores hubieran sido solo médicos. El libro describe en detalle todas las desviaciones de lo que el venerable autor consideraba una vida sexual sana; se trata de un esfuerzo considerable por incluir a cada ser humano del planeta dentro de algún síndrome aterrador. Le debemos a Krafft-Ebing la creación de los términos sadismo y masoquismo, a partir de nombres de escritores, lo cual no deja de ser un homenaje (aunque involuntario), puesto que tuvieron tal éxito que trascienden hoy sus iniciales implicancias sexuales. Krafft-Ebing no menciona la masturbación como una conducta problemática, aunque en ocasiones la incluye como parte de un síndrome. Medio siglo más tarde, el informe Kinsey, y poco después las investigaciones de Masters y Johnson, comenzaron a tratar de determinar tendencias en los comportamientos habituales, y para eso incluyeron técnicas de investigación típicamente norteamericanas: la encuesta y los experimentos de laboratorio en ambientes controlados.

Alguien debería intentar estudiar el comportamiento sexual de Masters y Johnson (por un tiempo amantes, más tarde esposos y luego nada), que se deleitaban, por ejemplo, insertando en los cuerpos de diversas voluntarias unos penes de plástico transparente con sensores de temperatura y  cámaras de cine para ver cómo se comporta una vagina durante el orgasmo, género de experimentos que, si bien probablemente no contribuye a saber más acerca del asunto, hace amena la lectura de sus libros y debe haber sido una importante contribución para el entusiasmo laboral de ambos investigadores.

  
Uno se pregunta si el orgasmo explosivo de Cosmopolitan es consecuencia del mayor saber social sobre sexo provocado por la investigación científica de los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX, o si  sus titulares masturbatorios son parte de la causa de la presente escasez de libros serios dedicados al tema.

El sexo es noticia cuando está asociado a una práctica que se aparta de alguna corrección puritana, cuando la prensa puede asociarlo a un delito o a una tragedia, es decir, cuando no necesita explicar nada, ya que el protagonista ha sido castigado (está preso por violar a su nieta de nueve meses, o murió ahorcado mientras se masturbaba en el ropero de un hotel de cinco estrellas en una pausa de una cumbre económica internacional). Pero como todo lector de Krafft-Ebing puede comprobar haciendo una rápida visita a sus páginas, todos sufrimos de alguna psicopatía sexual, y créalo, lector: son todas gravísimas.

Uno habría querido esperar que, en estos tiempos de timideces perdidas, la manera de hablar de sexo en la Esfera Pública se hubiera liberado de la necesidad de asociarlo al pecado, al delito o a la enfermedad, pero lo único que ocurrió fue un cambio de rubro: la desviación dejó de ser psicopática, para devenir jurídica. Un caso claro es el de Julian Assange, editor de un sitio de internet que publica archivos estatales secretos. El recurso que se ha encontrado para justificar su persecución policial es que no consultó a una de sus amantes, algunas horas después de tener sexo con ella, y mientras estaban aun en la misma cama, antes de ejecutar maniobras tendientes al coito.

Cosmopolitan menciona el orgasmo con bastante frecuencia. Titulares típicos y verdaderos son: “Consigue el orgasmo perfecto”, “Los 7 mejores trucos del mundo para el orgasmo”, “5 trucos para un orgasmo fuera de serie”, “Lleva tu orgasmo a otro nivel”, y probablemente los mejores de todos, porque no se puede vender nada que no sea nuevo, ni siquiera un orgasmo o una revista sobre orgasmos: “Tu nueva ruta al orgasmo” y “El nuevo orgasmo”.

La ubicación del titular, a la izquierda de la página, se basa en un saber tradicional de los publicistas, que sostiene que las imágenes que se elaboran en el hemisferio derecho del cerebro (que corresponde al campo visual izquierdo) son procesadas con menor articulación y posibilidad de análisis que si se procesaran a partir del izquierdo (correspondiente al campo visual derecho), donde están alojadas las funciones lógicas y el lenguaje articulado.

¿Dónde está la explicación de la soltura orgásmica y masturbatoria de una revista tan extenuantemente conservadora como Cosmopolitan? El emparejamiento como tema dominante se ha deslizado al campo del hedonismo, lo cual puede verse como una rara cosificación del macho por parte de la hembra. Si antes el discurso machista se escondía detrás del rol protector del varón, ahora ante la desvalorización de aquel subterfugio lograda por el feminismo y otras corrientes de la crítica el trasvase del mismo mecanismo hacia un sujeto femenino no necesita justificaciones. La compradora de Cosmopolitan recibe la absolución por su deseo de placer mediante la compra de un aparato diseñado para mantenerla en el mismo lugar de siempre, dentro de los límites de una feminidad de pacotilla, con el aire de libertad que da la pronunciación de palabras hasta hace poco secretas.

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