BULLYING/MOBBING -
Diccionario para tiempos difíciles*
Sandino
Núñez
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BULLYING, MOBBING. Hay
nichos de mercado del acoso que todavía no han sido explotados y que ya
podemos ir sugiriendo para futuras especializaciones, posgrados,
congresos, asesoramientos y terapias: el acoso en el ómnibus, el acoso
en el supermercado, el acoso en alta mar, acoso los viernes de noche,
acoso religioso y acoso filosófico, acoso de rengos de voz ronca. |
BULLYING,
MOBBING. Ocurre que va a haber un congreso de mobbing y bullying
en Montevideo y la delicada exquisitez de las expresiones me tentó.
Ambas locuciones inglesas remiten al horror maravilloso de la
cultura contemporánea: el acoso del otro. La primera designa al
acoso en la escuela y la segunda al acoso en el trabajo. También
tenemos el stalking o acoso físico, el cyberstalkig y
el cyberbullying, el acoso inmobiliario (¿acoso
inmobiliario?). Hay nichos de mercado del acoso que todavía no han
sido explotados y que ya podemos ir sugiriendo para futuras
especializaciones, posgrados, congresos, asesoramientos y terapias:
el acoso en el ómnibus, el acoso en el supermercado, el acoso en
alta mar, acoso los viernes de noche, acoso religioso y acoso
filosófico, acoso de rengos de voz ronca, en fin. Las dos
expresiones (bullying y mobbing), previsiblemente, provienen de la
etología, disciplina que estudia, describe y clasifica el
comportamiento animal. Esta variante social o humana de la etología
y sus estúpidos procedimientos empírico-descriptivos,
clasificatorios y de cuantificación, ya es moda desde hace muchas
décadas (hace unos ocho o diez años inundaron el mercado con lo de
las "tribus urbanas"). Buena parte de la sociología y la psicología
empíricas han clavado sus artefactos en esta despiadada
clasificación policíaca de la conducta de las personas y de los
grupos, o bien por el mero placer de describir y fotografiar lo real
(hacer una antropología urbana que se desplaza de los lejanos
contextos exóticos de principios de siglo XX como las islas del
Pacífico Sur, al exotismo folclórico del multiculturalismo de las
propias metrópolis occidentales), o bien con la coartada de hacer
una sociedad más tolerante y más democrática "empoderando" a las
víctimas, haciéndolas menos vulnerables al comportamiento abusivo y
del odio, y enderezando a acosadores y sociópatas. El programa
televisivo "Santo y seña" hace un valiente reporte periodístico en
el que desnuda y denuncia el timo y el embuste de los "mercaderes de
la fe", que, oh, novedad, especulan con la ignorancia y la
credulidad de los indefensos pobres para vender milagros,
curaciones, descargas y liberación de incostos. Pero nadie hará
nunca un programa de televisión en el cual se desnude y denuncie a
estos predicadores diplomados en power point que venden
terapias y
empoderamiento, asesoramiento y orientación de autoayuda,
apoyados en la obsesión de la masa con la seguridad, y exponenciando
la obscenidad de una cultura que vive aterrorizada por el acoso del
otro. Lo estúpido de nuestra cultura muchas veces oculta lo
peligroso, lo atroz y lo infame, y eso la vuelve dos veces más
peligrosa e infame. Acoso, hostigamiento, intimidación, terror: eso
mueve la circulación hoy de cuerpos, cosas, energías y lenguajes.
Dividir la sociedad en acosadores y víctimas, en predadores y
presas, es blindar la máquina de la seguridad. La víctima no piensa
en liberarse (liberación: ese sueño loco y caduco): solamente busca
ser protegida y amparada, o tolerada y no molestada. Y el acosador,
el perseguidor y el hostigador es un virus lleno de odio paranoico
irracional, o indiferente e inmotivado, o sádico y sociopático.
Estamos a años luz de algo como una sociedad.
* Publicado
originalmente en Tiempo de Crítica. Año II, N" 55. 12 de
abril de 2013, publicación semanal
de la revista Caras y Caretas.
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