Es raro el día en que un
publicista,
un periodista, o algún otro letrado de nuestra época no
pronuncia la máxima “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, para
justificar sea un
tweet, sea unas actas de un jurado de un
concurso literario oficial, sea una afirmación como “Lo bueno, si breve,
dos veces bueno”. En contadas ocasiones, si el emisor ha tenido 0,21
segundo de tiempo libre, como para hacer una búsqueda en internet,
agrega: “como dijo
Baltasar Gracián”,
cosa de aclarar que él es un tipo informado y no un improvisado
cualquiera.
Si uno va a la fuente, se encuentra que lo que dijo
Gracián es parte de una notable redundancia en el seno de un manual para
conseguir la protección de un poderoso:
[…] No cansar. […] La
brevedad es lisonjera, y más negociante; gana por lo cortés lo que
pierde por lo corto. Lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo malo,
si poco, no tan malo. Más obran quintas esencias que fárragos; y es
verdad común que hombre largo raras veces entendido, no tanto en lo
material de la disposición cuanto en lo formal del discurso. […] Excuse
el discreto el embarazar, y mucho menos a grandes personajes, que viven
muy ocupados […]
Baltasar Gracián,
Oráculo manual y arte de
prudencia
(1647)
Está claro
que la intención de Gracián es aconsejar a quien debe llamar la atención
de un protector: no lo canses, que necesitas su buena disposición; evita
molestar, y menos a capitostes. El español no se refería a valores de
una obra, sino a estrategias de gestión, y lo hacía con redundancias y
repeticiones que no parecen provenir de un adepto a lo breve.
Extraer de su
frase una verdad absoluta aplicable a cualquier cosa parece un poco
arriesgado. ¿Un teorema matemático es mejor si su demostración es más
breve?
La
demostración completa del
Teorema de clasificación de grupos finitos simples
ocupa aproximadamente 15.000 páginas. El enunciado del teorema establece
que todo grupo finito simple tiene la misma estructura algebraica que
uno de varios grupos de una lista dada. Nada complicado. Pero para
demostrarlo hay que extenderse.
La máxima
gerencial de Gracián se ha deslizado hacia el dominio de los valores,
incluyendo los artísticos, probablemente debido a que el tiempo es
escaso. Vivimos según una lógica como las de
Henry Ford
o
Frederick Taylor,
que suponen que las personas valen en tanto se adapten a un sistema cuya
constante es la aceleración.
Muchos años después de
aquel estudio de Lyotard
que dictaminó el final de los “grandes relatos
unificadores”, la idea de fragmentación se ha fragmentado y ya nadie es
capaz siquiera de entender qué es un fragmento, aunque se ha decretado
que cualquiera puede decir todo lo que tiene para decir en 140
caracteres, el espacio máximo de Twitter. Esta empresa de mensajería
explica que la escasez de caracteres admitidos no es una desventaja:
En el corazón de Twitter hay pequeñas explosiones de información
llamadas tweets.
Cada tweet tiene 140 caracteres de longitud, pero no te dejes
engañar por su pequeño tamaño —puedes descubrir un montón en poco
espacio […] toda una historia de un vistazo, y todo en un único lugar.
Los usuarios de Twitter no parecen muy convencidos: un 60% mantiene su
suscripción durante apenas un mes y en promedio
el
70% de las cuentas de Twitter están inactivas.
La cultura de lo breve responde a dos motivos: a la
estrechez de banda y a la necesidad de vender teléfonos. Cuando se lanzó Twitter, en 2006, se creía que el mensaje por celular sería el eje del
sistema. Los mensajes de texto por celular tienen un límite de 160
caracteres, pero Twitter necesita 20 de esos caracteres para la
identificación del emisor.
Pero ¿por qué los mensajes de texto por celular
tienen 160 caracteres como máximo? En 1985,
el ingeniero alemán
Friedhelm Hillebrand
se sentó ante su máquina de escribir y comenzó a escribir tandas de
texto de dos líneas, para evaluar si era posible, en esa longitud,
producir mensajes útiles. Dos líneas mecanografiadas de una página
estándar contienen menos de 160 caracteres, incluyendo los espacios
entre palabras. Hillebrand pudo escribir infinidad de mensajes
esenciales y prácticos en menos de dos líneas, con datos de
direcciones, números de teléfono o informes de salud. Hace treinta años
el ancho de banda era un bien escasísimo y Hillebrand estaba llevando al
límite las posibilidades del sistema.
Esa frase no es un cuento
Una década después de la definición de Hillebrand una obsesión por el
haiku comenzó a esparcirse por Occidente.