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Sandra López Desivo

© 1999 - 2012
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



COMUNICACIÓN EN REDES - INFORMACIÓN - INTERNET - FRAGMENTACIÓN SOCIAL -

Del teléfono al satélite*

Guía del Mundo

La aldea global que preveía el canadiense Marshall MacLuhan no se concretó. Si
bien los medios como para lograr integrar una comunidad global están a disposición de una parte importante de la sociedad, la mayoría de los habitantes del planeta no tienen los recursos materiales como para integrarse a ella.

La utopía de ver cómo la Humanidad retornaba a la tribu perfecta, en la que los problemas comunes pudieran ser discutidos por individuos informados, aún no se ha vuelto realidad. Las nuevas tecnologías de este siglo, en particular las de las comunicaciones, no han logrado demostrar que tienen el poder de solucionar por sí mismas los problemas de la Humanidad.

"La información se ha convertido en el ‘recurso estratégico clave’ sobre el cual descansa la estructura económica mundial." La frase, tomada al azar de uno de los cientos de autores que han analizado el desarrollo político y social en los últimos años, refleja un punto de vista bastante difundido entre los sectores intelectuales del mundo desarrollado y absolutamente predominante en los medios de comunicación masivos de casi todo el mundo. La creciente importancia de la información estaría basada en el enorme desarrollo que han tenido las comunicaciones durante los últimos años.
Esta situación a su vez, estaría justificando ese desarrollo.

En su sentido más restringido se entiende por "comunicación" el intercambio de ideas, información o actitudes entre personas.

Pero, con el correr de los tiempos, el concepto pasó a incluir también el movimiento de personas y de otros bienes, es decir el transporte. El complejo sistema de comunicaciones del presente está compuesto entonces por una gigantesca red de elementos físicos, como carreteras, puentes, aviones, autos, teléfonos, telégrafos, satélites, computadoras, cables, ondas, imágenes, libros, sonidos, etc. Pero además, está compuesto por una serie de convenciones, acuerdos, lenguajes, códigos e instituciones que regulan la comunicación. Algunos de estos elementos fueron inventados durante este siglo, otros han sufrido evoluciones importantes; todos constituyen la base gracias a la cual las informaciones pueden transmitirse (o no transmitirse).

Sobre el Atántico

En 1901, Guglielmo Marconi logró que por primera vez un mensaje cruzara el océano Atlántico sin necesidad de utilizar un cable. El experimento, concretado gracias a la utilización de ondas de radio, demostró que la comunicación entre dos puntos muy distantes y entre los que no existía un vínculo material sólido, visible -como un cable- era posible. Este experimento abrió el camino de la comunicación inalámbrica, que continúa siendo predominante hoy.

En realidad, el siglo XIX había visto el nacimiento de importantes medios de comunicación e inventos que la facilitaban. La fotografía, el cine, la linotipo, la imprenta rotativa, el ferrocarril y los barcos a vapor habían cambiado la forma de moverse en el mundo. Pero los adelantos que produjeron derivaciones más espectaculares provienen del uso de implementos que usan electricidad: el teléfono y el telégrafo.

Ellos permitieron la comunicación a distancia de forma inmediata, superando -aunque no eliminando- a medios como el correo, que implicaban un transporte material de los objetos o informaciones. El siglo XX comenzó junto con el desarrollo de la comunicación inalámbrica, que cambió las características de la navegación, el comercio y el flujo de informaciones.

Como era de prever, la implantación de estas nuevas formas de comunicación no se produjo de manera homogénea. Los
países europeos más poderosos de un lado del Atlántico y Estados Unidos del otro, estuvieron a la cabeza de los nuevos desarrollos.

Gran Bretaña comenzó con la explotación comercial de los primeros cables submarinos y, en los años previos a la Primera Guerra Mundial, duplicaba a Estados Unidos en la cantidad de kilómetros de tendido. Los estadounidenses, por su parte, lograron instalar más del doble de líneas telegráficas inalámbricas de punto a punto, en una decisión estratégica que resultó decisiva para lograr el dominio de las telecomunicaciones en los años posteriores.

Los preparativos de la guerra intensificaron la investigación en sistemas de comunicaciones y medios de transporte -como el avión- que fueran rápidos y seguros. Luego de finalizada la guerra, las aplicaciones en el área civil pudieron verse casi de inmediato. En la segunda década del siglo se inventó la trasmisión de imágenes a través de ondas; la televisión. En 1930 ya existía un servicio comercial regular aéreo. En 1922 y también en Estados Unidos, se puso a la venta la primera radio portátil; en pocos años los fabricantes de automóviles comenzaron a incorporarla a los nuevos diseños. Es también por esos años que comenzaron a establecerse las líneas aéreas comerciales en diferentes lugares del mundo.

Los preparativos para la segunda guerra produjeron un efecto similar: los grandes descubrimientos del período anterior se perfeccionaron y se pusieron a las órdenes de las fuerzas armadas de los países industrializados.

Durante la Segunda Guerra Mundial la aeronáutica adquirió un peso que no había tenido durante el anterior conflicto, el
radar ocupó un lugar destacado y comenzó la investigación que llevaría a la balística a convertirse en el origen de la industria aeroespacial.

Finalmente, la invención del transistor en 1947 fue el punto de inflexión que marcó el comienzo de una nueva serie de desarrollos.

El avance técnico de las comunicaciones se basó fundamentalmente en intereses comerciales y bélicos y el eje de ese avance su ubicó en el océano Atlántico, entre Europa y Estados Unidos. Otros actores, como la Unión Soviética, China y Japón, no comenzaron a hacer notar su influencia hasta la segunda mitad del siglo.

Mientras tanto los países del Sur comenzaban a integrarse a las redes de comunicación que relacionaban a todo el planeta, pero su participación se hizo desde la posición de receptores de comunicación y no como emisores.

Los centros emisores

Con un mundo crecientemente comunicado, el qué comunicar se convirtió en un artículo de consumo por el que, como nunca antes, había que pagar. Durante el siglo XIX cuatro agencias informativas se habían repartido el mundo en áreas perfectamente delimitadas. La enorme cantidad de diarios surgidos gracias a los adelantos de la imprenta rotativa necesitaban tener noticias del resto del mundo que sirvieran para orientar a exportadores, importadores y políticos. El ciudadano alemán Paul Julius Reuter había conseguido el respaldo del gobierno británico y su agencia abastecía a todo el imperio y a algunos países asiáticos y mediterráneos.

El francés Charles-Louis Havas había consolidado su control en los dominios imperiales franceses, Europa sudoccidental, América del Sur y partes de África. El servicio alemán Wolff disponía del resto de Europa, incluyendo Austria-Hungría, Escandinavia y los países eslavos. Por su parte, la agencia Associated Press (AP) había sido creada en Estados Unidos para competir con el predominio europeo. Pero la fortaleza del trust de las otras tres grandes agencias mantuvo a UP confinada a su territorio hasta la Primera Guerra Mundial.

La derrota alemana permitió también que la parte de Wolff en el negocio fuese a parar a manos de Havas y Reuters,
produciéndose un reacomodamiento del trust.

A pesar de los múltiples intentos de romper el cerco creado por las grandes agencias, éstas siguieron controlando la parte
medular del negocio y trasmitiendo junto con las noticias, su propia perspectiva. Las alianzas con gobiernos y con sistemas sociales o políticos de los países del Norte se vieron -y todavía pueden verse- reflejadas en los enfoques informativos.

Después de la Segunda Guerra Mundial, las potencias vencedoras lograron concretar su predominio también en el plano de los contenidos y las informaciones que se brindaban a la mayor parte de los diarios del mundo. A Reuters, AP y la también estadounidense United Press International (UPI) se les sumó la soviética Tass y la Agencia France Press, AFP, surgida de las ruinas de Havas. Las cinco compañías quedaron entonces como las nuevas dueñas del mercado.

El período de posguerra

La victoria de los países aliados tuvo como consecuencia un reacomodo de las relaciones internacionales, que afectó
también el plano de las comunicaciones. El sistema colonial vigente hasta 1945 comenzó a desmoronarse y entre la década del cincuenta y sesenta decenas de naciones consiguieron su independencia.

Una de las tareas principales de los nuevos estados fue la de establecer su lugar en el seno de la comunidad internacional y para ello el tema de las comunicaciones se convirtió en prioritario.

Con mayor o menor esfuerzo, las inversiones en transporte permitieron a los nuevos países desarrollar sistemas carreteros o rediseñarlos de acuerdo con sus necesidades y no con las de la vieja potencia colonial. Así, estos países fueron consiguiendo establecer líneas aéreas, trazados ferroviarios y sistemas portuarios funcionales a sus nuevas necesidades.

Pero el otro contenido del término comunicación, el que se refiere al flujo de la información, estaba fuera del alcance de
estos países. La definición de qué medios técnicos y con qué características particulares debía realizarse cualquier
comunicación ya había sido establecida por otros países. La concesión de ondas de televisión o radio, las características de las estaciones trasmisoras y los puestos de recepción estaban controladas unas y producidos los otros por los países centrales.

Los códigos en los que estaban escritos los mensajes también estaban ya definidos. Pero los contenidos de las informaciones, que era prácticamente imposible ir a buscar a otras partes del mundo, siempre y cuando se quisiera comprar el servicio de las grandes agencias, estaban ya al alcance de la mano.

El viejo orden político de posguerra, roto por la oleada descolonizadora, también comenzó a ver reflejado su deterioro en el plano de los contenidos informativos. En la década de los setenta se intentó, particularmente a través de la UNESCO, convocar para la creación de un "Nuevo Orden Informativo Internacional", un orden capaz de desbloquear el "sistema comunicacional unidireccional, vertical y monopólico" en el ejercicio del derecho a la información a escala planetaria.

La creación de las alternativas comunicacionales, tanto en la estructura de los medios, como en la propiedad de los mismos, alternativas frente al monopolio de las agencias noticiosas y su subsecuente flujo de información, fueron algunas de las propuestas del Informe MacBride (1980). La tarea debía considerarse como un beneficio para la humanidad y por lo tanto podía ser asumida como propia por aquellos foros mundiales.

La iniciativa fue acogida con entusiasmo por muchos y con silencio por otros. Pero el deseo de conseguir un cambio de
status, un reconocimiento pleno para las nuevas naciones, no podía conseguirse sólo a través de un Nuevo Orden Informativo.

La iniciativa formaba parte de un proyecto más ambicioso y tal vez por ello más difícil de alcanzar: la creación de un Nuevo Orden Económico, que contemplara reglas de intercambio más justo para todas las naciones.

La falta de fuerzas para lograr el objetivo de un nuevo orden económico dio por tierra también con las esperanzas de un
cambio en el orden informativo.

El otro camino

La invención del transistor en 1947 abrió el paso a una serie de cambios que terminaron en la masificación de aparatos tales como televisores, radios portátiles, calculadoras electrónicas y computadoras.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, el mundo contaba con unas pocas computadoras hechas a mano, que ocupaban
varias habitaciones y que sólo podían ser manejadas por expertos científicos. El siguiente medio siglo ha visto cómo los transistores lograron convertirla en un implemento que se fabrica en serie, cabe en un escritorio, en una pequeña valija o incluso en la palma de la mano. La potencia y la velocidad que estas máquinas tienen para procesar datos son cientos de veces mayores que las de sus antecesoras de la posguerra.

El establecimiento de redes mundiales que interconectan computadoras ha provocado un vuelco importantísimo en el acceso a y el intercambio de información. Más de 40 millones de usuarios en el mundo y un crecimiento exponencial han hecho de Internet una herramienta insustituible. El acceso inmediato a bases de datos y fuentes de información, la posibilidad de establecer vínculos a través de sistemas como el correo electrónico y grupos de noticias han permitido sortear muchas veces la rigidez unidireccional que imponían las grandes agencias informativas.

Miles de organizaciones no gubernamentales, de asociaciones civiles, de grupos de afinidad han logrado abrir nuevas vías de comunicación rápidas, confiables y a precios
accesibles. Ciudadanos de distintas partes del mundo han logrado hacer sentir su voz en conjunto, apoyando las más diversas causas, al tiempo que ponían sus conocimientos al alcance de otros.

La capacidad de comunicación en redes ha hecho pensar a muchos que la democratización del acceso a las fuentes
informativas es un hecho indiscutible e irreversible. Sin embargo este desarrollo también tiene su contracara.

Debido a los altos niveles de uniformización necesarios para el funcionamiento de redes de estas características, decenas de idiomas que utilizan grafías no latinas y que pertenecen a pueblos con escaso potencial económico, han tenido serias
dificultades para integrarse a las corrientes informativas mundiales. Muchísimas otros pueblos sí lo han logrado, y es posible encontrar programas con caracteres árabes, chinos, hebreos, cirílicos, etc. Pero, una vez más, la mayor parte de los usuarios de las redes mundiales de información se encuentran con que una lengua, el inglés, es la puerta de acceso a esa diversidad.

La mayor parte de los servidores que ponen información a disposición de los usuarios de redes como Internet están ubicados en los países desarrollados y en particular en Estados Unidos.

El mundo se ha hecho dependiente de la información que viaja casi a la velocidad de la luz, haciendo comprensible que
pueda considerársele como un "recurso estratégico clave". Sin duda que se trata de un bien clave para el funcionamiento de las bolsas de valores de todo el mundo y para las compañías que operan en ellas, pero también para los ejércitos que utilizan armas sofisticadas, para las empresas de crédito, para las aseguradoras de todo el mundo y para casi toda empresa que tenga intereses que vayan más allá de su zona de establecimiento.

A su vez, la convergencia de los campos de la comunicación y la información ha dado lugar al surgimiento de una poderosa industria en torno a la informática. En esta industria confluyen los intereses comerciales, militares, de la industria del entretenimiento y la propia industria electrónica y de programación. Ella ha dado lugar a nuevos monopolios, como el de la empresa Microsoft, que utiliza el poder que le da controlar el 90% del mercado para eliminar a la competencia e imponer sus propios estándares sobre usuarios y proveedores de servicios.

Mirado desde una perpectiva más general, la aldea global que preveía el canadiense Marshall MacLuhan no se concretó. Si bien los medios como para lograr integrar una comunidad global están a disposición de una parte importante de la sociedad, la mayoría de los habitantes del planeta no tienen los recursos materiales como para integrarse a ella.

Por otra parte, quienes sí pueden hacerlo no cumplen -hasta hoy- con el concepto de lo que implica la convivencia en una
"aldea", aunque sea denominada global. En algún momento, el cable, la televisión, el satélite y la propia Internet fueron
considerados como elementos que podrían unir a la sociedad, pero la diversidad explosiva que han aportado colaboró con la fragmentación social presente tanto en las naciones pobres del Tercer Mundo como en los países más ricos del Norte.
 

*Publicado en La Guía del Mundo 1999-2000

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