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ISSN 1688-1672

 



ASTROLOGÍA - NEW AGE

Carol Morgan, astróloga

Teresa Porzecanski
Tal vez sea justamente esto último lo que la gente busca a finales de siglo y de milenio. Una vida diferente, aunque no se sepa claramente cuál ni por qué

En un pueblito desolado de las montañas de Nevada, más allá del brillo plastificado de Reno y de Las Vegas, en un punto diminuto del mapa del oeste de Estados Unidos que fuera antes un lugar de buscadores de oro, vive una extraña mujer de mediana edad y pestañas postizas que colecciona muñecas antiguas. Les confecciona ropas, las peina, las perfuma, y luego las coloca en exhibición para los que aguardan hora para su consulta.

Piensa que la gente que espera turno podrá conversar con las muñecas.

Hablamos de la astróloga Carol Morgan, una de las muchas que ponen sus avisos en los quince semanarios New Age que aparecen regularmente en la región norte de California.

Los otros avisos, ordenados en columnas incluyen: videntes,
tarotistas, quirománticos, terapeutas con cristales, con gemas, con colores, con música, con flores, reflexólogos, gurúes, somatoterapeutas, filósofos del Zen, predicadores, psicólogos con terapias alternativas tales como regresiones a otras vidas e iluminación por medio de re-encarnaciones.
Algunos avisos son más destacados que otros y prometen más cosas: felicidad, conocimiento, experiencia, un cambio radical el el modo de pensar, otra vida.

Tal vez sea justamente esto último lo que la gente busca a finales de siglo y de milenio. Una vida diferente, aunque no se sepa claramente cuál ni por qué. "Una vida más vinculada a la naturaleza", responde alguna de las personas que espera turno en la sala mirando a las muñecas, "más vinculada con uno mismo". La puerta se abre. La astróloga nos hace pasar.

Sabe que somos antropólogas, que estamos escribiendo sobre mitos, que nuestra mirada es escéptica. Que hemos sido formadas irreversiblemente en un estricto academicismo. Pero igual nos sonríe. Nos hace sentar. Nos ofrece té.

"
Todo está relacionado con todo", explica a manera de presentación de su oficio, "y todo puede ser leído, interpretado". Las hojas de té, el resto de borra en el fondo de la taza, la disposición de los dados sobre un tablero,
la sombra que cae sobre la arena: "por qué no habríamos de interpretarlo?".

La conversación deriva hacia la rotación de la tierra, la repetición de los ciclos vitales, el ecologismo, el regreso a una vida sencilla, el autoconocimiento. "No queremos interpretaciones únicas del mundo", dice Carol, "ni únicas, ni demagógicas", agrega. "No queremos que nos obliguen a una vida separada del cosmos", advierte, "porque estamos ligados inevitablemente a las estrellas". Para darnos un ejemplo, la astróloga cierra los ojos por un minuto y ve el cosmos como desde un planetario.

Los abre y nos predice que esta investigación sobre mitos contemporáneos saldrá muy bien, que escribiremos mucho, que cruzaremos mares y tierras lejanos y desconocidos, y que no volveremos a encontrarnos.

Según Carol Morgan, en otras vidas, mi colega había sido monja de clausura en la España medieval y yo he sido sido un médico en el Antiguo Egipto que descubrió y curó remotas enfermedades. Salimos por la sala de espera. Las muñecas nos despidieron con melancólicas miradas. Nunca volvimos a encontrarnos.

 
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