Hace algunos días una mujer se
acercó al cuadro "El origen del Mundo" de Gustave Courbet, expuesto en
el museo de Orsay de París, dedicado al arte del siglo XIX, se sentó en
el suelo frente a él y recogió su falda, dejando ver que no traía ropa
interior. Según cuentan testigos, asumió una postura parecida a la de la
modelo del cuadro. En algunos medios se tituló la noticia como "un
homenaje a Courbet", y en otros como "una obra de arte". La acción de
esta luxemburguesa que dice estar "preocupada por las cuestiones de
género" y "no le interesa en absoluto la provocación", busca el amparo
del arte para evitar el delito, aunque fue conducida a la policía y
acusada de obscenidad.
Un mes
antes un español se había desnudado ante el cuadro de Sandro Botticelli,
que se expone en la Galleria degli Uffizi, en Florencia. También en este
caso intervino la policía y hubo acusaciones de actos obscenos. Pocos
años antes la española Cristina Lucas había tomado fotos de modelos
desnudos en varios museos, que reunió en su muestra
Invisible Nudes.
Las
primeras performances con desnudos fueron realizadas en los años 1960
por Yves Klein, que contrataba modelos para embadurnarlas de pintura y
usar sus cuerpos como pinceles gigantes, que arrastraba por superficies
de tela extendidas en el suelo.
Desnudo
En
castellano la palabra desnudo hace referencia tanto al mundo del
arte (el género que consiste en la representación de cuerpos sin o con
poca ropa) como al mundo de los cuerpos humanos. Al inglés, que tiene la
ventaja de ser mestizo, el sajón lo provee de naked, que se
aplica a los cuerpos, y el francés de nude, que se refiere al
arte. Kenneth Clark, autor de un tratado sobre el desnudo artístico,
dice que el inglés es generoso al ofrecer esta posibilidad, quizá porque
sus conferencias y escritos sobre el tema datan de los años cincuenta, y
por lo tanto la existencia de un término que no permitiera el equívoco
le venía bien para poder dirigirse sin problemas a una audiencia
probablemente incómoda ante una desnudez que no fuera artística. El
hecho de que la crítica del siglo XVIII haya introducido el término
francés en Gran Bretaña indica que incluso antes de los tiempos
pudibundos de Victoria había un problema con el cuerpo desvestido.
El
desnudo ha sido cultivado a lo largo de la historia del arte en todo el
mundo, en escultura y pintura, de modo que en nuestros días, en que las
formas artísticas incluyen la escenificación de situaciones (las
performances son muchas veces variantes del tableau vivant) es
natural que el desnudo aparezca en una combinación que es un rompedero
de cabeza lingüístico: ¿La luxemburguesa que muestra su vulva en Orsay
es una mujer desnuda (naked) o está componiendo un desnudo (nude)?
En la
pintura europea, el período en que se desarrollaron diversas variantes
del realismo coincide con el predominio de una técnica, el óleo,
notablemente apta para adecuarse a los requerimientos de la clase
naciente a fines de la Edad Media, la burguesía. La capacidad del óleo
para representar, mediante veladuras y transiciones suaves de
intensidad, tanto metales como pieles —de animales y humanas— lo hizo el
preferido a la hora de complacer a los clientes de los pintores que
querían dejar constancia de sus posesiones, que consistían en objetos
brillantes, tapices, pieles y mujeres.
El
desnudo europeo de la pintura de la modernidad se concentró en la figura
de la mujer (al contrario de lo que había pasado en la Grecia clásica),
a la que mantuvo en un lugar decididamente indigno, en el mismo listado
que las posesiones materiales de los clientes de los cuadros. El desnudo
femenino cumple una función muy parecida a la de un ítem de un catálogo
de bienes.
El arte,
que el Renacimiento convirtió en una manifestación de lo sublime,
ofrecía la oportunidad de esconder la lujuria detrás de temas
mitológicos y bíblicos. Los desnudos femeninos estuvieron casi
invariablemente asociados con valores negativos. Con frecuencia las
mujeres tenían un espejo en la mano para representar la vanidad;
ofrecían una manzana a un varón para representar el pecado original, o,
una variante más explícita, eran objeto de espionaje mientras era
evidente que fingían no ser vistas, como Susana en el baño; también se
ofrecían a las miradas de jueces, con la esperanza de obtener un premio
de oro; recibían una lluvia de oro a cambio de sus favores sexuales.
Los
pintores recibían pedidos de cuadros que retrataban a las queridas de
sus clientes, que de ese modo quedaban dos veces subordinadas: primero
en la realidad de sus vínculos con los amos, y después en su
phantasma erótico, colgado de un clavo en el bulín.
Caras y
máscaras
Según se
dice, la luxemburguesa que ha dado a conocer su vulva al mundo homenajea
a la pintura de Courbet "El origen del mundo". Pero la historia de esa
obra no parece adecuada para que alguien preocupado por cuestiones de
género se sienta inclinado a rendirle homenaje.
La
pintura fue encargada al artista por un diplomático turco, coleccionista
de arte erótico, poseedor de otra pintura de Courbet en la que dos
mujeres desnudas duermen abrazadas ("El sueño") y de "El baño turco" de
Ingres. Este último era un verdadero carnicero del desnudo. Sus dibujos,
de una altísima precisión y calidad técnica, denotan una nula
sensibilidad erótica. Pero a su cliente turco tampoco parecía importarle
la sutileza, sino el tonelaje de ancas blancas representadas.