UNO
Dear Mimmy
¡Dios mío!
La guerra se está incubando en Sarajevo.
El domingo, un pequeño grupo de civiles armados ha
matado a un invitado durante una boda y ha herido a un cura.
El lunes había barricadas en toda la ciudad. ¡Había
mil! No tenemos pan. A las seis de la tarde la gente ya estaba
harta de no saber nada y se lanzó a la calle. Salieron
en manifestación desde la catedral. Pasaron delante de
la Asamblea. Dieron vuelta a toda la ciudad. Cerca del cuartel
Mariscal Tito hubo algunos heridos. La gente cantaba y gritaba:
Bosnia, Bosnia, Sarajevo, Sarajevo,
Viviremos juntos y Salid si queréis.
Alguien ha
dicho por la radio que la historia está escribiéndose.
Zlata Filipovic (Diario)
(Jueves, 5 de marzo de 1992)
DOS
Astucia serbia
La cultura europea
occidental no se extendió a Serbia, y tampoco su feudalismo.
Las leyendas de caballerías, de valientes paladines luchando
con villanos y festejando a bellas damas con sumiso amor cortés,
son muy similares
en las historias de Sir Lancelot y Sir Gareth en Inglaterra,
Roland y Ogier el Danés en Francia, el Cid en España
y Dietrich von Berne en Europa Central. Las leyendas serbias
tratan sobre hadas, brujas y vampiros, y acerca de los héroes
que los enfrentan en las montañas y bosques.
El héroe nacional serbio, el príncipe Marko Kraljevic
es
tan obstinado como el Ulises de la leyenda griega.
Su mayor logro fue su victoria sobre el bandido Musa en singular
combate. Musa había derribado a Marko y estaba por estrangularlo
cuando una bella hada, simpatizante de Marko, distrajo a Musa.
Y mientras Musa miraba al hada, Marko lo mató de una puñalada.
Marko siempre escapaba de sus enemigos, a diferencia de los Caballeros
de la Tabla Redonda del rey Arturo y los paladines de Carlomagno,
ya que durante casi toda su historia los serbios fueron una tribu
pequeña, rodeada por rivales poderosos de quienes sólo
podían liberarse mediante la astucia o la fuga.
Jasper Ridley (Tito)
TRES
Dear Mimmy
Intento concentrarme
en mi tarea, leer un libro, pero no lo consigo en absoluto. En
la ciudad pasa algo. Se oyen disparos en la colina. Hay columnas
de gente que llega de Dobrinja, para intentar parar algo: ni
ellos mismos saben qué. Digamos simplemente que se presiente
que algo va a pasar, que ya está pasando, una desgracia
terrible. En la tele se ve gente delante de la Asamblea Nacional.
En la radio emiten continuamente la canción Sarajevo,
mi amor.
Todo eso está muy bien, pero tengo continuos calambres
en el estómago y no consigo concentrarme en mi trabajo.
Mimmy, tengo miedo de la GUERRA.
Zlata Filipovic (Diario)
(Domingo, 5 de abril de 1992)
CUATRO
El Underground de Handke
(Eslovenia) Desde junio de 1991, desde
el comienzo de la guerra de los diez días en Eslovenia,
el pistoletazo de salida para el desmoronamiento, no puedo olvidarme
de un número. Unas setenta personas perdieron la vida
en aquella guerra inicial; pocos, digamos, en comparación
con las muchas decenas de miles de las guerras que siguieron.
Sin embargo, ¿cómo fue que casi la totalidad de
estas setenta víctimas pertenecían al ejército
popular yugoslavo, que por aquel entonces pasaba por ser el gran
agresor y que, superior con mucho en todos los sentidos, habría
tenido un juego incluso fácil con los pocos
eslovenos que luchaban por la independencia. ¿Quién
se lió a tiros con quién? (...) Algo parecido me
ocurrió, cada vez más a menudo, con los reportajes
de guerra que siguieron. (...)
(Croacia) ¿Quién fue el primer agresor?
¿Qué significaba fundar un estado, y además
un estado que mueve hacia adelante y hacia atrás a uno
de sus pueblos, en una región en la que, desde tiempos
inmemoriales, vivía un número incontable de gentes
para las cuales un estado como éste se adaptaría
en el mejor de los casos como un Cristo a dos pistolas, es decir,
un estado que tenía que ser una atrocidad, recordando
las persecuciones, que no hay que olvidar, llevadas a cabo por
el régimen hitleriano-croata de la Ustascha? ¿Quién
fue, por lo tanto, el agresor? ¿Y cómo me hubiera
comportado yo, serbio ahora en Croacia, en relación con
un estado decidido contra mí y contra mi pueblo?
A pesar de estar vinculado quizás profundamente a ese
lugar, incluso por siglos de antepasados, ¿hubiera emigrado
yo, digamos a casa, a Serbia, cruzando el Danubio?
Tal vez. A pesar de haberme convertido de repente en ciudadano
de segunda, a pesar de ser ciudadano forzoso del estado croata,
¿me hubiera quedado en el país, sin duda de mala
gana, triste, de pésimo humor, pero por el bien de mi
querida paz? Tal vez. ¿O bien, si hubiera estado en mis
manos, me hubiese defendido, naturalmente sólo con muchos
otros de los míos, y, si no hubiera más remedio,
con la ayuda incluso de un ejército yugoslavo en descomposición
y sin meta? Probablemente. (...)
(Bosnia) Más tarde, cuando, a partir de la primavera
de 1992, se empezaron a mostrar las primeras imágenes
-convertidas pronto en series de imágenes o en imágenes
en serie- de la guerra de Bosnia, hubo una parte de mi que a
los serbo-bosnios armados, ya fueran ejército o matones
que iban por su cuenta, sobre todo aquellos que estaban en las
colinas y en las montañas de los alrededores de Sarajevo,
los sintió como enemigos del género humano.
(...) Y sin embargo, casi al mismo tiempo que tenía esos
arrebatos de violencia, contra los que me sentía impotente,
propios de quien participa desde lejos, otra parte de mí
no quería fiarse de esta guerra, ni de esos reportajes
bélicos. ¿No quería? No, no podía.
Y esto por lo siguiente: también en esta guerra los papeles
del atacante y el atacado, de las puras víctimas y de
los meros criminales habían sido establecidos y fijados
por escrito de un modo demasiado rápido por la llamada
opinión pública mundial. (...) Y, una vez más,
¿cómo me hubiera comportado yo allí, si
hubiera sido un serbio de Bosnia, viendo cómo, digámoslo
suavemente, el más fuerte justifica un estado que, digámoslo
suavemente, no tiene nada que ver conmigo, en mi, nuestra región?
¿Quién fue, pues, el atacante?
Peter Handke (Justicia para Serbia)
CINCO
Dear Mimmy
(...) Nuestro sótano
es feo, muy negro, y apesta. Mamá,
que tiene un miedo atroz a los ratones, tiene que superar dos
tipos de angustia. Nos pusimos los tres en el mismo rincón
de la otra vez. Oímos explotar los obuses, los tiros,
atronaban por encima de nosotros. Incluso oímos aviones.
En un momento dado comprendí que aquel sótano horrible
era nuestra única posibilidad de salvar la vida. Incluso
empezó a parecerme cálido y hermoso. Sólo
él podía protegernos de aquellos terribles combates.
Oíamos cómo
se rompían los cristales en nuestra calle. Es espantoso.
Zlata Filipovic (Diario)
(Sábado, 2 de mayo de 1992)
SEIS
Los últimos días de Tito
En 1978 Tito invitó
al General Tempo a su residencia de Brioni. Tempo lo encontró
distraído. Tempo le preguntó: ¿Qué
pasa con Yugoslavia?. No hay Yugoslavia, dijo
Tito. ¿Qué pasa con el partido?, preguntó
Tempo. Ya no hay partido, respondió Tito,
y comentó con enfado que la gente decía que su
hijo era un espía norteamericano.
Jasper Ridley (Tito)
SIETE
Dear Mimmy
A las 9h 45 restablecieron
el servicio de agua, pero sigue sin haber electricidad. 10h 30:
sigue habiendo agua. 12 horas: ya no hay agua; por el contrario
tenemos luz.
¡YES!
Mimmy, acabo de darme cuenta de que todos mis amigos se han ido.
Oga, Martina, Matej, Dejan, Vanja, Andej. ¡Oh, NOOOOO!
Bojana y yo ya no tenemos derecho a salir al patio a causa de
los tiros. Por eso patinamos en el portal. Tampoco está
mal.
Zlata Filipovic (Diario)
(Miércoles, 24 de junio de 1992)
OCHO
Clase bosnia en Salamanca
En cuanto a los Balcanes,
había explicado Barlés en Salamanca a la futura
competencia -casi todas mujeres; era increíble la cantidad
de tías que iban a ser periodistas-, siempre fueron zona
de frontera. En ese lugar estuvo la línea de confrontación
entre los imperios austrohúngaros y turco, y las poblaciones
de uno y otro lado ejercieron, durante siglos, como verdugos
y víctimas en las diversas tragedias que deparó
la Historia -las chicas de las primeras filas tomaban notas,
aplicadas, y Barlés decidió cargar un poco las
tintas-. Ya sabéis: soldados y funcionarios imperiales,
fugitivos que se refugiaban en el otro lado, musulmanes cristianizados,
cristianos islamizados. Turcos que se la endiñaban a los
cristianos jovencitos y cosas así -las notas
se interrumpieron y la decana miró, inquieta, el reloj-.
Eran guerras a la manera clásica: represalias, pueblos
pasados a cuchillo, mujeres violadas, cosechas en llamas.
Heridas que no sangran todavía. Al fin y al cabo, hace
sólo cien años Sarajevo aún era turca. En
Europa, las hogueras de la Inquisición, la toma de Granada,
el tributo de las cien doncellas, la noche de San Bartolomé,
la conjura de los Boyardos, Crécy, Waterloo, los náufragos
de la Invencible asesinados en las costas de Irlanda, el dos
de mayo, son asuntos lejanos, tamizados por el tiempo, asumidos
como parte de un pasado que ya no tiene vínculo físico
con el presente. Pero en los Balcanes la memoria es más
fresca. Los bisabuelos de quienes ahora combaten todavía
se acuchillaban en nombre de la Sublime puerta o de la Viena
Imperial. La cuestión serbia encendió la Primera
Guerra Mundial, y durante la Segunda, las atrocidades de ustashas
croatas por una parte y de chetniks serbios por la otra, dejaron
bien fresca una tradición de agravios y de sangre. Después
de todo, cada familia cuenta con un bisabuelo degollado por los
turcos, un abuelo muerto en las trincheras de 1917, un padre
fusilado por los nazis, la Ustasha, los chetniks o los partisanos.
Y desde hace tres años, a eso hay que sumarle una hermana
violada por los serbios en Vukovar, un hijo torturado por los
croatas en Mostar, un primo hecho filete por los musulmanes en
Gorni Bakuf. Allí -había dicho Barlés a
su joven auditorio- cada hijo de puta lo tiene todo muy claro,
muy reciente. Por eso los Balcanes entraron chorreando sangre
en el siglo XX y entrarán del mismo modo en el XXI, por
muchas milongas que os cuente el ministro Solana. El nacionalismo
serbio, todos esos intelectuales que ahora pretenden lavarse
las manos tras parir criminales como Milosevic y Karadzic, manipuló
esos fantasmas para enfrentar a quienes no deseaban la guerra.
Y el llamado Occidente, o sea, vosotros y yo, consentimos que
así fuera. Los métodos más sucios fueron
puestos en práctica, ante la pasividad cómplice
de una Europa incapaz de dar un puñetazo a tiempo sobre
la mesa y frenar la barbarie.
Esa diplomacia europea sin pudor y sin redaños, gratificando
la agresión serbia con la impunidad, poniendo parches
a toro pasado, hizo que primero croatas y después musulmanes
bosnios se subieran al carro de la limpieza étnica y el
degüello. Puesto que la canallada es rentable, se dijeron,
seamos canallas antes que víctimas camino del matadero.
Después miserable condición humana se disparó
sola, e hizo el resto del trabajo, y así van las cosas.
Acabo de resumiros lo que pasa en Bosnia, hijos míos.
O mejor hijas mías. Que os aproveche.
Arturo Pérez-Reverte (Territorio Comanche)
NUEVE
Dear Mimmy
Como no salgo de casa,
contemplo el mundo exterior desde la ventana.
Por las calles deambula una enorme cantidad de perros de raza
abandonados. Sus amos les dejan fuera porque no tienen ya con
qué alimentarlos. Es francamente triste. Ayer vi a un
cocker que cruzaba el puente y no sabía dónde ir.
Se había perdido. Daba algunos pasos, se paraba, después
se volvía por donde había venido. Probablemente
buscaba
a su amo: ¿quién sabe si aún está
con vida? Aquí incluso
los animales sufren. La guerra ni siquiera les perdona a ellos.
¡Ciao!
Zlata Filipovic (Diario)
(Lunes, 20 de julio de 1992)
DIEZ
El espíritu de la nueva Gharnata
El espectáculo
de mayor desolación lo ofrece el antiguo Instituto de
Estudios Orientales: la célebre biblioteca de Sarajevo.
El domingo 26 de agosto de 1992, los ultranacionalistas serbios
arrojaron sobre ella un diluvio
de cohetes incendiarios que redujeron en pocas horas todo su
rico patrimonio cultural a cenizas. Como señala la Oficina
de Información del Gobierno de Bosnia-Herzegovina, dicho
acto constituye el atentado más bárbaro cometido
contra la cultura europea desde la Segunda Guerra Mundial.
En verdad -y tal era el propósito de la gavilla de mediocres
novelistas, poetas e historiadores con vocación de pirómanos,
cuyo informe a la Academia de Belgrado
fue el germen de la ascensión de Milosevic al poder y
del subsiguiente desmembramiento de Yugoeslavia-, dicho crimen
no puede ser definido cabalmente sino como memoricidio. Puesto
que toda huella islámica debe ser extirpada del territorio
de la Gran Serbia, al biblioteca, memoria colectiva del pueblo
musulmán bosnio, estaba condenada a priori a desaparecer
en las llamas de la vengadora purificación.
Casi cinco siglos después de la quema de manuscritos arábigos
en la granadina puerta de Bibarrambla decretada por el Cardenal
Cisneros, el episodio se repitió en mayor escala durante
las conmemoraciones del Quinto Centenario. Resueltos a enderezar
los entuertos de la historia de su país, los forjadores
de la mitología nacional serbia colmaron sus sueños
de aniquilación ancestrales: miles de manuscritos árabes,
turcos y persas se esfumaron definitivamente.
Juan Goytisolo (Cuaderno de Sarajevo)
ONCE
Dear Mimmy
(...) Tengo la impresión
de que política quiere decir serbios, croatas, musulmanes.
Hombres. Que todos son iguales. Que todos se parecen. Que no
tienen diferencias. Que todos tienen brazos, piernas, una cabeza,
que andan, que hablan, pero que hay algo que intenta
que unos sean diferentes de otros.
Entre nuestros compañeros, entre nuestros amigos, en nuestra
familia, hay serbios, croatas y musulmanes. Forman un grupo de
gente muy mezclada, y yo nunca supe quién era serbio,
quién era croata o quién era musulmán. Hoy
la política ha metido la nariz ahí dentro. Ha escrito
una S sobre los serbios, una M sobre los musulmanes, una C sobre
los croatas. Y quiere separarlos. Y para escribir esas letras
ha cogido el más negro, el peor lápiz. El lápiz
de la guerra, que únicamente sabe escribir desgracia y
muerte.
Zlata Filipovic (Diario)
(Jueves 19 de noviembre de 1992)
DOCE
Érase una vez un país
Gracias a Underground
fui conmovido por primera vez por una película de Kusturica.
Finalmente, la mera destreza de narrar se había convertido
en un impulso de narrar: en efecto, un talento para los sueños,
un enorme talento, se había vinculado a un tangible pedazo
de mundo, y también de historia, a la historia de la antigua
Yugoslavia, que había sido la patria de Kusturica. ¡Qué
necias y ruines me parecieron entonces muchas de las cosas que
se habían escrito contra Underground! No sólo
el hecho de que, después de la presentación en
Cannes, Alain Finkielkraut, uno de los nuevos filósofos
franceses, desde que estalló la guerra un incomprensible
charlatán a favor del estado de Croacia, sin haberla visto,
acusara a la película de Kusturica en Le Monde
de ser terrorismo y propaganda pro-serbia.
Hace pocos días, en Liberation, André Glucksmann,
otro
de los nuevos filósofos, le dio vuelta a la tortilla de
una forma grotesca felicitando a Kusturica por su película
-¡que decía haber visto!-, por tratarse de un ajuste
de cuentas con el comunismo terrorista serbio, que, a diferencia
de lo que ha ocurrido con los alemanes, no ha aprendido absolutamente
nada de los crímenes históricos; quien de Underground
saca semejantes conclusiones, ¿qué es lo que
ha visto?, ¿qué es lo que ve en general? Y un crítico
del Zeit alemán, en otras ocasiones bueno por algunos
momentos lúcidos, encontró en Kusturica cólera,
resentimiento e incluso sed de venganza. No, hombre,
no: Underground surge, está hecha, existe y actúa
-yo lo vi- sólo desde la aflicción y el dolor,
y un gran amor; e incluso sus groserías y estridencias
forman parte de la película; todo lo cual, junto, produce
al fin y a la postre lo lúcido, a veces incluso lo clarividente
de esta otra historia de Yugoslavia; o lo que tiene de fábula
primitiva, véase el final festivo en la isla que se va
alejando del continente, donde el tono de la película,
de repente ya no tan perturbado, y menos aún un idiota,
de un modo claro y autoritario, dulce y suavemente autoritario
como sólo puede serlo uno que cuenta cuentos, se dirige
al público con su erase una vez un país...
Por supuesto, lo más maligno de todo lo que se ha podido
leer hasta ahora contra la película de Kusturica estaba,
una vez más, en Le Monde -uno de los periódicos
más queridos por mí en tiempos. (...) En relación
con Underground, dado que el consejo de redacción
de Le Monde, véase la infamia de Finkielkraut, había
convenido en que era necesario terminar con Emir Kusturica y
su rollo proserbio, (...), se había unido ahora en las
páginas de cultura otro artículo, a cargo de una
mujer que hasta ese momento a mí lector, sólo le
sonaba como la corresponsal de guerra de Le Monde en Yugoslavia,
y además, como una que no era simplemente partidista sino
que además rezumaba un odio visceral, y de una seguridad
literalmente envidiable, contra todo lo serbio. En el mencionado
artículo quería demostrar ahora que la película,
como estaba rodada en territorio serbio, había sido producida
con el apoyo de empresas de allí y por ello iba contra
la prohibición comercial, o embargo, decretado por las
Naciones Unidas contra Serbia y Montenegro. Luego, con una minuciosidad
penosa, como si fuera el Juez Supremo, pero de una objetividad
totalmente aparente, iba enumerando todas las resoluciones de
la ONU que se podían aplicar contra la película;
sugería de este modo que sólo ya como producto
de mercancía era algo injusto de raíz, que sus
coproductores no serbios (franceses y alemanes) infringían
la ley, que la película había que quitarla de las
pantallas, retirarla por completo, que Underground no
tenía derecho a la existencia y que los productores y
el autor, Emir Kusturica, eran cuando menos gente que había
sacado tajada de la guerra.
Peter Handke (Justicia para Serbia)
TRECE
Dear Mimmy
Otra vez estoy enferma.
Me duele la garganta, estornudo y toso. Pronto llegará
la primavera. La segunda primavera de guerra. Lo sé gracias
al calendario, porque no puedo ver ni oler la primavera. Sólo
veo a pobres desgraciados que arrastran agua y a otros más
desgraciados todavía, hombres, jóvenes, a los que
les falta un brazo o una pierna. Ellos son los que han tenido
la suerte o la desgracia de no haberse dejado matar.
Ya no hay árboles ni pájaros: la guerra lo ha destruido
todo. Ya no hay gorjeos primaverales. Ni siquiera hay palomas,
el emblema de Sarajevo. Ni gritos infantiles, ni juegos. Los
niños ya no parecen niños. Se les ha arrebatado
la infancia, y sin infancia no hay niños. Tengo la impresión
de que Sarajevo muere lentamente, que desaparece. Desaparece
la vida. Entonces, ¿cómo podría oler la
primavera, que es el despertar de la vida, si aquí no
hay vida, si aquí todo parece muerto?
De nuevo estoy triste, Mimmy. Pero tienes que saber que cada
vez lo estoy más. Estoy triste cuando reflexiono, y tengo
que reflexionar.
Zlata Filipovic (Diario)
(Lunes, 15 de marzo de 1993)
CATORCE
La violinista en el psiquiátrico
Machacaron la posición
durante dos horas. Unas doscientas personas esperaban para cruzar
el túnel de regreso a Sarajevo. Las mujeres cargaban con
bolsas de alimentos y animales vivos. Era patético contemplar
aquellos ciudadanos de clase media, capaces de iniciar una conversación
en inglés o francés, esperando para atravesar un
túnel que sólo conectaba con el dolor, el hambre
y la muerte. Una joven esperaba su turno erguida, abrazada a
la funda de un violín. Se la había jugado para
buscarlo en casa de su abuela, donde ensayaba antes de la guerra.
Me dijo que las bombas no la harían renunciar a ingresar
en la Filarmónica de Sarajevo. (...)
Algunos ancianos paseaban por las zonas más peligrosas
de la ciudad buscando una muerte rápida y piadosa, mientras
numerosos intelectuales se suicidaban como única salida
al asedio exterior e interior.
El profesor Ismet Ceric, director del psiquiátrico Nedo
Zec, escribía febrilmente a finales de 1993 un largo artículo
sobre el exterminio voluntario de la Inteligencia. El veinte
por ciento de todos los pacientes ingresados en la clínica
con trastornos psíquicos eran intelectuales. Profesores
universitarios, escritores, pintores, periodistas y algunos actores.
Según me explicó Ceric, aquella gente no era capaz
de aceptar la situación ni adaptarse a ella.
Pero el desorden mental no afectaba sólo a la élite
culta. Las reacciones paranoico-persecutorias, las depresiones
y los síntomas claustrofóbicos eran la materia
prima del síndrome postrauma, el gran mal oscuro de Sarajevo.
La mayoría de la población de la ciudad padece
alguna clase de desequilibrio provocado por el asedio y el terror
prolongados, me dijo Ceric una tarde en que los gritos
de los alucinados se mezclaban con las explosiones de artillería.
Según estadísticas científicas, durante
la Segunda Guerra Mundial el miedo ante la muerte súbita
era percibido en una proporción de uno a tres entre civiles
y combatientes armados respectivamente. En Sarajevo, esa proporción
se invirtió. Tres civiles por cada soldado vivían
traumatizados ante la idea de la muerte violenta. En Bosnia no
se trataba de vencer a un ejército enemigo sino de exterminar
a los civiles.
Julio Fuentes (Sarajevo, juicio final)
QUINCE
Dear Mimmy,
(...) Fui a ver la
Vijecnica, la vieja biblioteca de Sarajevo. Generaciones y generaciones
se alimentaron de sus riquezas, hojearon y leyeron la multitud
de libros que contenía. Un día alguien me dijo
que un libro era el bien más precioso, el mejor amigo
que se pudiera tener. la Vijecnica era una mina de tesoros. ¡Cuántos
amigos había! Hemos perdido todos los tesoros, todos los
amigos que contenía ese magnífico monumento histórico.
Todos han desaparecido, se los ha tragado el fuego definitivamente.
La Vijecnica es hoy un amasijo de cenizas y ladrillos; todavía
se puede descubrir aquí o allá una hoja de papel
con alguna escritura. Como recuerdo de toda aquella riqueza perdida
para siempre me he traído un pedazo de ladrillo y un trozo
de metal.
Zlata Filipovic (Diario)
(Sábado, 4 de setiembre de 1993)
DIECISÉIS
Adiós a Sarajevo
La víspera de
mi partida me desayuno con Susan Sontag antes de acompañarla
al pequeño teatro de cámara en donde, a la luz
de unos candelabros, va a comenzar los ensayos de su montaje
teatral de Esperando a Godot.
A poco de llegar a Sarajevo, al Sarajevo asediado y convertido
en un campo de concentración de invisibles alambradas,
la comparación con nuestra guerra civil y el cerco y bombardeo
de Madrid se impone como una realidad insoslayable. Sí,
allí están, a cubierto de los montes, edificios
y colinas cercanos, los cobardes, los asesinos, los siervos
incondicionales, los ciegos instrumentos de los más sombríos
fantasmas de la historia, los técnicos de la guerra, los
sabios de verdugos del género humano de los que
habla el autor de Juan de Mairena. Pero, ¿cómo
explicar el abismo entre el sobresalto de la conciencia mundial
en 1936 para defender una causa justa pese a sus excesos y errores
y la apatía actual de los intelectuales y artistas, exceptuando
una lúcida minoría, ante la agresión, el
terror y las matanzas de los aventajados discípulos de
Goebbels y Millán Astray? ¿Dónde están
los Hemingway, Dos Passos, Koestler, Simone Weil, Auden, Spender,
Paz, que no vacilaron en comprometerse e incluso combatir, como
Malraux y Orwell, al lado del pueblo agredido e inerme? Las tentativas
de Susan Sontag y mía de atraer a autores de renombre
a Sarajevo han sido un fiasco. El desconcierto ideológico
provocado por el derrumbe del socialismo real y la terquedad
de las lógicas estratégicas y los movimientos reflejos
creados por la guerra fría no aclaran en parte el fenómeno.
No podemos hablar de ignorancia: los corresponsales y fotógrafos
enviados a Sarajevo y los frentes de guerra han cubierto en general
la información con coraje y honradez ejemplares. Pese
a ello, la opinión pública vegeta en una especie
de estupor resignado. ¿Será fruto, nos preguntamos,
del cansancio subsiguiente a la proliferación en luchas
étnicas y guerras insolubles en Asia, áfrica y
naciones periféricas de la difunta URSS?, ¿de qué
la presidencia bosnia haya implorado sin éxito el socorro
de Estados Unidos y la Comunidad Europea, induciendo con ello
a muchos intelectuales sedentarios, habituados a una clara distinción
entre buenos y malos, a recelar de ella y admirar el enfrentamiento
audaz de Milosevic a los poderes arrogantes e ineptos que dominan
hoy el planeta?, ¿de que las gesticulaciones del Consejo
de Seguridad y las resoluciones de ayuda humanitaria hayan convencido
a los más de que nuestros Gobiernos hacen cuanto pueden
en el avispero balcánico?, ¿o de una
simple e invencible aversión al islam? ¿Qué
pensar de los intelectuales que, con olvido de las lecciones
de Auschwitz, han ido, como Elie Wiesel, al gueto aterrorizado
y hambriento a predicar una angélica moderación
a las dos partes?
(...)
Como en nuestra guerra civil, el bando vencedor ha encontrado
igualmente sus portavoces: los pintorescos hispanistas británicos,
que confundían los partes de victoria de Franco con las
hazañas del Cid Campeador, han suscitado un émulo
mucho más siniestro. El ex-disidente ruso Edvard Limonov,
partidario del nacional-comunismo y afín a las ideas de
Le Pen, tras extasiarse con la extraordinaria sensación
de potencia que procura el tener en las manos una ametralladora
pesada, hacía suyas, en un maloliente reportaje
publicado en Francia, las palabras de uno de los sitiadores de
Sarajevo: Estamos en la Tercera Guerra Mundial, la de la
lucha entre la cristiandad y el islam.
Juan Goytisolo (Cuadernos de Sarajevo)
DIECISIETE
Dear Mimmy
Hoy es el cumpleaños
de mamá. Le he dado un enoooorme beso y le he deseado
un Feliz cumpleaños, mamá. No tenía
nada más que darle.
Es su segundo cumpleaños de guerra. El mío se acerca.
Se acerca diciembre. ¿Será un cumpleaños
de guerra? ¿Uno más?
Zlata Filipovic (Diario)
(Jueves, 9 de setiembre de 1993)
DIECIOCHO
El suicida
Lo único que
anoté para mí en el viaje serbio fue un pasaje
de la carta de despedida de aquel hombre que, antaño partisano,
como su mujer, se quitó la vida después de estallar
la guerra en Bosnia. La traición, el desmoronamiento,
el caos de nuestro país, la difícil situación
en la que se ve arrojado nuestro pueblo, la guerra de Bosnia-Herzegovina,
el exterminio del pueblo serbio y mi propia enfermedad han hecho
que mi vida ya no tenga sentido, y por ello he decidido liberarme
de la enfermedad y, sobre todo, de los sufrimientos causados
por el ocaso de mi país; de este modo permito que mi organismo
agotado, que ya no soportaba todo esto, descanse. (Slobodan
Nikolic, a orillas del Drina, 8 de octubre de 1992).
Peter Handke (Justicia para Serbia)
DIECINUEVE
Parte de guerra
Pienso sin cesar en
Sarajevo, y cuanto más pienso, más tengo la impresión
de que Sarajevo ha dejado de ser lo que era. Tantos muertos y
tantos heridos. Monumentos históricos destruídos.
Libros y cuadros desaparecidos. Arboles centenarios abatidos.
Tanta gente como se ha ido de Sarajevo para no volver nunca más.
Ya no hay pájaros: sólo un desgraciado gorrión
que pía. Una ciudad muerta. Y los señores de la
guerra continúan discutiendo, dibujando mapas, tachándolos...
Todo lo que sé es que su jueguecito ha costado ya a Sarajevo
quince mil víctimas, entre las cuales hay tres mil niños
y cincuenta mil inválidos de por vida -se les puede ver
por las calles con muletas, o en sillas de ruedas, sin brazos
o sin piernas-. También sé que ya no hay sitio
en los cementerios y en los parques para enterrar más
víctimas.
Quizá sea esa la razón para que esta locura termine...
¿Hasta cuándo? No lo sé. ¿Hasta el
21 de setiembre? No lo creo. En fin, ya veremos.
Zlata Filipovic (Diario)
(Domingo, 19 de setiembre de 1993)
VEINTE
Antes de la lluvia
Termina Underground;
se abre la tierra y en una isla un grupo de serbios perciben
lo doloroso de la secesión. Sin embargo, tienen tiempo
para seguir festejando y riendo. Saben que la guerra no ha terminado.
En otra película, Antes de la lluvia, una pareja
de jóvenes macedonios (él cristiano ortodoxo y
ella musulmana) viven una historia de amor tipo Romeo y Julieta.
Amor imposible. La tormenta viene del norte. El Territorio
Comanche de la guerra se acerca para dividir a las familias,
para encender la llama del odio en las aldeas de Macedonia. Después
de Underground, cuando las cámaras de televisión
ya se retiraron acompañando al exilio francés refugiados
de Bosnia-Herzegovina como Zlata Filipovic, cuando Juan Goytisolo
y Peter Handke escriben tranquilamente en sus casas de España
y Austria respectivamente, cuando Milosevic sigue siendo el presidente
serbio y Sarajevo es visitada por el Papa Juan Pablo II, Macedonia
espera con pánico la llegada de la tormenta. Manchevski,
en su obra Antes de la lluvia (una de las mejores películas
estrenadas este año) completa los huecos dejados por el
barroquismo de Kusturica. Una historia mínima, privada,
que avisa que el drama de la guerra en los Balcanes está
lejos de terminar.
* Plublicado
en Posdata
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