Me han pedido que escriba y escribo. Escoge un texto del Libro
del desasosiego, dijeron, y luego escribe algo a propósito
de él. De Pessoa, de Bernardo Soares, del texto.
Está
bien, dije. Pero no está bien. A menudo he sido irreverente,
pero ahora no puedo escribir después de Pessoa. En todo
caso, antes. Y es lo que hago. Pero estas palabras no dirán
mucho más que he tomado algunos fragmentos dispuestos
en diferentes páginas del libro, los he unido uno a continuación
del otro para que hablen -ellos, que no yo- de otra manera. No
me atrevo a mayor atrevimiento. Nada puedo agregar a lo que el
señor que caminaba las calles de su ciudad, expresaba
tan sabiamente. Entre el sombrero y las gafas, Pessoa. Entre
el aguardiente y las plazas, Lisboa.
P.
"Lento, en el resplandor allí afuera de la Luna
en la noche lenta, el viento agita cosas que trazan una sombra
movediza. Tal vez no es más que la ropa que dejaron colgada
en el piso más alto, pero la sombra, en sí, no
conoce camisas y flota impalpable en un acuerdo mudo con todo."
E.
"Cada cual tiene su alcohol. Yo tengo alcohol de sobra
con existir. Borracho de sentirme, a veces voy a los tumbos y
a veces camino bien. Si es hora de hacerlo, me encamino hacia
la oficina, como todos. Si no es hora, voy hasta el río
a mirar el río, como todos. Soy igual. Y detrás
de eso, cielo mío, me abismo a las escondidas y tengo
mi infinito."
S.
"Todo estaba dormido como si el universo fuese un error;
y el viento, flotando incierto, fuera una bandera sin forma desplegada
sobre un cuartel inexistente.
Era nada lo que en el aire alto y fuerte se desgarraba, y los
marcos de las ventanas sacudían los cristales para que
aquella desmesura se oyese. En el fondo de todo, callada, la
noche era la tumba de Dios (y el alma sufría apenada por
Dios).
Y de pronto -un orden nuevo de las cosas universales obraba sobre
la ciudad-, el viento silbaba en las pausas del viento, y había
una noción aletargada de mucha convulsión en las
alturas. Después, la noche se plegaba como una trampa
que se cierra, y un gran sosiego daba ganas de no estar sino
durmiendo."
S.
"El campo es donde no estamos. Allí, solamente,
hay sombras verdaderas y verdaderas arboledas."
O.
"Todo hombre de hoy, en quien la estatura moral y el
relieve intelectual no sean los de un pigmeo o un rústico,
ama, cuando ama, con amor romántico. El amor romántico
es un producto extremo de siglos sobre siglos de influencia cristiana;
y tanto en lo que respecta a su sustancia como en lo que respecta
a la secuencia de su desarrollo, puede darse a conocer, inadvertidamente,
como si fuera una vestimenta o traje que el alma o la imaginación
fabrican para cubrir con él a las criaturas que pudieran
aparecer y que el espíritu estime apropiadas.
Pero, como todo traje, éste tampoco es eterno; dura todo
lo que dura y luego, bajo el ropaje del ideal que formamos y
que se deshilacha, surge el cuerpo real de la persona humana
que habíamos cubierto con él.
El amor romántico, por lo tanto, es un camino de desilusión.
Sólo no lo es cuando la desilusión, aceptada desde
el principio, decide variar de ideal constantemente; entonces,
en los talleres del alma, produce nuevas vestimentas, con las
que constantemente pueda renovarse el aspecto de la criatura
por ellos vestida."
A.
"Amores con la joven china de una tacita de porcelana.
Nuestros amores transcurrían apacibles, tal como ella
quería, en las dos dimensiones del espacio solamente."
* Publicado
originalmente en Insomnia, Nª 137
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