1
"Oh, Señor, manda Tu gracia
a ayudarme, así podré glorificar Tu nombre"
Se puede elegir saber muy poco de un compositor, sobre todo si
está vivo y no ha entrado al canon hagiográfico
de
los "grandes de la música". Eso ha sido relativamente
sencillo en el caso de Arvo Pärt, por lo menos hasta hace
unos pocos años cuando, de forma algo alarmante, artículos
en revistas especializadas, fotografías y elogiosas reseñas
lo han transformado en uno de los compositores contemporáneos
más conocidos, aunque -sospecho- escasamente comprendido
en la indigeribilidad pura de su mensaje, oscuramente cristiano,
profundamente ortodoxo, sagrado en un sentido casi olvidado de
la palabra. Han dicho de su música que es una suerte de
"minimalismo sagrado" (holy minimalism). Es que la
fama siempre urge a un encasillamiento.
Es, bien lo sé, una fama modestamente circunscrita a una
minoría, pero dentro de los códigos manejados dentro
de esa minoría conocedora, el asunto Pärt se está
tornando ligeramente popular (¡oh, horrorosa palabra!).
Pärt es un músico de la fe, y todos pregonan que
la fe ha muerto. Hoy, que alegres teóricos miran las estructuras
como cáscaras vacías y formulan discursos que son
a su vez otras cáscaras vacías, Pärt se asoma
a la incomprensible estructura de Dios no para divulgar su duda,
su temor o su falla, sino para contribuir a sostener esa incomprensible
estructura.
Ninguno de nosotros podrá jamás saber dónde,
en que parte de la fe de Pärt se esconde la duda, la tortuosa
rebelión que todos, santos o miserables pecadores albergamos.
Él desnuda su alma simplemente: sin el estorbo de la razón
y de la duda, así se debe cantar al Señor. No se
entienda esto como un ditirambo desmedido: no implica, bajo ningún
concepto, otro mérito que el atenerse a los viejos preceptos,
a las viejas recetas tan largamente aplicadas de la devoción.
Su material es venerable: los Salmos, los himnos de San Juan
Crisóstomo, los dichos de Cristo, la exultación
de la Pascua.
2
"Oh, Señor, libérame de toda ignorancia
y olvido, del desaliento
y de la insensibilidad de la piedra"
No hay en él novedad: es un continuador. Pero ocurre que
la tradición fue interrumpida, el rito se ha trivializado,
y la Iglesia parece descreer del poder de convicción de
la liturgia musical, de las venerables lenguas santas. Hoy, en
las deplorables transmisiones televisadas del ritual vaticano
de Navidad, nos afligen crotorantes malversaciones del canto
gregoriano a cargo de infectos niños mientras el Papa
intenta benévolamente santificar la cacofonía con
un perpetuo y enigmático asentimiento. ¡Que fue
de tí, oh Madre Iglesia! ¡Cómo fueron tus
muros arrasados!
La Iglesia, que en otros tiempos propiciara la edificación
de los monumentos mayores del arte, hoy parece olvidada de sí
y de Dios, que aparece -como enseñaron los maestros- en
cada nota, en cada color arrancado por el hombre del corazón
del misterio.
Pärt ha compuesto numerosas veces por encargo, como lo han
hecho desde siempre innúmeros compositores.
He observado con pena que las composiciones de Pärt han
sido todas encomendadas por particulares, ya sean fundaciones
o individuos. La Iglesia está dramáticamente ausente.
Es en ese silencio donde Arvo Pärt trabaja.
3
"Oh, Señor, implanta en mí la raíz
de todo bien
y el temor a Tí en mi corazón."
Varón de ceñudo aspecto, huesudo como un eremita,
barbado como un profeta: quien haya visto su rostro no podrá
jamás olvidarlo.
Las ediciones de ECM New Series, pioneras en la difusión
de la obra de Pärt, han incluido casi siempre exhaustivas
documentaciones fotográficas de las sesiones de grabación
que se recrean en su imagen desmañada.
Calvo, de barba deshilada, ojos tortuosos, manos nudosas; perpetuamente,
obsesivamente atento al discurrir de la música. Se intuye
claramente que es un maníaco, una persona de difícil
relación. En una reciente entrevista declaró que
combatía la falta de inspiración con la pedestre
tarea de la pela compulsiva de papas. "Es raro",dice,
"que la música te llegue sencillamente".
Nació en Tallin, capital de Estonia, tierra báltica
varias veces asolada e invadida, en el año 1935. Se formó
bajo el imperio soviético y tuvo las predecibles dificultades
que se viven bajo un estado interventor. Transitó por
las formas que la modernidad imprimió a la música,
cruzó y abandonó la -según sus palabras-
"estéril democracia del dodecafonismo", y fue
absorbido por el estudio de la música medieval. Es ese
el momento donde se enciende la llama.
"Una vez, en la Unión Soviética, hablé
con un monje y le pregunté cómo podía mejorar
como compositor. Me respondió que para eso no tenía
solución. Le conté entonces que también
escribía rezos, música para rezos o para textos
de los Salmos y que tal vez eso me ayudara como compositor. A
lo cual el monje me respondió: "No. Estás
equivocado. Todos los rezos ya han sido escritos. No tienes que
escribir otros nuevos. Eso está todo preparado. Ahora
debes prepararte tú". Creo que eso encierra una
verdad.
Debemos estar preparados porque nuestros cantos se terminarán
algún día. También llegará para el
artista más grande el momento en que no quiera o no deba
hacer más arte. Y quizás entonces apreciemos más
su obra: porque existió ese momento en el cual el artista
consiguió rebasar
las fronteras de su obra, ir más allá de su obra."
4
"Oh, Señor, no me dejes caer
en el infortunio"
Arvo Pärt ha intentado definirse musicalmente algunas veces
con la palabra "tintinabular". Dentro de la oscuridad
del concepto, podemos entender que representa una dirección,
una última aspiración, para que su música
retenga o iguale de algún modo el sonar simplísimo
de las campanas. También ha dicho que la voz humana es
el instrumento más perfecto, porque es al cual estamos
más próximos, porque es aquél que percibimos
en todas sus infinitas variaciones.
Por debajo de toda la palabra escrita, de la exégesis
y de esta mera introducción que pretendo, subyace la verdad
de su música. Tenemos la fe, la usemos o no. Tenemos el
templo, para venerar aquello impronunciable. Sospecho que la
obra de Pärt es una forma de la Gracia, que se difunde por
el mundo por las vías del comercio. Los caminos del Señor
no hallan respaldo en la razón.
Es en una composición de Pärt, no por azar exclusivamente
instrumental, donde se vierte la más clara declaración
del hombre tentado por la Gracia. Él ha declarado que
su pieza "Arbos" representa, como su nombre latino
lo indica, un árbol. Genealógico u orgánico,
con el peso de los nombres previos o de las bajas ramas, ascendente
y descendente: ramas y raíces, a imagen de la humanidad.
Es una declaración, quizás la única declaración
de toda su obra. Soy, pero soy porque soy parte del árbol.
Aquello, para lo cual las palabras no bastan.
ARVO PÄRT - Litany. ECM
New Series. 1592 - Arbos. ECM New Series. 1325 - Te Deum. ECM
New Series. 1505
* Publicado
originalmente en Insomnia, Nº 33
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