REACTIVO/PROACTIVO.
Hermosas palabras cuya arqueología interesa menos que su papel en el
'sermón pagano' o en el 'sermón protestante' de la autoayuda. Este
registro o estilo discursivo cubre un horizonte amplísimo y
democrático: va desde catálogos y presentaciones corporativos o
empresariales hasta predicadores terrajas de Business Show,
desde selecciones de Reader's Digest hasta la desafiante e
innovadora creatividad de las Conferencias TED.
El sermón pagano apoya toda su ontología en un par de axiomas:
a. lo que existe es lo que vale la pena; y lo que existe es
la apretada exigencia de la vida o de la comunidad:
su lógica práctica y reglada de intercambio entre los
cuerpos: energías, comunicación, negocios, beneficios,
afectos, intereses, competencia, producción. Algunas
de las categorías de esta lógica: metas, planes, gestión,
objetivos, estímulos, éxito, oportunidad, conducta.
b. un sujeto, para este mundo, es un individuo,
un cuerpo-energía o un operador de la lógica
mencionada en el axioma a (llamémosla, por
comodidad, lógica A o sistema A).
Sobre el territorio definido por estos dos axiomas, la pareja
reactivo/proactivo proyecta un mapa envolvente e hiperrealista: da
un espesor épico a la penosa chatura del mundo de los cuerpos y los
intercambios (es decir, de la lógica A). Reactivo/ proactivo
introduce una clasificación primitiva de los sujetos en el sermón
pagano-protestante. Reactivo es un mal operador de la lógica A: es
un sujeto pasivo, mimético o refractario de su contexto próximo, una
víctima desús circunstancias cotidianas. Caracterológicamente se lo
reconoce como negativo, depresivo, ineficaz, miedoso, pusilánime,
desbordado por el mundo de la vida: una especie de punto oscuro en
la energía general del sistema A.
Proactivo es un agente
bueno, un buen operador de la lógica A: un sujeto capaz de la
estrategia de situarse por fuera de su circunstancia, capaz de
adueñarse de su modo de reaccionar ante los estímulos. Esto le
permite conocer sus necesidades, identificar los problemas y ser
eficaz para resolverlos, golpear las zonas adecuadas de la trama
energética y no perder el tiempo en la autoindulgencia o en la
autocompasión. Es claro que tanto mejor es el sujeto cuanto mayor la
cantidad de mundos parciales de la lógica A en los que es capaz de
funcionar (padre de familia, emprendedor, metrosexual, amante
romántico, profesor universitario, militante por alguna causa).
Adaptabilidad o resiliencia se llama esa peculiaridad. En tanto la
lógica A dibuja un mundo sin trascendencia (digamos, sin Dios: sin
libertad, sin justicia, sin soberanía y sin idea —todas son
superchererías metafísicas, es decir, no existen, y por lo tanto no
valen la pena—), los sujetos proactivos son superhombres
nietzscheanos.
El canto del triunfador en el mediodía del mundo, en un mundo sin
sombra, sin duda, sin nihilismo. La vida y los buenos operadores de
la vida es lo único que vale la pena. Pero aquél que defiende el
valor superior de la vida es aquél que en su nombre mata o encierra
o explota o ejerce el poder. Un noble y prestigioso empresario es
tan proactivo como un delincuente: la lógica que los fabrica es la
misma. Pues el problema es que en el sistema A lo que no tenemos es
un lenguaje para juzgar el sistema A.
* Publicado
originalmente en Tiempo de Crítica. Año I, N° 12, 8 de junio de
2012, publicación semanal
de la revista Caras y Caretas.
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