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YURUPARÍ - PATA DE LA SOTA

La pata de Yuruparí (la sota)

Bruno Mazzoldi
Quien así se vuela es la Causa Primera, el Aleph, Dios, o como quieran llamarlo. El Tarot de Marsella lo llama Bateleur, y de por medio está el "batel", el vehículo del vado

 

De tres patas ha de ser la mesa, de las que se arman y desarman facilito, plegable, tipo mesa de planchar. Pues, si acaso el tombo asoma, entonces el Estafador, al guiño del compinche, se deshace de los cubiletes, mejor dicho de dos tapas de gaseosa; una vez más desaparece la monedita de diez centavos, que hasta ahí exhibía y ocultaba su vaivén de pupila bizca entre párpados metálicos; mete al bolsillo el pañuelo de fieltro verde, y reduce al tamaño de maletín ejecutivo el inestable soporte del embolate.

Quien así se vuela es la Causa Primera, el Aleph, Dios, o como quieran llamarlo. El Tarot de Marsella lo llama Bateleur, y de por medio está el "batel", el vehículo del vado. En efecto domina el paso entre las orillas, de lo increado a lo creado y viceversa.

Los naipes populares destacan su carácter de ambiguo artesano. En Bolonia, por ejemplo, lo confunden cn el Pastelero y disponen sobre su amasadera unos seis bizcochitos. En Turín lo han siempre llamado Bagatto y convertido en pícaro Zapatero.

Mientras los más aristocráticos, como el naipe de Oswald Wirth o el Rider, exaltan la dignidad suprema de su oficio de Mago, y sobre la mesa, que Wirth define "plató de la fenomenalidad", no dejan sombra de dados o de tarro de engrudo: hay la Copa del Saber, la Espada del Atrevimiento y el Denario del Silencio. En su mano izquierda no hay un palitroque sino la Vara de la Voluntad.

Pero la pata que falta sigue siendo de Culebrero.

Y, a falta de mesa, él mismo es Culebra. Su nombre es entonces Yuruparí.

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