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SEGURIDAD - NEGOCIO DE LA SEGURIDAD -
 

Diccionario para los nuevos tiempos (XII)*

Sandino Núñez
 
 

SEGURIDAD
Esta es la mejor metáfora de la seguridad: robustecer el sistema inmunitario de un cuerpo siempre expuesto, siempre en peligro. Los agentes patógenos, externos al cuerpo, acechan en los pliegues de los almohadones en los que el cuerpo se recuesta a leer o a ver la tele, en pedófilos o pederastas o psicópatas manipuladores que espían a nuestros párvulos en el ciberespacio.

SEGURIDAD. Figura clave para la gobernabilidad en el mundo del llamado capitalismo posneoliberal, o simplemente para las democracias liberales contemporáneas, o de la cultura del hiperconsumo adictivo. No corramos riesgos, o corramos el menor riesgo posible. Seguridad es un dispositivo absoluto: se despliega sin fisuras desde el Estado territorial atrincherado hasta la vivienda privada erizada de alarmas o rejas o cercas electrificadas, o guardias privados en sus garitas o recorriendo el barrio. Pero, básicamente, se aloja microscópicamente en los cuerpos de las personas. Y esta es la mejor metáfora de la seguridad: robustecer el sistema inmunitario de un cuerpo siempre expuesto, siempre en riesgo, siempre en peligro. Los agentes patógenos, externos al cuerpo, pero capaces de alojarse en el cuerpo y de vivir en él, acechan siempre como pequeños duendes dañinos: en los pliegues de los almohadones en los que el cuerpo se recuesta a leer o a ver la tele, en pedófilos o pederastas o psicópatas manipuladores que espían a nuestros párvulos en el ciberespacio (ha aparecido en Facebook una insistente operación de publicidad terrorista de un servicio de seguridad llamado Childpolice), en el narcotraficante que nos regala amistosamente la primera dosis, en el terrorista que hace estallar un restaurante o un cine o en el sniper que dispara aleatoriamente desde la torre de la iglesia, en el acosador que abusa de su poder en el trabajo, en la violencia siempre inmotivada que de pronto estalla en un espectáculo deportivo o musical, en los indicadores económicos que de pronto comienzan a comportarse en forma adversa y amenazan con descontrolar el frágil equilibrio en el que la vida transcurre, en el pequeño demonio intolerante o racista o xenófobo o fascista que habita dentro de cada uno de nosotros, en fin.

Todo está atravesado por el concepto de seguridad y por el negocio de la seguridad. Es decir, la vida es riesgosa, cualquier catástrofe puede ocurrir en cualquier momento: la única forma de proceder es minimizando los riesgos a golpes de una obsesiva racionalidad predictiva de control y el montaje de dispositivos de vigilancia y seguridad. La diferencia con el concepto tradicional de seguridad nacional en tiempos de guerra fría y Estados dictatoriales, contra el comunismo o la subversión internacional, es que el nuevo concepto de seguridad global es profundamente apolítico, no está ahí en nombre de la defensa de la sociedad, o del modo de vida y los valores, o del famoso statu quo, está para defender la vida y los cuerpos de las personas. Y eso es infinitamente peor, mucho más eficaz y perfectamente funcional al capitalismo de mercado libre: me niega o me despoja de toda existencia política, me centra en el cuerpo y en la vida, me arrastra a una especie de obsesión biológica, completamente asocial y apolítica. Ya no es necesario que el sistema intente persuadirme ideológica, apolíticamente de que es bueno, o por lo menos, menos malo que otros sistemas posibles: mucho más hábilmente se sitúa por detrás de toda política y de toda ideología y se mete en lo real del cuerpo y de la vida y explota el horror de ese real. Pues allí donde el gran negocio del capitalismo posneoliberal y su desarrollismo ha sido liberar los impulsos económicos de la vida al precio de desocializar lo social, creando un campo desregulado continuo de sobrevivientes pragmáticos, la figura de ese enorme negocio se completa razonablemente en el miedo y la búsqueda de seguridad. Internet es su mejor metáfora, pero quedará para otra vez.

 



* Publicado originalmente en Tiempo de Crítica. Año I, N° 51, 8 de marzo de 2013, publicación semanal de la revista Caras y Caretas.

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