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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



URBANO/POSURBANO - CIUDAD - TEXTO URBANO

Representaciones de la ciudad: apuntes para una crítica cultural (II)

Gustavo Remedi
El crecimiento de nuevos grupos de actores sociales como hurgadores de basura, vendedores ambulantes, prostitutas organizadas, niños criminales, grupos de jóvenes roqueros, o violentos, drogados y alcoholizados ("las barras bravas") es el motivo de una reflexión con título tan acertado como revelador: "La izquierda sorprendida"
VI

En el semanario montevideano Brecha, un conjunto de representaciones recientes convergen en la figura de "la ciudad escindida", en lucha consigo misma, fracturada en diversos fragmentos y compartimientos verticales y horizontales, articulados en un juego de luces y sombras, visibilidades e invisibilidades, ocultamientos y revelaciones, desapariciones y regresos.

Esto se desprende cuando al tematizar los problemas y tensiones internas del ejército, así como su relación con
el resto de las instituciones y la sociedad, Marcelo Pereira habla de "la superficie" y de "los trapitos al sol", poniendo
en evidencia la existencia de una vida cotidiana dividida en dos mundos, que -como ya había señalado Brunner- ocurre a dos niveles o esferas: un nivel superficial, soleado, público, no amenazante, y otro subterráneo, privatizado, en penumbras, secreto -tema explorado en el filme Blue Velvet de David Lynch. Para Raúl Zibechi, ese mundo invisible,
en sombras y sumergido no es patrimonio exclusivo de las agencias de poder financiero, político o militar, sino que estaría compartido por sectores empobrecidos y personajes peculiares -como los que habitan la Ciudad Sumergida de Xavier Uranga.

Estos sectores y personajes descentrados, empobrecidos o marginados, metamorfoseados en "cucarachas vengativas" por el orden político-económico en marcha -metaforizado por los shoppings-, se vuelcan e infestan merecidamente la ciudad de violencia y miseria, como una forma de castigo a un orden social injusto que los excluye, dejando atrás para siempre el Montevideo paradisíaco y festivo de cincuenta años atrás.

El regreso o aparición de actores sociales y culturales nuevos en ocasiones adquiere otras formas, como en el caso de la población afro-montevideana que fuera desalojada durante
la dictadura del Barrio Reus al Sur, para "desaparecer", pero que hoy "vuelve a aparecer" como colectividades nuevas o nuevos "paises" localizados en los históricos barrios obreros de Montevideo (La Teja, Cerro, etc.).

El crecimiento y la insoslayable presencia en "la ciudad de las cucarachas" de nuevos grupos de actores sociales tales como los hurgadores de basura, los vendedores ambulantes, las prostitutas organizadas, los niños criminales, los grupos de jóvenes roqueros, o violentos, drogados y alcoholizados ("las barras bravas") es el motivo de una reflexión con título tan acertado como revelador: La izquierda sorprendida (¿temerosa?): sorprendida por los cambios en la cultura urbana, por el crecimiento de su arraigo popular (captando casi la mitad del voto capitalino) y en consecuencia, por "el nuevo perfil" socio-cultural de sus propias filas -tradicionalmente un perfil de clase trabajadora, de profesionales y de clase media.

La salida a escena de estos sectores y personajes sumergidos encuentra su polo opuesto: la represión policial más o menos cubierta e indiscriminada contra los niños, los jóvenes, las personas de edad, los barrios pobres, en suma, los sectores más vulnerables y menos "visibles", y de lo cual la ciudadanía, o no se entera, o no le importa. El mismo tema se repite en Centro Shock donde Daniel Gatti plantea la lucha entre dos modelos de ciudad, dos tipos de forma de vida, uno y otro articulados respectivamente en torno a las playas, las zonas opulentas y la red de shopping centers, por un lado, y por otro, el resto de la ciudad, el de las clases medias y bajas, con la ciudad vieja, el centro tradicional, y la red de avenidas y boulevares construidos a partir de él como estructura articuladora.

Gonzalo Fernández, por su parte, además de plantear que mientras un tercio consume y disfruta el otro dos tercios mira y es explotado o marginado, propone que la puesta en marcha de este modelo de ciudad se apoya sobre un acto de terrorismo de Estado y de olvido monumental, representado por la construcción de un centro comercial encima -y borrando toda traza- de lo que fuera uno de los principales centros carcelarios de la dictadura fundante del actual modelo cultural. Cada uno de estos ejemplos expresan un nuevo tipo de organización espacial de la sociedad y de vida urbana, y por eso mismo, una nueva preocupación por reflexionar sobre las ciudades de hoy.

VII

Similar es el número de la revista Utne Reader publicada
en Minneapolis en 1994 donde se reabre la discusión pública en favor de la vida urbana precisamente en la cultura que menos simpatiza con la vida urbana.
Centrándose fundamentalmente en las ciudades de Estados Unidos, hay un esfuerzo por empezar a construir una sensibilidad urbana y neo-ciudadana ("cities don't suck", "la ciudad es un buen lugar para vivir", etc.) orientado a contrarrestar el discurso paranoico, naturalista y policial que pone a circular la cultura suburbana -victimizando de este modo todo lo que habite las ciudades, o sus centros.

Aun si en su tono de a ratos parece ceder a la tentación de la reafirmación conformista y de la celebración romantizada de la crisis -de su escasez, de su fealdad, de su violencia- tratando de ver "los problemas y las carencias desde un ángulo positivo" (y que se traduce en expresiones tales como "en la Edad Media, Damasco también era controlada por gangs, ¿y qué?"), existe un esfuerzo por no negar, criminalizar, o erradicar la vida urbana -ideas hoy de gran peso-, así como de proponer el modo de vida urbana como igualmente válido, y hasta superior a la cultura suburbana -como forma de organización espacial de la vida social, como calidad de vida humana.

Sam Smith, editor de The Progressive Review, plantea
una reconstrucción urbana desde abajo: identificando y potencializando lo mejor de cada lugar, de cada barrio,
de cada ciudad, teniendo en cuenta y desarrollando las ideas
y soluciones de los habitantes y usuarios, y rescatando a la ciudad de "los expertos", que orientados por imperativos funcionalistas y sistémicos la destruyeron y la fueron transformando en lo que son hoy: una máquina de "explotación eficiente"; un depósito de desempleados,
de residuos, de locales de producción y administración en conflicto con la vida humana, con la vida social; un lugar enterrado debajo de las autopistas que interconectan suburbia.

Para Neal Peirce, del Washington Post (Kidstown) tal reconstrucción desde abajo pasa por investigar el modo
en que los jóvenes viven, imaginan y desean que sea la escena urbana -que, paradójicamente, en general optan por un modelo de ciudad tradicional. Elizabeth VanderSchaff (Finding the Soul of the City) propone un conjunto de preguntas orientadas a investigar el modo en que los habitantes interpretan y dan sentido a los lugares y paisajes que organizan y enmarcan la vida diaria, el modo en que se relacionan sensual y simbólicamente con el entorno, o el modo en que solucionan los problemas que posa la vida urbana. A veces las soluciones pasan por simplemente redescubrir el papel y valor de la calle, de la avenida, del espacio público, como escena de libertad e interacción social requisitos para el desarrollo humano y el enriquecimiento cultural.

Judith Martin (A Nice place to visit, but...) apunta que por su histórica ambivalencia ante la vida urbana la sociedad estadounidense no estaría interesada en construir el espacio de belleza, de vida social y cultural, de placer que buscan y admiran cuando van de vacaciones -la Europa occidental y mediterránea-, o de vivir todo el año como viven esa semana de vacaciones.

Lo anterior adquiere importancia si se lo ve desde la perspectiva del ensayo The Return of the City-State de David Morris -noción que se expande con rapidez-, para quien las ciudades están volviendo al centro de la escena mundial en forma de "ciudades-estado" integradas regionalmente en forma de alianzas o "federaciones de ciudades-estado", las cuales serán las fundaciones del sistema político y económico en el futuro cercano.

VIII

El espacio desarticulado de la posmodernidad, parte de una investigación realizada por Marisa García Vergara y Emilio Nisivoccia en 1994, es, en contraste, una representación de carácter analítico, historizante y hasta deconstruccionista, en el cual se analizan las intervenciones físicas y simbólicas a lo largo de la principal avenida de Montevideo durante el siglo XX, los diversos actores e instituciones sociales, políticas y económicas que intervienen en su construcción, estableciendo conexiones entre intervenciones arquitectónicas y urbanas y opciones estéticas por un lado, y proyectos políticos e ideologías por otro.

Los autores se proponen "poder comprender la ciudad"
en base a un estudio de "las partes que la componen", recorriendo e intentando descifrar sus significados, "decodificando su plurisemia", revelando e interpretando
la lógica histórica, política y simbólica que la explica -lógica cuya existencia parece ser negada por el caos y la desarticulación que aparece a simple vista-, buscando
en última instancia, poder "mejor delinear y replantearse caminos para la acción", es decir, nuevas intervenciones arquitectónicas y urbanas.

A partir de una radiografía de la ciudad, de sus zonas, ejes
y nodos estructurantes, el proceso urbano reaparece "enrarecido" -aclarado-, como resultado de la explicación del conjunto de fuerzas que se disputan el papel de productor de espacios, o directamente, la hegemonía cultural nacional.

De entre las diversas partes de la ciudad, como va dicho, este trabajo escoge la Avenida 18 de Julio, arteria principal
y matriz estructurante del resto de la ciudad, tanto a nivel físico como simbólico. Si bien no resulta del todo claro el modo en que se conecta la teoría manejada, el enfoque macro-económico global y el análisis del caso concreto,
es sumamente atractivo cuando se adentra en la descripción y discusión en torno al significado político y cultural de un conjunto de nodos principales que jalonan la avenida; y cuando se explora el sentido y los objetivos simbólicos buscados por las intervenciones estatales mediante el trazado de calles, peatonales, plazas, parques y avenidas; la construcción y localización de monumentos y edificios públicos (oficinas de gobierno, bancos, entes y servicios del estado, terminales, etc.); las soluciones y el lenguaje urbano y arquitectónico utilizados; el manejo de regulaciones, etc.

El análisis revela la naturaleza conflictiva y contradictoria de dichas intervenciones y núcleos semánticos, poniendo en tela de juicio el supuesto monólogo y univocidad estatal. El caos y el conflicto simbólico se acrecienta -o se hace más evidente- a lo que avanzamos históricamente, a raíz del cambio en las funciones del Estado, la gradual pérdida de protagonismo estatal en materia urbana, y la creciente capacidad que, por contrapartida, van adquiriendo otras agencias económicas y políticas: las grandes corporaciones, el poder militar, la Iglesia, la empresa privada, los especuladores inmobiliarios, en menor grado, la sociedad civil, los usuarios, etc.

Este conflicto se materializa en forma ilustrativa en Tres Cruces, locus simbólicamente denso, cohabitado por un número exagerado de intervenciones monumentales estrafalarias, provenientes de mundos dispares e incongruentes, que hoy se disputan el poder simbólico
-la hegemonía del orden simbólico-, sin lograrlo, de momento, ninguno de ellos.

Este tipo de representaciones de la ciudad -de su proceso
de construcción histórica, de su función estética y simbólica-, permite visualizar la vida urbana en su complejidad -su organización y mecánica, su lógica histórica, sus significados-, siendo un paso necesario asociado a cualquier plan, intervención y modificación de la ciudad,
o de la ciudad-región.

IX

En el contexto del Montevideo actual, la representación
de la ciudad debe tomarse no sólo como una forma de discutir y negociar colectivamente, públicamente, el gobierno departamental, sino incluso de explorar la cuestión del gobierno nacional, de cómo funciona el Estado, de cuál debe ser su papel, sus objetivos, sus sentidos, su lugar frente a otras agencias e instituciones sociales. Es en este sentido que debemos tomar las expresiones de Mariano Arana y Antonio Cravotto en torno a la ciudad, la vida urbana y la política municipal de 1989 en adelante.

Estas y otras representaciones de la ciudad son formas disfrazadas de elaborar y proponer estructuras de sentimientos o actitudes de desencanto frente a las actuales formas de vida y a las actuales formas de organizar y orientar la sociedad, así como formas de interpelación colectiva orientadas, por el contrario, a producir un re-encantamiento de la vida, nuevos sentidos para la actuación, una exploración de otras sensibilidades y dimensiones estéticas, apoyadas sobre principios, deseos
y metas, así como sobre formas de participación y protagonismo popular.

Parte del discurso de Cravotto habla de la necesidad de "reconocer los valores preexistentes", "de estar dispuestos a rehabilitar y a retroceder en algunos casos para ganar los valores que se han perdido", de los "aspectos favorables que no deben ser perdidos". Lo anterior conduce por consiguiente a "la salvación del patrimonio histórico nacional", la revitalización de los elementos que hacen al carácter de la ciudad ("lo que caracteriza e identifica a cada parte de la ciudad") y a la idiosincrasia de la vida montevideana.

La aparente tendencia nostálgica asociada a la reconstrucción de "la ciudad que fue" antes de empezar a deteriorarse, da paso a un discurso que propone tener la capacidad de derrotar la falacia moderna de que todo lo nuevo es mejor, siendo por el contrario capaces de reconocer y no destruir las experiencias acumuladas, la memoria, los avances, los conocimientos y las soluciones que toda cultura hereda del pasado, y que se acumulan en la forma urbana -destrucción (voluntaria o involuntaria) resultado de la dictadura militar, de la corrupción administrativa y del mercado capitalista sin control, o en ocasiones, simplemente, de la acción descuidada o irreflexiva.

Por otra parte, son nuevas las preocupaciones y demandas que lo motivan, las agencias y actores involucrados, así como las soluciones económicas, políticas, estéticas y técnicas que se exploran y a que se recurre para la reconstrucción o embellecimiento de la Ciudad Vieja, el Centro (de sus veredas, plazas, peatonales, árboles, iluminación, transporte, vida social y cultural), los parques, las playas, los barrios, o para la financiación de instituciones y eventos culturales tradicionales (zoológico, teatros, conciertos, concursos literarios, carnaval, etc.).

Paralelo al programa de reconstrucción de la ciudad y de la vida cultural que el centro estructura y dinamiza, se halla otro programa, esta vez de atención a cuestiones de fondo tales como la actualización del catastro, la reforma progresista de la contribución inmobiliaria, el plan de saneamiento, la descentralización político-administrativa, la mejora en la provisión de servicios (transporte, limpieza, agua, luz, comedores y guarderías infantiles, clínicas para la mujer, policlínicas barriales, espacios para la actividad artística, subsidios de alimentos, etc.), todo lo cual es ajeno a representaciones de la ciudad y de la vida urbana de carácter nostálgico, apocalíptico, o celebratorio de una ciudad en descomposición.

X

Una segunda expresión de re-encantamiento complementaria a lo anterior se encuentra bajo el aspecto de una exploración de las dimensiones estéticas y de posibles nuevas formas de relacionarse con la ciudad y entre las personas. Este tipo de planteos enfocan el tema del espacio y la forma de organizar la vida social prestando especial atención a la perspectiva ecológica, antropológica, y estética, y como resultado, poniendo el énfasis en la calidad de la vida cotidiana,
de las relaciones sociales, de la experiencia sensual, y
en la optimización y enriquecimiento de dicha experiencia.
Por ejemplo, Manfred F. Max-Neef discute la escala, la atmósfera, la red de instituciones que hacen a la calidad
de la vida urbana.

A una escala menor,
Carlos Rehermann plantea "la recuperación" de partes (perdidas/insensibilizadas) del cuerpo, y que harían posible la exploración de una nueva relación con el espacio cotidiano, resultando incluso en la formación de nuevos tipos de conciencia, de nuevos tipos
de sensaciones, en diversas calidades de vida, y en suma,
en experiencias estéticas cualitativa y significativamente diferentes -tal cual van "recuperándose" en Viaje a la semilla.

Nelson Cesin, plantea que todo espacio y elemento urbano, toda práctica corporal o hábito cotidiano, implica y hasta determina una experiencia sensual particular (impidiendo o inhabilitando otras), lo cual además de derivar en una poética y en una estética determinadas (por ejemplo, "cómo sentarse en una plaza", cómo vestirse, etc.) tiene implicaciones morales más o menos precisas, siendo verdaderas -e insospechadas- "lecciones de moral pública".

Lo anterior obliga en consecuencia a una reflexión crítica, y a adoptar una actitud lúdica y heurística ante los elementos físicos y prácticas que constituyen nuestra vida cotidiana, nuestro entorno estético. Finalmente, Ariel Gravano propone que este sería el objetivo de las nuevas formas de pensar, conceptualizar y relacionarse sensual y simbólicamente con la ciudad -de "sentir la ciudad"- tal y cual se han empezado a explorar en las investigaciones y planteos que como parte del programa de antropología urbana vienen llevándose a cabo en forma conjunta por la Cátedra de Sociología de la Facultad de Arquitectura con la Cátedra de Antropología Social de la Facultad de Humanidades.

XI

Elizabeth Wilson propone que las actuales reflexiones y debates acerca de las ciudades y de la vida urbana -en buena parte herederos de la obra de Benjamin, de Mumford, de Lefebvre, de Foucault, de Carpentier, de Calvino- como medios para discutir y criticar la sociedad y el modelo cultural en su conjunto serían una desviación producto de
"la alienación de intelectuales que ya no tienen una utopía
en la que apoyarse, el lamento permanente del disidente que habita las ciudades capitalistas, nostálgicos de..."[...].

Si miramos más allá del discurso paranoico y naturalista
de algunas representaciones en circulación, o de la romantización de la distopías arraigada en la cultura juvenil urbana, o incluso, si miramos más allá del discurso costumbrista y nostálgico por la tranquila y disfrutable vida urbana de mediados de siglo -por cierto, tres de los paradigmas mediante los que se representan la ciudad y la vida urbana que quizás den la razón a Wilson-, y si también descartamos que la discusión pública de la ciudad no se puede explicar solamente como resultado de "la ausencia de utopías" sugerida por Wilson, deviene necesario encontrar otras explicaciones.

El interés por la ciudad no obedece sólo a una falta de visión o proyecto de intelectuales desorientados o nostálgicos de los tiempos de la modernidad heroica -el París del flanêur de Baudelaire, las tres décadas doradas de la postguerra a que se refiere Hobsbawm-, o asustados ante una crisis urbana que recuerda los American Interiors (1968) de Erro, sino
a una táctica metodológica y retórica doble: primero, el de "aterrizar" la reflexión, la desmitificación y la crítica del orden social, político y económico actual en el plano donde el mito es más débil, el análisis más irrefutable y la denuncia más convincente: el plano concreto, tangible de la experiencia cotidiana y de las relaciones sociales.

Segundo, el de traducir y arraigar el plano de las ideas y de la utopía en el plano tangible de la vida cotidiana, de las relaciones sociales, de los cuerpos-ciudades, permitiendo restaurar los vínculos entre las propuestas, las teorías y los sueños de una vida mejor, con resultados, experiencias, y realidades tangibles -lejos del paraíso prometido para dentro de cuatro años, de aldeas globales que nos excluyen, de islas fantásticas que no existen en ningún lado, o de simulacros
y escenografías televisadas.

En el contexto de la tendencia postmoderna a la fragmentación, al individualismo y al narcisismo, a la mitificación, a la reificación, a la incapacidad de dar cuenta de la totalidad, de la otredad o del pasado, a la pérdida de control social de la producción del espacio y de la ciudad en contraste con el crecimiento del poder que adquieren agencias y corporaciones privadas, las representaciones de la ciudad juegan un papel metafórico.

La ciudad se convierte en una mediación o estrategia para visualizar y comprender otras cosas: la sociedad, una totalidad social que va más allá de lo idéntico y lo inmediato, una totalidad histórico-temporal, las relaciones sociales, las formas concretas de vida, y hasta los fantasmas, espíritus y sentidos que la habitan.

La ciudad, como figura heurística, como clave perceptual e interpretativa, es objeto de la imaginación (simultáneamente globalizante y detallista, de lo bello y lo técnicamente posible) así como el artefacto resultado del sujeto en posición de actor y constructor social. En respuesta a un contexto de falta de metas o de criterios de juicio para la actuación, de la gradual desactivación de la ciudadanía, y de la pérdida de una postura constructiva, la problematización de la ciudad tiene que tomarse como una manera oblicua de proponer una visión de mundo, una estética (en el sentido de forma sensual de relacionarse con el mundo), o un modo desfamiliarizante de hablar de la vida en sociedad, de las relaciones humanas, de la condición humana.

Al fin y al cabo, la ciudad, la vida urbana, es la sedimentación de prácticas sociales que se van convirtiendo en lógica estructurante y matriz determinante del estilo de vida, de la forma de ser y de relacionarse, de los valores y reglas de convivencia colectiva, todo lo cual conforma una cultura.

En conclusión, los diversos enfoques y narraciones de la ciudad responden a diferentes motivaciones, recogen distintas problemáticas, e ilustran diversos tipos de actitudes en torno a la vida urbana. En casi todos los casos las representaciones de la ciudad no parecen agotarse en una mera preocupación urbanísica, sino que tiene que ser visto como una manera de reflexionar y discutir sobre la sociedad y la actual circunstancia histórica -las vicisitudes del actual modelo cultural global-, desde una perspectiva simultáneamente inclusiva y concreta.

Puesto que el modo de visualizar y representar la experiencia social es indispensable para una transformación social conciente, resulta claro que detenernos a analizar el modo en que se "representan" las ciudades y la experiencia urbana es de vital importancia, siendo esta la razón por la que aquí la propongo como una posible línea de investigación cultural y estética.
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