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ASTROLOGÍA
- NEW AGE
Carol
Morgan, astróloga
Teresa
Porzecanski |
Tal vez sea justamente esto último lo que
la gente busca a finales de siglo y de milenio. Una vida diferente,
aunque no se sepa claramente cuál ni por qué |
En un pueblito desolado de las montañas de Nevada, más
allá del brillo plastificado de Reno y de Las Vegas, en
un punto diminuto del mapa del oeste de Estados Unidos que fuera
antes un lugar de buscadores de oro, vive una extraña
mujer de mediana edad y pestañas postizas que colecciona
muñecas antiguas. Les confecciona ropas, las peina, las
perfuma, y luego las coloca en exhibición para los que
aguardan hora para su consulta.
Piensa que la gente que espera turno podrá conversar con
las muñecas.
Hablamos de la astróloga Carol Morgan, una de las muchas
que ponen sus avisos en los quince semanarios New Age que aparecen
regularmente en la región norte de California.
Los otros avisos, ordenados en columnas incluyen: videntes,
tarotistas, quirománticos, terapeutas con cristales, con
gemas, con colores, con música, con flores, reflexólogos,
gurúes, somatoterapeutas, filósofos del Zen, predicadores,
psicólogos con terapias alternativas tales como regresiones
a otras vidas e iluminación por medio de re-encarnaciones.
Algunos avisos son más destacados que otros y prometen
más cosas: felicidad, conocimiento, experiencia, un cambio
radical el el modo de pensar, otra vida.
Tal vez sea justamente esto último lo que la gente busca
a finales de siglo y de milenio. Una vida diferente, aunque no
se sepa claramente cuál ni por qué. "Una vida
más vinculada a la naturaleza", responde alguna de
las personas que espera turno en la sala mirando a las muñecas,
"más vinculada con uno mismo". La puerta se
abre. La astróloga nos hace pasar.
Sabe que somos antropólogas, que estamos escribiendo sobre
mitos, que nuestra mirada es escéptica. Que hemos sido
formadas irreversiblemente en un estricto academicismo. Pero
igual nos sonríe. Nos hace sentar. Nos ofrece té.
"Todo
está relacionado con todo", explica a manera de presentación
de su oficio, "y todo puede ser leído, interpretado".
Las hojas de té, el resto de borra en el fondo de la taza,
la disposición de los dados sobre un tablero,
la sombra que cae sobre la arena: "por qué no habríamos
de interpretarlo?".
La conversación deriva hacia la rotación de la
tierra, la repetición de los ciclos vitales, el ecologismo,
el regreso a una vida sencilla, el autoconocimiento. "No
queremos interpretaciones únicas del mundo", dice
Carol, "ni únicas, ni demagógicas", agrega.
"No queremos que nos obliguen a una vida separada del cosmos",
advierte, "porque estamos ligados inevitablemente a las
estrellas". Para darnos un ejemplo, la astróloga
cierra los ojos por un minuto y ve el cosmos como desde un planetario.
Los abre y nos predice que esta investigación sobre mitos
contemporáneos saldrá muy bien, que escribiremos
mucho, que cruzaremos mares y tierras lejanos y desconocidos,
y que no volveremos a encontrarnos.
Según Carol Morgan, en otras vidas, mi colega había
sido monja de clausura en la España medieval y yo he sido
sido un médico en el Antiguo Egipto que descubrió
y curó remotas enfermedades. Salimos por la sala de espera.
Las muñecas nos despidieron con melancólicas miradas.
Nunca volvimos a encontrarnos.
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