Aunque es cierto que
la vida de un autor no basta para explicar su obra, no tendríamos
seguramente César Vallejo si no hubiese nacido en Santiago
de Chuco, un pueblo que entonces tenía cerca de dos mil
habitantes y que está enclavado en la cordillera andina
del Departamento de La Libertad, en Perú. Y tal vez lo
único que deberíamos recordar de aquel 16 de marzo
de 1892 en que él nació es que fue un
día que dios estuvo enfermo.
Su pueblo natal tiene hoy más de tres mil habitantes,
y la calle donde estuvo su casa dejó de llamarse Colón
y se llama César Vallejo. César Abraham fue el
shulka, el menor de doce hermanos, y su familia,
dicen, quiso que fuera sacerdote. Aunque el menor de los Vallejo
se dedicó a otra cosa, cierto aire como de calvario y
rezo se le pegó a su vida.
Los dos libros de poemas que publicó en vida fueron escritos
mientras vivió en el Perú. De la obra póstuma
podemos suponer que nació en el exilio. En el último
exilio, porque de exilios sobre todo se tejió toda su
historia. El primero en 1905, cuando se exilió al mismo
tiempo de la infancia y de su pueblo para irse a Huamachuco a
cursar la secundaria. No se fue muy lejos, es cierto, pero ya
era irse. Luego a Trujillo, donde obtiene el título de
Bachiller otorgado por la Facultad de Letras en 1913 con la tesis
El romanticismo en la poesía castellana.Y de Trujillo
a Lima, a fines de 1917, embarcado sin más equipaje que
un block con algunos poemas y un reloj, regalo de un amigo.
Ahora bien, si de tanto irse está llena su poesía,
no menos llena está de lo que se llevó a cuestas,
y sobretodo -y como más sólido soporte-, de lo
que quedó allá, congelado e inmóvil en Santiago
de Chuco. La madre como una enorme, gigantesca figura que parece
siempre recordarse desde abajo, desde ojos de niño;
los hermanos que parecen ser el territorio de la felicidad, los
que jugaban con él a esconderse, a correr barquitos en
las canaletas, los que comían de su mismo pan. Algunos
vecinos. El padre, un algo distante en la memoria. Eso es lo
que está quieto.
Pero también hay lo que se mueve, y de lo que se mueve,
obviamente se alimenta también. Y se mueve
la vida cultural en Trujillo primero, en Lima después.
Toda América Latina se sacudía aún la fiebre
modernista, y los simbolistas, ultraístas, dadaístas,
cubistas y demás istas contagiaban la creación
poética de la región. Vicente Huidobro, en Chile,
proponía el creacionismo. En Perú algunas revistas
y diarios comienzan a publicar los versos de un joven maestro
de escuela llamado César Vallejo.
Dicen que en aquellos años discutía de filosofía,
estética y literatura con sus amigos Antenor Orrego, Raúl
Haya de la Torre, Alcides Spelucín y Juan Parra del Riego
y que una noche del año 1917 estuvo a punto de protagonizar
una escena dramática acuciado por los celos.
En 1918 murió su madre en Santiago de Chuco. Sin embargo,
no dejaría nunca de ser la presencia más permanente
en su poesía.
Los heraldos Negros (Editorial de Souza Ferreira,
Lima, 1918), su primer libro de poemas, se edita ese mismo año
pero no sale a la calle hasta mediados del año siguiente.
Vallejo había conocido ya por entonces
al poeta Abraham Valdelomar y le había pedido que prologara
Los heraldos. Sin embargo aunque Valdelomar aceptó,
otros compromisos le impidieron hacerlo y la obra salió
sin prólogo. En su lugar, una frase de los evangelios
que parece una disculpa, o una broma perversa: qui potet capare,
capiat (el que pueda entender, entienda). Vallejo envía
dos ejemplares dedicados: uno a su padre, otro a sus amigos de
Trujillo.
Cuando en 1920 viaja de visita a su pueblo sucede algo que tendrá
una importancia fundamental en su vida. Santiago de Chuco dedicaba
varios días a las festividades en honor de Santiago, su
apóstol protector. Ese año, la celebración
comenzaría el 23 de julio y se cerrarían las festividades
el 2 de agosto. El domingo 1º se inició con una procesión
y se cerró con sangre.
Varias personas protagonizaron desórdenes, y una importante
tienda de la ciudad fue incendiada. Por razones inexplicables,
Vallejo se ve acusado de participar en el atentado y se inicia
una acción penal
en su contra. En noviembre es detenido en la Cárcel
de Trujillo, en donde pasará 112 días de prisión
hasta que lo liberen bajo el régimen de libertad provisional.
Años más tarde se referirá a este hecho
como el más traumático de su vida. En la cárcel
escribió varios
de los poemas que aparecerán editados en 1922, en Trilce
(Talleres tipográficos de la Penitenciaría, Lima,
1922), un libro desconcertante desde el mismísimo título.
Sobre la historia de ese nombre hay varias versiones, pero ninguna
certidumbre. De todos modos, aunque su origen permanezca oscuro
la palabra Trilce ha sido nombre luego de variadas empresas,
y hasta de unas cuantas niñas.
La primera edición, prologada por Antenor Orrego pasa
sin pena ni gloria por la escena peruana.Un año más
tarde aparece Escalas Mecanografiadas (Talleres Tipográficos
de la Penitenciaría, Lima, 1923), un libro de cuentos
y textos en prosa, y la novela Fabla salvaje (La novela
peruana, 1:9, Lima, 1923).
A mediados de ese año, acompañado por Julio Gálvez
Orrego, embarca rumbo a Europa. Lleva consigo un manual para
aprender francés durante el viaje. Será el último
exilio. En julio de 1923 llega a París. La vida durante
los primeros dos años es especialmente dura. No tiene
un trabajo regular, debe vivir apenas de lo que percibe por su
colaboración con algunas publicaciones, cambia frecuentemente
de domicilio apremiado por la situación económica.
Se alimentaba, dicen, las más de las veces de pan y leche.
En 1924 debe pasar un mes en el hospital, gravemente enfermo.
En carta a Pablo Abril, Vallejo habla de ese lugar al que luego,
en sus poemas en prosa llamará la casa del dolor.
Sin embargo, aunque la vida es dura en esos años, la actividad
intelectual es intensa. Está vinculado a Vicente Huidobro,
Gerardo Diego, Juan Larrea y otros, con los que editará
dos números de una revista, Favorable-París-Poema(1926),
en la que colaboran también Tristán Tzara y Pablo
Neruda. Es época de entreguerra. Europa está convulsionada.
Vallejo viaja de París a España, de España
de regreso a París. Se interesa en el marxismo.
Viaja a la U.R.S.S. por primera vez en 1928. Deslumbrado por
los logros del régimen, adhiere a las Tesis de Mariátegui
y se afilia al Partido Comunista Peruano, integrando la célula
de París. Es conmovedor, sin embargo, que en medio de
su fervor revolucionario Vallejo envía en 1929 una carta
a su hermano Víctor, encomendándole muy especialmente
que mande decir en su nombre una misa al apóstol Santiago,
por una promesa que le ha hecho.
La segunda edición de Trilce (Compañía
Iberoamericana de Publicaciones, Madrid, 1930) se publica en
España en 1930, con prólogo de José Bergamín
y un poema de Gerardo Diego. A fines de diciembre de ese año
el gobierno francés lo expulsa de su territorio por causas
políticas. Debe pasar a residir
en Madrid, hasta que regresa clandestinamente a París
en 1932. Será admitido nuevamente en forma legal a condición
de no participar en actividades políticas. Como era de
suponer, Vallejo hace caso omiso de tal recomendación.Ya
se ha proclamado la República Española, y el será
uno de sus más fervorosos defensores.
Vuelve a escribir poesía, pero ésta no será
publicada sino en forma póstuma. Su actividad de esos
años
es intensa, febril, pero rinde poco fruto económico. Georgette
Philippart, con quien se había casado en 1929, se ve obligada
a vender su casa para poder subsistir. Pasan a vivir en hoteles
y su situación es
de penuria constante.
En los primeros meses de 1938 su agotamiento es preocupante.
Comienza la fiebre. Acosado por Georgette, el médico decide
internarlo. Según consta
en su ficha clínica César Vallejo ingresa a la
Clinique Chirurgicale el 25 de marzo a las 15 hs, con una infección
intestinal aguda. Su esposa dice que se acostó el
13 de marzo, después de comer, entre las dos y las dos
y media de la tarde. Hoy todavía me acuerdo
de esa comida porque fue excepcional....dos costillas
de carnero, habichuelas verde pálido y una botella de
vino cais fino .
Ya no se levantó más. Los análisis practicados
en la clínica no revelan ningún mal. Georgette
en su desesperación consulta, según testimonio
de Gonzalo More astrólogos, magos y brujos.
Los médicos buscan enfermedades tropicales, multiplican
los estudios, la fiebre aumenta en forma constante. Vallejo en
su delirio clama por España.
El viernes 15 de abril a las 9.30 hs. muere César Vallejo
por causas desconocidas. Sus amigos coinciden en señalar
que Vallejo enfermó de España. Lo que nadie puede
discutir es que aquella mañana de viernes santo, Vallejo
murió de hambre.
* Publicado
originalmente en Insomnia, Nº 9.
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