Películas como Underground
provocan múltiples adhesiones y rechazos. En el centro
mismo de la polémica, la crítica francesa calificó
a la última obra de Kusturica como pro-serbia y el escritor
austríaco Peter Handke realizó una osada defensa
en su libro Justicia para Serbia. Lo que si queda claro
es que lo espinoso de Underground reside en su propia
estructura cinematográfica; construida en capas recorre
los últimos cincuenta años de historia de los Balcanes
tomando como centro la capital de la ex-Yugoslavia, Belgrado.
Y como obra polémica, despierta enconos con respecto a
situaciones aún no cerradas en este caso de la historia
más reciente. La descomposición como país
de Yugoslavia, el drama de Sarajevo y multitud de pueblos bosnios,
las luchas étnicas entre serbios, croatas y musulmanes,
el papel de intelectuales como Juan Goytisolo y Susan Sontag
por un lado y de Emir Kusturica y Peter Handke por otro; todos
estos tópicos configuran una pequeña parte de un
tema dolorosa y también apasionante. Este dossier incluye
un breve repaso a la obra de Kusturica como cineasta, un detallado
informe para leer con mayor atención las distintas capas
y símbolos del Underground balcánico que
se narra en la película y, por sobre todo, pretende ser
un llamado a la reflexión por la insensatez de una guerra
que en un margen-frontera de Europa hizo revivir las peores pesadillas
del siglo perpetradas por Hitler, Stalin y Franco, entre otros
dictadores.
YUGOSLAVIA, FRONTERA ENTRE
ORIENTE Y OCCIDENTE
Historia de
una fragmentación
Suele decirse que si
el Mariscal Tito gobernara aún en los Balcanes seguiría
ondeando la bandera yugoslava en la capital Belgrado. Además
de superficial, esta consideración omite -como lo omitió
también la historia oficial del partido comunista de Yugoeslavia-
las diversas situaciones que se dieron en las últimas
cinco décadas, en el mismo momento del parto en que los
partisanos de Tito obtuvieran los favores de Churchill (y los
de Stalin en menor medida) para derrotar a las milicias chetniks
y ustashas, los tristemente célebres nacionalismos serbio
y croata respectivamente. Para conocer las rupturas que llevaron
a la división definitiva de Yugoslavia y su desaparición
como estado es necesario reconocer datos históricos, culturales
y religiosos determinantes que se arrastran a más de dos
mil años atrás, con los primeros pueblos que poblaron
los Balcanes.
Hasta el siglo II AC, cuando legiones romanas invadieron los
actuales territorios que comprenden Eslovenia, Croacia, Serbia,
Bosnia y Montenegro, los únicos habitantes de los Balcanes
eran los ilirios, un pueblo que vivía en comunidades primitivas
sobre la costa del Mar Adriático. Las incursiones romanas
llevaron a los ilirios a escapar a las montañas de la
actual Albania, y es en ese tiempo que se construyen las primeras
ciudades romanas en la invadida Illiria. Paralelamente, desde
el noreste, provenientes de la lejana Ucrania, tribus de guerreros
eslavos nómades que cultivaban, cazaban y adoraban diferentes
dioses, inician un peregrinaje hacia el sur. Estas tribus vieron
favorecido su camino por las cruentas guerras entre bárbaros
y romanos, y ya entre los siglos IV y VII comienzan a asentarse
en territorio ilirio al modo de violentas hordas inmigrantes,
al contrario de la versión idílica del peregrinaje
eslavo en la versión histoiográfica rusa.
Las tribus eslovenas, croatas, bosnias, montenegrinas
y serbias de estos primeros yugoeslavos (así se los llamaba
en la época), fueron adueñándose del territorio
aprovechando al principio la debilidad romana. En ese tiempo
el cristianismo era la religión oficial del Imperio en
decadencia y las condicionantes geográficas hicieron que
los eslavos croatas y los eslovenos se mezclaran con los romanos,
adoptando incluso la religión cristiana, mientras que
serbios y bosnios mantuvieron por un tiempo más su nomadismo,
sintiendo más influencia de Constantinopla
que de la lejana Roma.
El cisma en el cristianismo fue uno de los hechos más
trascendentes y que marcaron huella en los Balcanes; a partir
de él reniegan del Papa los llamados ortodoxos del Imperio
de Oriente. Y como Constantinopla ejerce poder sobre montenegrinos,
serbios, bosnios y búlgaros, estas tribus eslavas se someten
al nuevo canon religioso. De allí parten otras diferencias
que se mantienen aún hoy principalmente entre serbios
y croatas; los ortodoxos utilizan (y seguirán utilizando
hasta el siglo XX) el alfabeto cirílico en contraposición
al alfabeto romano. En la actualidad, a pesar de las mínimas
diferencias entre las dos lenguas (insignificante en la forma
hablada) se han marcado radicalmente las diferencias de alfabeto.
Y es a partir del cisma religioso que se acentúan las
guerras entre romanos y eslavos, y que comienzan entre los propios
eslavos (serbio y croatas principalmente) guerras muy violentas.
Tanto eslovenos, croatas y parte de los bosnios fueron influidos
decisivamente por misioneros católicos procedentes de
Roma. En el año 800, por ejemplo, Carlomagno, emperador
del Sacro Imperio Romano, invade y somete definitivamente los
territorios de Hungría, Croacia, Eslovenia y Dalmacia,
marcando con sangre cruzada el trabajo misionero. Otros hechos
se suceden en los siguientes siglos, siempre en guerra constante
y con esa frontera siempre endeble entre Oriente y Occidente
que marcó a serbios y croatas y que determinó históricamente
el papel de territorio comanche a las tierras ocupadas
por los bosnios.
Los alemanes intervienen en los Balcanes por primera vez en el
siglo XIV, conquistando Eslovenia, que es adquirida por la familia
Habsburgo, que la conservó durante 600 años. El
feudalismo se había convertido en el sistema económico
y social desde Carlomagno, siendo afectadas en este proceso tanto
Croacia como Eslovenia. Esta es otra diferencia sustancial, ya
que este sistema demoró varios siglos en establecerse
en Bosnia y Serbia, que permanecían en un sistema pre-feudal
de grandes familias y grupos de familias. Mientras croatas y
eslovenos dependían de italianos y alemanes alternativamente,
el Zar Dusan de Rusia entró en acción en el siglo
XIV, dominando Serbia luego de derrotar a los turcos y conquistar
los territorios de Albania y Macedonia.
En una cruenta contraofensiva, los turcos invaden Serbia y el
15 de junio de 1389 aniquilaron a los serbios en la batalla de
Kosovo, fecha que quedará grabada en la impronta del pueblo
serbio y que será tomada siglos más tarde por los
nacionalistas chetniks. Luego de una breve retirada -cuando los
mogoles amenazaban su imperio- en 1453, los turcos recuperan
Constantinopla y vuelven a anexar Serbia, incorporándola
al Imperio Otomano. Anexan también Albania y Bosnia pero
nunca Montenegro. Una buena parte de la población sometida
se convierte al islamismo, otra religión fundamental para
entender el futuro drama de Sarajevo. La frontera serbo-croata
era definitivamente la frontera entre Europa occidental y oriental.
Las guerras continúan; los turcos en 1683 invaden Austria
pero son derrotados en Viena por los polacos. Los austríacos
-con soldados croatas- conquistarán Belgrado en 1717 pero
no toda Serbia. Los serbios no tenían inclinaciones decisivas
entre turcos y austríacos (aunque los turcos eran más
tolerantes en el plano religioso).
En el año 1789, con la Revolución Francesa, casi
toda Europa se ve conmovida, pero en los Balcanes tanto serbios
y bosnios no sintieron la influencia de la revuelta burguesa
e incluso cuando en 1804 se rebelan -con resultado negativo-
contra los turcos, buscaron el apoyo del zar ruso, el más
déspota de los reyes europeos. Mientras tanto, croatas
y eslovenos tuvieron un papel no demasiado libertario; lucharon
contra Napoleón en Italia junto a los austríacos
y cuando Napoleón los invade y crea una república
dálmata, obliga momentáneamente a los austríacos
a cederle Eslovenia y Croacia, que luego serán devueltas
a los Habsburgo.
El siglo XIX tiene su primer gran momento para los Balcanes en
1830, cuando Serbia obtiene la autonomía de Constantinopla;
eran tiempos en que los rusos deseaban eliminar el poder turco
en Europa, mientras que los ingleses preferían varias
repúblicas independientes y dependientes de Constantinopla
en los Balcanes. En la zona occidental de los Balcanes, mientras
tanto, después de 1848 (año en que Marx y Engels
escriben el Manifiesto del Partido Comunista), comienza a sentirse
la influencia de la nueva ideología; pero lejos de unir
a los proletarios de los diversos países y nacionalidades,
despertó el más enconado odio entre alemanes, húngaros
y polacos contra checos y croatas.
En Praga, el historiador Palacky convoca a un movimiento paneslavo,
que es considerado reaccionario por Engels. Serbia, Bosnia y
Montenegro fueron tan indiferentes como ante la revolución
francesa; pero definitivamente el socialismo y el paneslavismo
fueron las primeras ideologías que en 1500 años
echaron raíces en Croacia y Serbia. Los constantes problemas
-siglos y siglos de guerras- llevaron a que en 1878, en el Congreso
de Berlin, las potencias occidentales fijaran una política
para los Balcanes. Rumania y Serbia serían estados independientes
al igual que Montenegro. Bulgaria y Albania continuarían
bajo dominación turca, y Bosnia seguiría bajo los
turcos pero
con el ejército austríaco para reestablecer el
orden. A partir de los nuevos cambios, dentro de cada país
balcánico se sucedieron distintas conspiraciones apoyadas
por rusos y austríacos.
En los primeros años del presente siglo los austríacos
logran definitivamente anexar Bosnia, y Bulgaria se declara independiente;
estos dos hechos fueron consecuencia de la derrota del Sultanato
en Turquía por los jóvenes turcos, circunstancia
que marcó el principio del fin del dominio musulmán
en los Balcanes. Pero las guerras no acabarían. Entre
1912 y 1913, búlgaros, serbios y griegos derrotan a los
turcos y luego se enfrentan entre ellos para dividirse los despojos.
Una trágica tarde de 1914 sucede un hecho más que
conocido en la historia del siglo XX, cuando un nacionalista
bosnio asesina al archiduque Francisco Fernando en Sarajevo y
Austria le declara la guerra a Serbia. Rusia apoya a los serbios
y rompe relaciones con Austria, que es apoyada por Alemania.
Francia apoya a Rusia y Gran Bretaña entra a la guerra
cuando los alemanes invaden Bélgica.
Apenas veintidos años antes del estallido de la Primera
Guerra Mundial nacería uno de los protagonistas más
famosos de los Balcanes, Josip Broz -más conocido como
Tito- en la aldea croata de Kumrovec. La familia Broz procedía
de Bosnia pero había emigrado a Croacia en 1500 escapando
de los turcos. Se han señalado diferentes versiones sobre
los años juveniles del futuro mariscal yugoslavo, pero
lo cierto es que en 1914 fue encarcelado
por los austríacos por sumarse a las prédicas pacifistas
de la Segunda Internacional Comunista y allí comienzan
sus aventuras y desventuras. Durante la guerra, Broz es tomado
prisionero por los rusos y viaja a Petrogrado en los días
de la revolución; es detenido por bolchevique y luego
escapa a Finlandia. Más tarde, en 1917, se traslada a
Omsk (Siberia) y se alista en la Guardia Roja.
A esta altura de este breve relato histórico -estamos
en 1918, cuando la Revolución Soviética aceleró
el fin de la guerra- recién aparece en el juego la denominación
Yugoslavia al estado que uniría a los viejos yugoeslavos
emigrantes de Ucrania bajo una misma bandera, sueño en
primera instancia de los paneslavistas alentados por los ingleses
y opuestos a los socialistas. (Paradójicamente, Tito sería
más tarde decisivo al frente del PC de la consolidación
de Yugoslavia como nación). Fue en el Tratado de Versalles
que, entre otros pactos, se decidió la creación
del estado de Yugoslavia (Serbia, Montenegro, Bosnia, Eslovenia
y Croacia) que se funda el 1 de diciembre de 1918. Los serbios
dominaban la nueva Yugoslavia, admirados por ingleses y franceses
por su resistencia contra austríacos y alemanes, situación
que fue generando en los años siguientes un gran malestar
entre croatas y eslovenos.
El que continúa también es el periplo de Josip
Broz, el militante. Tras la finalización de la larga guerra
civil en Rusia entre bolcheviques y blancos, vuelve a Croacia
y se afilia al Partido Comunista Yugoslavo, que obtiene triunfos
electorales en Belgrado y Montenegro. Tras varios periodos en
las cárceles yugoslavas luego de la prohibición
del PC en 1921, es en 1927 que Tito comienza a ser un personaje
influyente dentro del partido, en tiempos en que comienzan las
luchas entre Stalin y Trotsky. Mientras Markovic (Secretario
General) creía en la Gran Yugoslavia, Tito (que era agente
del Comintern y seguía la línea anti-paneslava)
promovió su expulsión llamando a respaldar los
separatismos croata, macedonio y esloveno. Desde ese momento,
Tito pasó a ser Secretario General del partido en Zagreb.
En paralelo a estas luchas internas, son asesinados dos diputados
del Partido Campesino Croata en Belgrado y el Rey Alejandro disuelve
el Parlamento en 1929. Tito vivió todos estos momentos
encarcelado y recién es liberado en 1934, un año
después que Adolf Hitler fuera nombrado canciller en Alemania
y poco tiempo antes que ustashas croatas asesinaran al Rey Alejandro;
así comienza otro exilio que lo llevaría a Tito
por Viena, Praga y finalmente Moscú, en plenas purgas
stalinistas.
Más tarde convence al Comintern de que la cúpula
del PC yugoslavo debe estar en Yugoslavia, y 1936 lo sorprende
en París coordinando la ayuda a la República Española
amenazada por Franco.
En 1938 estamos ya en los albores de la Segunda Guerra. Cuando
Alemania anexa Austria, el PC yugoslavo protesta
y se manifiesta pidiendo la resistencia armada contra Hitler.
Un año más tarde, en 1939, Tito denuncia la guerra
imperialista y llama a la huelga general. El príncipe
Pablo pacta con Hitler y acepta que tropas alemanas pasen por
Yugoslavia para llegar a Grecia. Draza Mihailovic y un grupo
de soldados serbios desertan del ejército denunciando
la política pro-alemana y dan un golpe de estado que depone
al príncipe Pablo. La respuesta no se hace esperar, el
6 de abril de 1939 los alemanes bombardean Belgrado. No hay una
resistencia organizada y en tan solo cuatro días alemanes,
búlgaros, italianos y húngaros invaden la joven
Yugoslavia. El 10 de abril los alemanes entran en Zagreb y son
recibidos victoriosos por los ustashas que esperaban formar un
estado independiente. Los ustashas anexaron Bosnia y los demás
ejércitos de ocupación se repartieron el resto
del país.
En Croacia los ustashas procedieron a exterminar a serbios, judíos
y gitanos. Casi 250000 personas fueron ejecutadas antes de 1942.
Tito se traslada a Belgrado en 1941 esperando ayuda militar soviética,
mientras en Bosnia se desataba una guerra fratricida entre las
tres etnias. Comienzan los sabotajes del PC yugoslavo a los alemanes
y la resistencia en el sudoeste de Belgrado, en Uzice. Mientras
tanto, los chetniks de Mihailovic esperan el desembarco aliado
para actuar contra los nazis y croatas.
Las largas conversaciones entre Tito y Mijailovic para concertar
la resistencia no concluyen en ningún acuerdo y se desatan
los enfrentamientos entre chetniks y partisanos al tiempo que
los chetniks pactan con los nazis para acabar con el PC y los
partisanos de Tito. Los alemanes avanzan sobre Uzice y los partisanos
se repliegan hacia Montenegro pasando por Bosnia. Ante la sorpresa
de los partisanos, Moscú y Londres celebran la resistencia
chetnik ante los nazis, pero pronto los servicios secretos ingleses
detectan que los alemanes utilizan más compañías
para luchar contra Tito que contra los chetniks.
Este hecho será fundamental, ya que en 1943 Churchill
comienza a ayudar a los partisanos a pesar de la irritación
de Stalin por este hecho y por las negociaciones entre partisanos
y nazis por intercambio de prisioneros. Si no pueden ayudarnos,
al menos no estorben, le escribió Tito a Stalin,
dejando escritas así sus primeras divergencias con Moscú.
El 15 de mayo del 43 Hitler lanza una ofensiva de 100000 hombres
contra los 20000 partisanos de Bosnia; Tito espera a una misión
británica para obtener ayuda militar y esta gesta heroica
cambiaría el rumbo de la guerra en los Balcanes y la suerte
de los nacionalistas chetniks y croatas además de la
de los nazis. La guerra partisana de Tito fue la que lo hizo
cambiar su vieja idea paneslava, otro detalle de irritación
para Stalin, ya que sus combatientes pertenecían a todas
las nacionalidades de la Yugoslavia del Rey Alejandro.
Tampoco la génesis de esta nueva Yugoslavia resultó
una panacea, como decíamos al principio de esta nota.
Los sucesivos enfrentamientos de Tito con Stalin provocaron
en 1948 la expulsión de Yugoslavia del Pacto de Varsovia,
quedando este país en una incómoda y peculiar situación;
nuevamente era la frontera entre Oriente y Occidente,
y era un estado comunista apoyado económicamente
-vaya paradoja- por Inglaterra y Estados Unidos.
Las idas y venidas de la política exterior de Tito posibilitó
luego un acercamiento con Moscú durante la era Kruschev,
algunos coqueteos con China y una eminente posición tercerista
que condujo a que Yugoslavia fuera uno de los países propulsores
del Movimiento de Países No Alineados.
Todo esto pasaba fuera; dentro la realidad estaba lejos de todo
equilibrio. Económicamente, el gobierno socialista debió
abrirse hacia una economía mixta, ya sea por las presiones
occidentales como por la de regiones en las que concentraban
la producción: Eslovenia y Croacia, obviamente, siempre
más adelantadas que Bosnia, Montenegro y Serbia, aunque
esta última mantuviese el poder político -al igual
que en la primera posguerra- por su mayoritaria posición
antigermana. Tito, en lo interno, debió hacer frente a
estas tensiones, que incluyeron diferentes purgas y sucesivas
legislaciones que permitieron sobre el final de los años
sesenta que los obreros croatas ganaran el doble que los campesinos
de Montenegro, por ejemplo.
Todas estas circunstancias están muy bien narradas en
Underground, cuando Kusturica se detiene a describir los
distintos países subterráneos que coincidían
bajo la bandera yugoeslava. Y pese a los diferentes procesos
que llevaron al PC yugoslavo dirigido por Tito a atenuar el modelo
stalinista en lo político y en lo económico, lejos
estuvo de permitirse aperturas demasiado heterodoxas hacia occidente.
En lo que atañe al tema de los nacionalismo, fueron controlados
principalmente por la derrota militar de estos
al final de la guerra y por complicados equilibrios realizados
por Tito durante su gobierno que no excluyeron que a comienzos
de los años setenta se produjeran estallidos nacionalistas
en Croacia.
La muerte de Tito, que conmovió al mundo, provocó
diferentes especulaciones, pero todo se mantuvo equilibrado hasta
la posterior caída del Muro de Berlín, que finalmente
despertó a los dormidos nacionalismos. El papel de Milosevic
(presidente serbio) fue fatídico, al intentar mantener
su poder dentro del convulsionado partido comunista denunciando
la discriminación de serbios en la provincia sureña
de Kosovo, de mayoría musulmana.
Esta campaña, comenzada a finales de los 80, trajo consigo
violentas represiones del ejército y fueron los gérmenes
de la renuncia de los dirigentes eslovenos y luego de los croatas
del partido. Este fue el primer paso; luego vendrían las
declaraciones de independencia de ambas regiones que fueron respaldadas
rápidamente por países como Alemania
y Austria ante la pasividad del resto de Europa. La tensión
subió y el ejército yugoslavo se convirtió
en un ejército de ocupación en su propio país;
hubo breves escaramuzas en Eslovenia y una guerra a pequeña
escala con Croacia que culminaron con acuerdos de paz que confirmaron
la secesión.
El ejemplo fue seguido por Bosnia, donde se reparten en su territorio
las etnias musulmana, serbia y croata, pero allí el problema
no tuvo una resolución rápida. Mientras ningún
país reconoció la independencia de Bosnia, la guerra
en Bosnia se convirtió en una cacería indiscriminada
de musulmanes por parte del ejército de Milosevic y los
chetniks. Decenas de ciudades fueron arrasadas y el sitio de
Sarajevo se prolongó -ante la mirada complaciente de las
Naciones Unidas- durante tres largos años. El drama de
la guerra culminó con la derrota serbia en las negociaciones
luego de las gravísimas denuncias de intelectuales y medios
de comunicación que culminaron en una tardía intervención
de la Otan. Hoy Bosnia es un país independiente, partido
en dos (una parte musulmana y la otra serbia) y todavía
quedan por resolver problemas que han pasado a un segundo plano,
como el de la República de Macedonia, que si bien declaró
su independencia sigue dependiendo de Belgrado.
Sobre el drama macedonio, polvorín que podría hacer
estallar viejos recelos entre griegos y turcos, se refiere Milcho
Manchevski en su escelente película Antes de la lluvia,
recientemente estrenada en Montevideo y que al
igual que la de Kusturica obtuviera un premio en el Festival
de Cannes.
La historia continúa, pero el sitio a Sarajevo y las atrocidades
de la última guerra en los Balcanes han despertado viejos
temores en un momento histórico en que Europa Occidental
está viviendo un proceso de reunificación que a
pesar de ciertas piedras en el camino goza de muy buena salud.
El sitio de Sarajevo, la descomposición yugoslava y sobre
todo la limpieza étnica comenzada por los serbios y continuada
por croatas y musulmanes, resultaron una gran pesadilla para
los europeos, que en cada país actualmente hacen frente
a movimientos derechistas nacionalistas y xenófobos que
en algunos casos llegan incluso al 15% del electorado, como sucede
con el carismático Le Pen en Francia.
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