Probablemente no haya nada tan
difícil, para un ser racional,
como no decir nada, pero dando la impresión de que se está hablando. Fui
testigo de proezas semejantes en dos oportunidades.
La primera, en la película
Themroc, de Claude Faraldo, protagonizada por el grandioso
Michel Piccoli. Allí todos hablan algo que parece francés, pero que
no es más que entonación, fraseo, y timbres tan magistralmente
articulados, que hacen pensar que se trata de aquel idioma. Inventar
palabras que no existen sin recurrir al prodigioso archivo de nuestra
memoria léxica requiere unos esfuerzos y unas habilidades
extraordinarias, porque aprendemos a hablar a través de las palabras, de
modo que siempre, lo primero que viene a la lengua es una palabra con un
significado adherido. Los actores de Themroc se entrenaron
duramente para abandonar todo significado y quedarse solo con algo que
parece un significante. La película fue realizada en 1973, y es una
diatriba deliciosamente anarquista contra todo, salvo el uso básico del
cuerpo.
La segunda vez que presencié esa
clase de acrobacia verbal fue cuando me enfrenté a una cosa parecida a
una palabra, pero que no es: escritural. Esta cosa se puede
encontrar en un sitio del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay,
en el área especializada en Letras de la Dirección de Cultura, que
consiste, según se informó en una conferencia de prensa hace tres años,
en un
Registro Nacional de Escritores, que publica información sobre
escritores uruguayos en actividad.
La idea me gustó (después de
todo, soy escritor), de manera que envié un correo electrónico a la dirección que allí
mismo publicaban exhortando a los escritores a hacerlo. Pregunté: ¿cómo
se hace para integrar el registro de escritores? Amablemente me
contestaron que por el momento, y debido a algunas complicaciones, el
registro no se estaba actualizando, pero que en cuanto solucionaran ese
asunto se pondrían en contacto conmigo. Pasaron algunos meses. Llamé por
teléfono. Esta vez me contestó un amable funcionario, recién ingresado.
No sabía nada de mi correo electrónico anterior porque el muchacho que trabajaba
antes, ¿vio? ya no trabajaba, ya. Me dijo que no tenía idea de cuándo se
iba a solucionar el problema que tenía frenado el tema del registro, que
por otra parte no sabía decir exactamente cuál era, porque él era nuevo,
me entiende, y que escribiera más adelante, si quería, señor. Pasó un
año, más o menos. Volví a escribir. Esta vez me contestó un robot muy
entusiasta: “¡Hola!
gracias por contactarte con el Portal Uruguay Cultural! Nuestros
asesores atenderán tus necesidades y te responderán a la brevedad”. Me
quedé tranquilo: ¡el Portal Uruguay Cultural tiene asesores!
El texto que encabeza la página
principal del Registro Nacional de Escritores no solo inventa
palabras, sino que además tuerce la sintaxis y da vueltas en círculos.
El texto deja clarísimo, con una
contundencia admirable, que sus creadores no
tienen la menor idea de para qué sirve el Registro, la escritura o el
lenguaje verbal humano. Todo eso en apenas 104 palabras (o menos, si se
quitan las cosas que no son palabras). Empieza así:
El
Registro Nacional de Escritores busca relevar la producción escritural
de nuestros artistas, profesionalizar su tarea y posicionar su figura en
nuestro colectivo cultural.
Hasta ahora,
relevar era sustituir a alguien, o quitar de un cargo, o poner
relieve a algo, o remediar, o exaltar. ¿Qué quiere decir el área de
Letras del MEC con “relevar”? Nada parecido a alguno de los significados
de esa palabra en español. ¿Será que ahí hay gente fina, que cree que
relevar es lo mismo que en francés “relever” en su sentido de copiar o
tomar nota de algo?
El mayor problema de la frase no
es, sin embargo, la abundancia de idiotismos, sino la vaguedad
desesperante que trasluce lo que significa. Una cosa es inscribir en un
registro a los escritores; otra cosa es hacer algo con su obra; una
tercera es estimular la profesionalización. Las tres cosas fusionadas en
esa tropelía sintáctica muestran, más que nada, la ausencia de un
programa real y claro acerca de qué hacer con esta gente que escribe.
Nuestros artistas de la producción escritural.
El segundo párrafo se adentra en
universos elusivos:
Persigue ser una fuente constante de datos, y un acceso
democrático y directo para el ingreso de información sobre la producción
escritural de los autores vivos de la República Oriental del Uruguay.