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DESESPERACIÓN - KIERKEGAARD, SOREN -

La desesperación televisiva*

Carlos Rehermann

La televisión ha revertido el mecanismo, y ahora es ella la que nos viene a buscar para cambiar nuestra vida, del único modo posible en esta sociedad desesperada por lo posible: mediante el incremento de nuestra fortuna personal

Pocos habrán dejado de notar la desesperación de los animadores de televisión. Los pobres están realmente necesitados de aumentar las ventas. Aparecen con expresión demudada en la pantalla, señalan con el dedo a los telespectadores, y les dicen, con tono apocalíptico, que HAY que LLAMAR. La televisión ha recorrido un largo camino y finalmente ha reconocido que Kierkegaard tenía razón. Para el danés, la peor desesperación era la desesperación de no estar desesperado. La televisión, acorde a su naturaleza fulminante y meteórica, más acorde a la acción que a la especulación, se ha lanzado de lleno a militar en pro de la desesperación.

La televisión es desesperación en relación a la necesidad y lo posible. En efecto, Kierkegaard escribía:

"Si lo posible derriba la necesidad y de este modo el yo se lanza y se pierde en lo posible, sin vínculo atrayéndole a la necesidad, se tiene la desesperación de lo posible[...] Entonces el campo de lo posible no deja de agrandarse a los ojos del yo, en él halla siempre más posible, puesto que ninguna realidad se forma allí. Al final lo posible abarca todo, pero entonces se trata de que el abismo se ha tragado el yo".

La desesperación del animador televisivo es una explicitación de la desesperación de lo posible. Lo posible es hacerse rico, o por lo menos tener un pedazo de oro. Cierto presentador ofrece un premio, que no es un cheque por determinada suma de dinero, sino un trozo de oro (que por otra parte no tiene la forma de los lingotes de oro que se comercializan en los circuitos especializados, sino más bien la de las piezas que vemos en las películas de vaqueros o de piratas, o, para ser más realistas, de Rico McPato, es decir, es un pedazo de oro de ficción). Si ganamos el trozo de oro, será porque la televisión se materializa para nosotros, nos toca y nos transforma.

El directo televisivo es diferente al cine porque nos muestra -por ejemplo, en el transcurso de un informativo- una realidad que nosotros podemos modificar, abandonando el rol de telespectadores para asumir el de ciudadanos, con el simple trámite de ir hasta el lugar de los hechos (cosa que no podemos hacer en el cine de ficción, ni siquiera en el cine documental, que muestra cosas del pasado). Pero la televisión ha revertido el mecanismo, y ahora es ella la que nos viene a buscar para cambiar nuestra vida, del único modo posible en esta sociedad desesperada por lo posible: mediante el incremento de nuestra fortuna personal.

Esta desesperación mostrada por los animadores pidiendo angustiosamente que participemos en lo posible televisivo puede ser aún más iluminada por Kierkegaard:

"Lo que falta ahora es lo real, como también lo expresa el lenguaje ordinario cuando dice que alguien ha salido de la realidad. Pero observando de más cerca, lo que le falta es necesidad. [...] Tampoco es por falta de fuerza, al menos en el sentido ordinario, por lo que el yo se descarría en lo posible.[...] La desgracia de un yo semejante tampoco reside en el hecho de no haber llegado a nada en este mundo, sino en no haber adquirido conciencia de sí mismo.[...] el hombre se ha perdido a sí mismo dejando que su yo se refleje imaginariamente en lo posible".

* Publicado orginalmente en Insomnia, número 11.

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