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VALLEJO, CÉSAR, BIOGRAFÍA

Breve relato biográfico de César Vallejo: El día que dios estuvo enfermo*

Soledad Platero

Sin embargo, aunque la vida es dura en esos años, la actividad intelectual es intensa. Está vinculado a Vicente Huidobro, Gerardo Diego, Juan Larrea y otros, con los que editará dos números de una revista, Favorable-París-Poema(1926), en la que colaboran también Tristán Tzara y Pablo Neruda

 

Aunque es cierto que la vida de un autor no basta para explicar su obra, no tendríamos seguramente César Vallejo si no hubiese nacido en Santiago de Chuco, un pueblo que entonces tenía cerca de dos mil habitantes y que está enclavado en la cordillera andina del Departamento de La Libertad, en Perú. Y tal vez lo único que deberíamos recordar de aquel 16 de marzo
de 1892 en que él nació es que fue “un día que dios estuvo enfermo”.

Su pueblo natal tiene hoy más de tres mil habitantes, y la calle donde estuvo su casa dejó de llamarse Colón y se llama César Vallejo. César Abraham fue el “shulka”, el menor de doce hermanos, y su familia, dicen, quiso que fuera sacerdote. Aunque el menor de los Vallejo se dedicó a otra cosa, cierto aire como de calvario y rezo se le pegó a su vida.

Los dos libros de poemas que publicó en vida fueron escritos mientras vivió en el Perú. De la obra póstuma podemos suponer que nació en el exilio. En el último exilio, porque de exilios sobre todo se tejió toda su historia. El primero en 1905, cuando se exilió al mismo tiempo de la infancia y de su pueblo para irse a Huamachuco a cursar la secundaria. No se fue muy lejos, es cierto, pero ya era irse. Luego a Trujillo, donde obtiene el título de Bachiller otorgado por la Facultad de Letras en 1913 con la tesis El romanticismo en la poesía castellana.Y de Trujillo a Lima, a fines de 1917, embarcado sin más equipaje que un block con algunos poemas y un reloj, regalo de un amigo.

Ahora bien, si de tanto irse está llena su poesía, no menos llena está de lo que se llevó a cuestas, y sobretodo -y como más sólido soporte-, de lo que quedó allá, congelado e inmóvil en Santiago de Chuco. La madre como una enorme, gigantesca figura que parece siempre recordarse desde abajo, desde ojos de niño;
los hermanos que parecen ser el territorio de la felicidad, los que jugaban con él a esconderse, a correr barquitos en las canaletas, los que comían de su mismo pan. Algunos vecinos. El padre, un algo distante en la memoria. Eso es lo que está quieto.

Pero también hay lo que se mueve, y de lo que se mueve, obviamente se alimenta también. Y se mueve
la vida cultural en Trujillo primero, en Lima después. Toda América Latina se sacudía aún la fiebre modernista, y los simbolistas, ultraístas, dadaístas, cubistas y demás istas contagiaban la creación poética de la región. Vicente Huidobro, en Chile, proponía el creacionismo. En Perú algunas revistas y diarios comienzan a publicar los versos de un joven maestro
de escuela llamado César Vallejo.

Dicen que en aquellos años discutía de filosofía,
estética y literatura con sus amigos Antenor Orrego, Raúl Haya de la Torre, Alcides Spelucín y Juan Parra del Riego y que una noche del año 1917 estuvo a punto de protagonizar una escena dramática acuciado por los celos.

En 1918 murió su madre en Santiago de Chuco. Sin embargo, no dejaría nunca de ser la presencia más permanente en su poesía.

Los heraldos Negros (Editorial de Souza Ferreira,
Lima, 1918), su primer libro de poemas, se edita ese mismo año pero no sale a la calle hasta mediados del año siguiente. Vallejo había conocido ya por entonces
al poeta Abraham Valdelomar y le había pedido que prologara Los heraldos. Sin embargo aunque Valdelomar aceptó, otros compromisos le impidieron hacerlo y la obra salió sin prólogo. En su lugar, una frase de los evangelios que parece una disculpa, o una broma perversa: qui potet capare, capiat (el que pueda entender, entienda). Vallejo envía dos ejemplares dedicados: uno a su padre, otro a sus amigos de Trujillo.

Cuando en 1920 viaja de visita a su pueblo sucede algo que tendrá una importancia fundamental en su vida. Santiago de Chuco dedicaba varios días a las festividades en honor de Santiago, su apóstol protector. Ese año, la celebración comenzaría el 23 de julio y se cerrarían las festividades el 2 de agosto. El domingo 1º se inició con una procesión y se cerró con sangre.
Varias personas protagonizaron desórdenes, y una importante tienda de la ciudad fue incendiada. Por razones inexplicables, Vallejo se ve acusado de participar en el atentado y se inicia una acción penal
en su contra. En noviembre es detenido en la Cárcel
de Trujillo, en donde pasará 112 días de prisión hasta que lo liberen bajo el régimen de libertad provisional.

Años más tarde se referirá a este hecho como el más traumático de su vida. En la cárcel escribió varios
de los poemas que aparecerán editados en 1922, en Trilce (Talleres tipográficos de la Penitenciaría, Lima, 1922), un libro desconcertante desde el mismísimo título. Sobre la historia de ese nombre hay varias versiones, pero ninguna certidumbre. De todos modos, aunque su origen permanezca oscuro la palabra Trilce ha sido nombre luego de variadas empresas, y hasta de unas cuantas niñas.

La primera edición, prologada por Antenor Orrego pasa sin pena ni gloria por la escena peruana.Un año más tarde aparece Escalas Mecanografiadas (Talleres Tipográficos de la Penitenciaría, Lima, 1923), un libro de cuentos y textos en prosa, y la novela Fabla salvaje (La novela peruana, 1:9, Lima, 1923).

A mediados de ese año, acompañado por Julio Gálvez Orrego, embarca rumbo a Europa. Lleva consigo un manual para aprender francés durante el viaje. Será el último exilio. En julio de 1923 llega a París. La vida durante los primeros dos años es especialmente dura. No tiene un trabajo regular, debe vivir apenas de lo que percibe por su colaboración con algunas publicaciones, cambia frecuentemente de domicilio apremiado por la situación económica. Se alimentaba, dicen, las más de las veces de pan y leche.

En 1924 debe pasar un mes en el hospital, gravemente enfermo. En carta a Pablo Abril, Vallejo habla de ese lugar al que luego, en sus poemas en prosa llamará la casa del dolor.

Sin embargo, aunque la vida es dura en esos años, la actividad intelectual es intensa. Está vinculado a Vicente Huidobro, Gerardo Diego, Juan Larrea y otros, con los que editará dos números de una revista, Favorable-París-Poema(1926), en la que colaboran también Tristán Tzara y Pablo Neruda. Es época de entreguerra. Europa está convulsionada. Vallejo viaja de París a España, de España de regreso a París. Se interesa en el marxismo.

Viaja a la U.R.S.S. por primera vez en 1928. Deslumbrado por los logros del régimen, adhiere a las Tesis de Mariátegui y se afilia al Partido Comunista Peruano, integrando la célula de París. Es conmovedor, sin embargo, que en medio de su fervor revolucionario Vallejo envía en 1929 una carta a su hermano Víctor, encomendándole muy especialmente que mande decir en su nombre una misa al apóstol Santiago, por una promesa que le ha hecho.

La segunda edición de Trilce (Compañía Iberoamericana de Publicaciones, Madrid, 1930) se publica en España en 1930, con prólogo de José Bergamín y un poema de Gerardo Diego. A fines de diciembre de ese año el gobierno francés lo expulsa de su territorio por causas políticas. Debe pasar a residir
en Madrid, hasta que regresa clandestinamente a París en 1932. Será admitido nuevamente en forma legal a condición de no participar en actividades políticas. Como era de suponer, Vallejo hace caso omiso de tal recomendación.Ya se ha proclamado la República Española, y el será uno de sus más fervorosos defensores.

Vuelve a escribir poesía, pero ésta no será publicada sino en forma póstuma. Su actividad de esos años
es intensa, febril, pero rinde poco fruto económico. Georgette Philippart, con quien se había casado en 1929, se ve obligada a vender su casa para poder subsistir. Pasan a vivir en hoteles y su situación es
de penuria constante.

En los primeros meses de 1938 su agotamiento es preocupante. Comienza la fiebre. Acosado por Georgette, el médico decide internarlo. Según consta
en su ficha clínica César Vallejo ingresa a la Clinique Chirurgicale el 25 de marzo a las 15 hs, con una infección intestinal aguda. Su esposa dice que “se acostó el 13 de marzo, después de comer, entre las dos y las dos y media de la tarde. Hoy todavía me acuerdo
de esa comida porque fue excepcional....dos costillas
de carnero, habichuelas verde pálido y una botella de vino ‘cais fino’ ”.

Ya no se levantó más. Los análisis practicados en la clínica no revelan ningún mal. Georgette en su desesperación consulta, según testimonio de Gonzalo More “astrólogos, magos y brujos”. Los médicos buscan enfermedades tropicales, multiplican los estudios, la fiebre aumenta en forma constante. Vallejo en su delirio clama por España.

El viernes 15 de abril a las 9.30 hs. muere César Vallejo por causas desconocidas. Sus amigos coinciden en señalar que Vallejo enfermó de España. Lo que nadie puede discutir es que aquella mañana de viernes santo, Vallejo murió de hambre.

* Publicado originalmente en Insomnia, Nº 9.

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