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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



AÑO DOS MIL - BLOOPER GLOBAL - DIGITAL

Oops dos mil*


Sandino Núñez

En Independence Day, la faraónica maquinaria de la invasión alienígena (y con ella toda una civilización) colapsa por un discreto virus informático colocado por la resistencia terráquea. Esta desproporción es clave. En el tamaño y la complejidad del organismo reside su propia vulnerabilidad


Paradójicamente, hoy menos que nunca, nada parece estar libre de las fantasías y los terrores milenaristas. Y no a pesar de la racionalidad tecnológica sino precisamente por ella.
En Independence Day, la faraónica maquinaria de la invasión alienígena (y con ella toda una civilización) colapsa por un discreto virus informático colocado por la resistencia terráquea. Esta desproporción es clave. En el tamaño y la complejidad del organismo reside su propia vulnerabilidad. Una estructura elemental (digital, binaria, sí-no, cero-uno)
ha disparado formas de altísima centralización tecnológica. Ha permitido arquitecturas deslumbrantes a condición de organizarlo todo. Una mónada leibniziana todo lo puebla,
y un maná lo recorre y lo anima. El byte es la mónada.
La microelectricidad es maná.

Pero este gran poder, y ese es el asunto, es extremadamente frágil. Sabotear esta civilización es ahora un arte sencillo: por micróscópico que sea el punto en el que se ejerza la acción de sabotaje, sus consecuencias serán incalculables. Hackers, terroristas informáticos, virus, enfermedades, errores. Un escenario medieval barullento y un poco loco puebla el ciberespacio. Parecen haberse acabado los tiempos de la guerra fría y su dialéctica infantil (¿qué dialéctica no lo es?), donde dos bandos discretos y reconocibles se disputaban cansinamente una hegemonía, soñando ambos con la aniquilación del adversario. Todos nuestros problemas empezaban y terminaban en la gran conspiración enemiga. La civilización iba a sucumbir con un gran estallido final, luego de un vasto complot y de un violento enfrentamiento.

Pero en el año 2000, sabido es, la civilización tecnológica occidental va a infartar. No hay un enemigo allá afuera (en realidad, no hay afuera). El lado oscuro de la fuerza no va
a reclamar esta catástrofe como un triunfo. No es una venganza tardía del socialismo real contra el poscapitalismo informático. No es un golpe del fundamentalismo árabe o
de las hordas irracionalistas y desconformes. Ni siquiera es un acto de sabotaje que termina por contaminar impensadamente a todo el macroorganismo debido al Gran Error estructural de haber subordinado todo al mismo principio constructivo, negligenciando la innegable energía vital de lo diverso. La causa del gran final es chata, inintencional. Como la propia Muerte, es una distracción, un error, un blooper: alguien se olvidó de dar cuerda al reloj. Oops.

* Publicado originalmente en el diario El País, Revista IN

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