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URBANO/POSURBANO - CIUDAD - TEXTO URBANO
Representaciones
de la ciudad: apuntes para una crítica cultural (II)
Gustavo
Remedi |
El crecimiento de nuevos grupos de actores sociales
como hurgadores de basura, vendedores ambulantes, prostitutas
organizadas, niños criminales, grupos de jóvenes
roqueros, o violentos, drogados y alcoholizados ("las barras
bravas") es el motivo de una reflexión con título
tan acertado como revelador: "La izquierda sorprendida" |
VI
En el semanario montevideano Brecha, un conjunto de representaciones
recientes convergen en la figura de "la ciudad escindida",
en lucha consigo misma, fracturada en diversos fragmentos y compartimientos
verticales y horizontales, articulados en un juego de luces y
sombras, visibilidades e invisibilidades, ocultamientos y revelaciones,
desapariciones y regresos.
Esto se desprende cuando al tematizar los problemas y tensiones
internas del ejército, así como su relación
con
el resto de las instituciones y la sociedad, Marcelo Pereira
habla de "la superficie" y de "los trapitos al
sol", poniendo
en evidencia la existencia de una vida cotidiana dividida en
dos mundos, que -como ya había señalado Brunner-
ocurre a dos niveles o esferas: un nivel superficial, soleado,
público, no amenazante, y otro subterráneo, privatizado,
en penumbras, secreto -tema explorado en el filme Blue Velvet
de David Lynch. Para Raúl Zibechi, ese mundo invisible,
en sombras y sumergido no es patrimonio exclusivo de las agencias
de poder financiero, político o militar, sino que estaría
compartido por sectores empobrecidos y personajes peculiares
-como los que habitan la Ciudad Sumergida de Xavier Uranga.
Estos sectores y personajes descentrados, empobrecidos o marginados,
metamorfoseados en "cucarachas vengativas" por el orden
político-económico en marcha -metaforizado por
los shoppings-, se vuelcan e infestan merecidamente la ciudad
de violencia y miseria, como una forma de castigo a un orden
social injusto que los excluye, dejando atrás para siempre
el Montevideo paradisíaco y festivo de cincuenta años
atrás.
El regreso o aparición de actores sociales y culturales
nuevos en ocasiones adquiere otras formas, como en el caso de
la población afro-montevideana que fuera desalojada durante
la dictadura del Barrio Reus al Sur, para "desaparecer",
pero que hoy "vuelve a aparecer" como colectividades
nuevas o nuevos "paises" localizados en los históricos
barrios obreros de Montevideo (La Teja, Cerro, etc.).
El crecimiento y la insoslayable presencia en "la ciudad
de las cucarachas" de nuevos grupos de actores sociales
tales como los hurgadores de basura, los vendedores ambulantes,
las prostitutas organizadas, los niños criminales, los
grupos de jóvenes roqueros, o violentos, drogados y alcoholizados
("las barras bravas") es el motivo de una reflexión
con título tan acertado como revelador: La izquierda
sorprendida (¿temerosa?): sorprendida por los cambios
en la cultura urbana, por el crecimiento de su arraigo popular
(captando casi la mitad del voto capitalino) y en consecuencia,
por "el nuevo perfil" socio-cultural de sus propias
filas -tradicionalmente un perfil de clase trabajadora, de profesionales
y de clase media.
La salida a escena de estos sectores y personajes sumergidos
encuentra su polo opuesto: la represión policial más
o menos cubierta e indiscriminada contra los niños, los
jóvenes, las personas de edad, los barrios pobres, en
suma, los sectores más vulnerables y menos "visibles",
y de lo cual la ciudadanía, o no se entera, o no le importa.
El mismo tema se repite en Centro Shock donde Daniel Gatti
plantea la lucha entre dos modelos de ciudad, dos tipos de forma
de vida, uno y otro articulados respectivamente en torno a las
playas, las zonas opulentas y la red de shopping centers, por
un lado, y por otro, el resto de la ciudad, el de las clases
medias y bajas, con la ciudad vieja, el centro tradicional, y
la red de avenidas y boulevares construidos a partir de él
como estructura articuladora.
Gonzalo Fernández, por su parte, además de plantear
que mientras un tercio consume y disfruta el otro dos tercios
mira y es explotado o marginado, propone que la puesta en marcha
de este modelo de ciudad se apoya sobre un acto de terrorismo
de Estado y de olvido monumental, representado por la construcción
de un centro comercial encima -y borrando toda traza- de lo que
fuera uno de los principales centros carcelarios de la dictadura
fundante del actual modelo cultural. Cada uno de estos ejemplos
expresan un nuevo tipo de organización espacial de la
sociedad y de vida urbana, y por eso mismo, una nueva preocupación
por reflexionar sobre las ciudades de hoy.
VII
Similar es el número de la revista Utne Reader
publicada
en Minneapolis en 1994 donde se reabre la discusión pública
en favor de la vida urbana precisamente en la cultura que menos
simpatiza con la vida urbana.
Centrándose fundamentalmente en las ciudades de Estados
Unidos, hay un esfuerzo por empezar a construir una sensibilidad
urbana y neo-ciudadana ("cities don't suck", "la
ciudad es un buen lugar para vivir", etc.) orientado a contrarrestar
el discurso paranoico, naturalista y policial que pone a circular
la cultura suburbana -victimizando de este modo todo lo que habite
las ciudades, o sus centros.
Aun si en su tono de a ratos parece ceder a la tentación
de la reafirmación conformista y de la celebración
romantizada de la crisis -de su escasez, de su fealdad, de su
violencia- tratando de ver "los problemas y las carencias
desde un ángulo positivo" (y que se traduce en expresiones
tales como "en la Edad Media, Damasco también era
controlada por gangs, ¿y qué?"), existe un
esfuerzo por no negar, criminalizar, o erradicar la vida urbana
-ideas hoy de gran peso-, así como de proponer el modo
de vida urbana como igualmente válido, y hasta superior
a la cultura suburbana -como forma de organización espacial
de la vida social, como calidad de vida humana.
Sam Smith, editor de The Progressive Review, plantea
una reconstrucción urbana desde abajo: identificando y
potencializando lo mejor de cada lugar, de cada barrio,
de cada ciudad, teniendo en cuenta y desarrollando las ideas
y soluciones de los habitantes y usuarios, y rescatando a la
ciudad de "los expertos", que orientados por imperativos
funcionalistas y sistémicos la destruyeron y la fueron
transformando en lo que son hoy: una máquina de "explotación
eficiente"; un depósito de desempleados,
de residuos, de locales de producción y administración
en conflicto con la vida humana, con la vida social; un lugar
enterrado debajo de las autopistas que interconectan suburbia.
Para Neal Peirce, del Washington Post (Kidstown)
tal reconstrucción desde abajo pasa por investigar el
modo
en que los jóvenes viven, imaginan y desean que sea la
escena urbana -que, paradójicamente, en general optan
por un modelo de ciudad tradicional. Elizabeth VanderSchaff (Finding
the Soul of the City) propone un conjunto de preguntas orientadas
a investigar el modo en que los habitantes interpretan y dan
sentido a los lugares y paisajes que organizan y enmarcan la
vida diaria, el modo en que se relacionan sensual y simbólicamente
con el entorno, o el modo en que solucionan los problemas que
posa la vida urbana. A veces las soluciones pasan por simplemente
redescubrir el papel y valor de la calle, de la avenida, del
espacio público, como escena de libertad e interacción
social requisitos para el desarrollo humano y el enriquecimiento
cultural.
Judith Martin (A Nice place to visit, but...) apunta que
por su histórica ambivalencia ante la vida urbana la sociedad
estadounidense no estaría interesada en construir el espacio
de belleza, de vida social y cultural, de placer que buscan y
admiran cuando van de vacaciones -la Europa occidental y mediterránea-,
o de vivir todo el año como viven esa semana de vacaciones.
Lo anterior adquiere importancia si se lo ve desde la perspectiva
del ensayo The Return of the City-State de David Morris
-noción que se expande con rapidez-, para quien las ciudades
están volviendo al centro de la escena mundial en forma
de "ciudades-estado" integradas regionalmente en forma
de alianzas o "federaciones de ciudades-estado", las
cuales serán las fundaciones del sistema político
y económico en el futuro cercano.
VIII
El espacio desarticulado de la posmodernidad, parte
de una investigación realizada por Marisa García
Vergara y Emilio Nisivoccia en 1994, es, en contraste, una representación
de carácter analítico, historizante y hasta deconstruccionista,
en el cual se analizan las intervenciones físicas y simbólicas
a lo largo de la principal avenida de Montevideo durante el siglo
XX, los diversos actores e instituciones sociales, políticas
y económicas que intervienen en su construcción,
estableciendo conexiones entre intervenciones arquitectónicas
y urbanas y opciones estéticas por un lado, y proyectos
políticos e ideologías por otro.
Los autores se proponen "poder comprender la ciudad"
en base a un estudio de "las partes que la componen",
recorriendo e intentando descifrar sus significados, "decodificando
su plurisemia", revelando e interpretando
la lógica histórica, política y simbólica
que la explica -lógica cuya existencia parece ser negada
por el caos y la desarticulación que aparece a simple
vista-, buscando
en última instancia, poder "mejor delinear y replantearse
caminos para la acción", es decir, nuevas intervenciones
arquitectónicas y urbanas.
A partir de una radiografía de la ciudad, de sus zonas,
ejes
y nodos estructurantes, el proceso urbano reaparece "enrarecido"
-aclarado-, como resultado de la explicación del conjunto
de fuerzas que se disputan el papel de productor de espacios,
o directamente, la hegemonía cultural nacional.
De entre las diversas partes de la ciudad, como va dicho, este
trabajo escoge la Avenida 18 de Julio, arteria principal
y matriz estructurante del resto de la ciudad, tanto a nivel
físico como simbólico. Si bien no resulta del todo
claro el modo en que se conecta la teoría manejada, el
enfoque macro-económico global y el análisis del
caso concreto,
es sumamente atractivo cuando se adentra en la descripción
y discusión en torno al significado político y
cultural de un conjunto de nodos principales que jalonan la avenida;
y cuando se explora el sentido y los objetivos simbólicos
buscados por las intervenciones estatales mediante el trazado
de calles, peatonales, plazas, parques y avenidas; la construcción
y localización de monumentos y edificios públicos
(oficinas de gobierno, bancos, entes y servicios del estado,
terminales, etc.); las soluciones y el lenguaje urbano y arquitectónico
utilizados; el manejo de regulaciones, etc.
El análisis revela la naturaleza conflictiva y contradictoria
de dichas intervenciones y núcleos semánticos,
poniendo en tela de juicio el supuesto monólogo y univocidad
estatal. El caos y el conflicto simbólico se acrecienta
-o se hace más evidente- a lo que avanzamos históricamente,
a raíz del cambio en las funciones del Estado, la gradual
pérdida de protagonismo estatal en materia urbana, y la
creciente capacidad que, por contrapartida, van adquiriendo otras
agencias económicas y políticas: las grandes corporaciones,
el poder militar, la Iglesia, la empresa privada, los especuladores
inmobiliarios, en menor grado, la sociedad civil, los usuarios,
etc.
Este conflicto se materializa en forma ilustrativa en Tres Cruces,
locus simbólicamente denso, cohabitado por un número
exagerado de intervenciones monumentales estrafalarias, provenientes
de mundos dispares e incongruentes, que hoy se disputan el poder
simbólico
-la hegemonía del orden simbólico-, sin lograrlo,
de momento, ninguno de ellos.
Este tipo de representaciones de la ciudad -de su proceso
de construcción histórica, de su función
estética y simbólica-, permite visualizar la vida
urbana en su complejidad -su organización y mecánica,
su lógica histórica, sus significados-, siendo
un paso necesario asociado a cualquier plan, intervención
y modificación de la ciudad,
o de la ciudad-región.
IX
En el contexto del Montevideo actual, la representación
de la ciudad debe tomarse no sólo como una forma de discutir
y negociar colectivamente, públicamente, el gobierno departamental,
sino incluso de explorar la cuestión del gobierno nacional,
de cómo funciona el Estado, de cuál debe ser su
papel, sus objetivos, sus sentidos, su lugar frente a otras agencias
e instituciones sociales. Es en este sentido que debemos tomar
las expresiones de Mariano Arana y Antonio Cravotto en torno
a la ciudad, la vida urbana y la política municipal de
1989 en adelante.
Estas y otras representaciones de la ciudad son formas disfrazadas
de elaborar y proponer estructuras de sentimientos o actitudes
de desencanto frente a las actuales formas de vida y a las actuales
formas de organizar y orientar la sociedad, así como formas
de interpelación colectiva orientadas, por el contrario,
a producir un re-encantamiento de la vida, nuevos sentidos para
la actuación, una exploración de otras sensibilidades
y dimensiones estéticas, apoyadas sobre principios, deseos
y metas, así como sobre formas de participación
y protagonismo popular.
Parte del discurso de Cravotto habla de la necesidad de "reconocer
los valores preexistentes", "de estar dispuestos a
rehabilitar y a retroceder en algunos casos para ganar los valores
que se han perdido", de los "aspectos favorables que
no deben ser perdidos". Lo anterior conduce por consiguiente
a "la salvación del patrimonio histórico nacional",
la revitalización de los elementos que hacen al carácter
de la ciudad ("lo que caracteriza e identifica a cada parte
de la ciudad") y a la idiosincrasia de la vida montevideana.
La aparente tendencia nostálgica asociada a la reconstrucción
de "la ciudad que fue" antes de empezar a deteriorarse,
da paso a un discurso que propone tener la capacidad de derrotar
la falacia moderna de que todo lo nuevo es mejor, siendo por
el contrario capaces de reconocer y no destruir las experiencias
acumuladas, la memoria, los avances, los conocimientos y las
soluciones que toda cultura hereda del pasado, y que se acumulan
en la forma urbana -destrucción (voluntaria o involuntaria)
resultado de la dictadura militar, de la corrupción administrativa
y del mercado capitalista sin control, o en ocasiones, simplemente,
de la acción descuidada o irreflexiva.
Por otra parte, son nuevas las preocupaciones y demandas que
lo motivan, las agencias y actores involucrados, así como
las soluciones económicas, políticas, estéticas
y técnicas que se exploran y a que se recurre para la
reconstrucción o embellecimiento de la Ciudad Vieja, el
Centro (de sus veredas, plazas, peatonales, árboles, iluminación,
transporte, vida social y cultural), los parques, las playas,
los barrios, o para la financiación de instituciones y
eventos culturales tradicionales (zoológico, teatros,
conciertos, concursos literarios, carnaval, etc.).
Paralelo al programa de reconstrucción de la ciudad y
de la vida cultural que el centro estructura y dinamiza, se halla
otro programa, esta vez de atención a cuestiones de fondo
tales como la actualización del catastro, la reforma progresista
de la contribución inmobiliaria, el plan de saneamiento,
la descentralización político-administrativa, la
mejora en la provisión de servicios (transporte, limpieza,
agua, luz, comedores y guarderías infantiles, clínicas
para la mujer, policlínicas barriales, espacios para la
actividad artística, subsidios de alimentos, etc.), todo
lo cual es ajeno a representaciones de la ciudad y de la vida
urbana de carácter nostálgico, apocalíptico,
o celebratorio de una ciudad en descomposición.
X
Una segunda expresión de re-encantamiento complementaria
a lo anterior se encuentra bajo el aspecto de una exploración
de las dimensiones estéticas y de posibles nuevas formas
de relacionarse con la ciudad y entre las personas. Este tipo
de planteos enfocan el tema del espacio y la forma de organizar
la vida social prestando especial atención a la perspectiva
ecológica, antropológica, y estética, y
como resultado, poniendo el énfasis en la calidad de la
vida cotidiana,
de las relaciones sociales, de la experiencia sensual, y
en la optimización y enriquecimiento de dicha experiencia.
Por ejemplo, Manfred F. Max-Neef discute la escala, la atmósfera,
la red de instituciones que hacen a la calidad
de la vida urbana.
A una escala menor, Carlos Rehermann plantea "la
recuperación" de partes (perdidas/insensibilizadas)
del cuerpo, y que harían posible la exploración de
una nueva relación con el espacio cotidiano, resultando incluso
en la formación de nuevos tipos de conciencia, de nuevos
tipos
de sensaciones, en diversas calidades de vida, y en suma,
en experiencias estéticas cualitativa y significativamente
diferentes -tal cual van "recuperándose" en
Viaje a la semilla.
Nelson Cesin, plantea que todo espacio y elemento urbano, toda
práctica corporal o hábito cotidiano, implica y
hasta determina una experiencia sensual particular (impidiendo
o inhabilitando otras), lo cual además de derivar en una
poética y en una estética determinadas (por ejemplo,
"cómo sentarse en una plaza", cómo vestirse,
etc.) tiene implicaciones morales más o menos precisas,
siendo verdaderas -e insospechadas- "lecciones de moral
pública".
Lo anterior obliga en consecuencia a una reflexión crítica,
y a adoptar una actitud lúdica y heurística ante
los elementos físicos y prácticas que constituyen
nuestra vida cotidiana, nuestro entorno estético. Finalmente,
Ariel Gravano propone que este sería el objetivo de las
nuevas formas de pensar, conceptualizar y relacionarse sensual
y simbólicamente con la ciudad -de "sentir la ciudad"-
tal y cual se han empezado a explorar en las investigaciones
y planteos que como parte del programa de antropología
urbana vienen llevándose a cabo en forma conjunta por
la Cátedra de Sociología de la Facultad de Arquitectura
con la Cátedra de Antropología Social de la Facultad
de Humanidades.
XI
Elizabeth Wilson propone que las actuales reflexiones y debates
acerca de las ciudades y de la vida urbana -en buena parte herederos
de la obra de Benjamin, de Mumford, de Lefebvre, de Foucault,
de Carpentier, de Calvino- como medios para discutir y criticar
la sociedad y el modelo cultural en su conjunto serían
una desviación producto de
"la alienación de intelectuales que ya no tienen
una utopía
en la que apoyarse, el lamento permanente del disidente que habita
las ciudades capitalistas, nostálgicos de..."[...].
Si miramos más allá del discurso paranoico y naturalista
de algunas representaciones en circulación, o de la romantización
de la distopías arraigada en la cultura juvenil urbana,
o incluso, si miramos más allá del discurso costumbrista
y nostálgico por la tranquila y disfrutable vida urbana
de mediados de siglo -por cierto, tres de los paradigmas mediante
los que se representan la ciudad y la vida urbana que quizás
den la razón a Wilson-, y si también descartamos
que la discusión pública de la ciudad no se puede
explicar solamente como resultado de "la ausencia de utopías"
sugerida por Wilson, deviene necesario encontrar otras explicaciones.
El interés por la ciudad no obedece sólo a una
falta de visión o proyecto de intelectuales desorientados
o nostálgicos de los tiempos de la modernidad heroica
-el París del flanêur de Baudelaire, las
tres décadas doradas de la postguerra a que se refiere
Hobsbawm-, o asustados ante una crisis urbana que recuerda los
American Interiors (1968) de Erro, sino
a una táctica metodológica y retórica doble:
primero, el de "aterrizar" la reflexión, la
desmitificación y la crítica del orden social,
político y económico actual en el plano donde el
mito es más débil, el análisis más
irrefutable y la denuncia más convincente: el plano concreto,
tangible de la experiencia cotidiana y de las relaciones sociales.
Segundo, el de traducir y arraigar el plano de las ideas y de
la utopía en el plano tangible de la vida cotidiana, de
las relaciones sociales, de los cuerpos-ciudades, permitiendo
restaurar los vínculos entre las propuestas, las teorías
y los sueños de una vida mejor, con resultados, experiencias,
y realidades tangibles -lejos del paraíso prometido para
dentro de cuatro años, de aldeas globales que nos excluyen,
de islas fantásticas que no existen en ningún lado,
o de simulacros
y escenografías televisadas.
En el contexto de la tendencia postmoderna a la fragmentación,
al individualismo y al narcisismo, a la mitificación,
a la reificación, a la incapacidad de dar cuenta de la
totalidad, de la otredad o del pasado, a la pérdida de
control social de la producción del espacio y de la ciudad
en contraste con el crecimiento del poder que adquieren agencias
y corporaciones privadas, las representaciones de la ciudad juegan
un papel metafórico.
La ciudad se convierte en una mediación o estrategia para
visualizar y comprender otras cosas: la sociedad, una totalidad
social que va más allá de lo idéntico y
lo inmediato, una totalidad histórico-temporal, las relaciones
sociales, las formas concretas de vida, y hasta los fantasmas,
espíritus y sentidos que la habitan.
La ciudad, como figura heurística, como clave perceptual
e interpretativa, es objeto de la imaginación (simultáneamente
globalizante y detallista, de lo bello y lo técnicamente
posible) así como el artefacto resultado del sujeto en
posición de actor y constructor social. En respuesta a
un contexto de falta de metas o de criterios de juicio para la
actuación, de la gradual desactivación de la ciudadanía,
y de la pérdida de una postura constructiva, la problematización
de la ciudad tiene que tomarse como una manera oblicua de proponer
una visión de mundo, una estética (en el sentido
de forma sensual de relacionarse con el mundo), o un modo desfamiliarizante
de hablar de la vida en sociedad, de las relaciones humanas,
de la condición humana.
Al fin y al cabo, la ciudad, la vida urbana, es la sedimentación
de prácticas sociales que se van convirtiendo en lógica
estructurante y matriz determinante del estilo de vida, de la
forma de ser y de relacionarse, de los valores y reglas de convivencia
colectiva, todo lo cual conforma una cultura.
En conclusión, los diversos enfoques y narraciones de
la ciudad responden a diferentes motivaciones, recogen distintas
problemáticas, e ilustran diversos tipos de actitudes
en torno a la vida urbana. En casi todos los casos las representaciones
de la ciudad no parecen agotarse en una mera preocupación
urbanísica, sino que tiene que ser visto como una manera
de reflexionar y discutir sobre la sociedad y la actual circunstancia
histórica -las vicisitudes del actual modelo cultural
global-, desde una perspectiva simultáneamente inclusiva
y concreta.
Puesto que el modo de visualizar y representar la experiencia
social es indispensable para una transformación social
conciente, resulta claro que detenernos a analizar el modo en
que se "representan" las ciudades y la experiencia
urbana es de vital importancia, siendo esta la razón por
la que aquí la propongo como una posible línea
de investigación cultural y estética. |
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