Deuda ecológica: ¿quién
debe a quién?
Ya hace algún tiempo que
se contraponen la Deuda externa y Deuda ecológica. El concepto
de Deuda ecológica engloba los impactos sociales y ambientales
generados principalmente en los países del Sur, y la
explotación intensiva de recursos naturales para sostener
formas de producción y consumo en los países del Norte.
Si bien, como concepto, el
de Deuda ecológica es relativamente nuevo, se trata de un
fenómeno que habría comenzado en la época de la colonización,
en el siglo XVI, y que sirvió como motor de la Revolución
industrial. Para los principales proponentes de la Deuda
ecológica (distintas organizaciones internacionales de
activistas medioambientales), la misma es una obligación y
responsabilidad histórica que tienen los países del Norte con
los del Sur, por el saqueo y usufructo de bienes naturales.
El concepto se puede
definir como la deuda contraída por los países enriquecidos a
consecuencia de la usurpación continua de los recursos
naturales de los países económicamente pobres, de un
intercambio comercial desigual y del aprovechamiento casi
exclusivo del espacio ambiental mundial como vertedero de
residuos.
Uno de sus ejemplos más
claros sería el cambio climático, fenómeno generado, en
teoría, casi exclusivamente por los países industrializados
del Norte, y padecido por todos los habitantes del planeta y
en todas las regiones del mundo. La deforestación de extensas
zonas de bosques y selvas de los países pobres a expensas del
consumo de madera o productos cárnicos en los países del Norte
es otro ejemplo.
Generalmente, las
economías del Sur no tienen capacidad para imponer las mínimas
restricciones ambientales o sociales, ya que necesitan de la
inversión para aliviar la situación de pobreza en la que se
encuentran.
El Sur como acreedor
La Deuda ecológica cuenta
con cuatro componentes: la deuda del carbono, adquirida por
los países industrializados con motivo de su desproporcionada
contaminación de la atmósfera mediante la emanación de gases
de efecto invernadero; la biopiratería (la apropiación
intelectual con fines mercantiles de saberes y conocimientos
locales e indígenas por parte de laboratorios de países
industrializados, prohibida bajo el Protocolo de Cartagena);
los pasivos ambientales (el conjunto de daños al entorno
natural que provocan empresas transnacionales en sus
actividades en países del Sur); el transporte de residuos
tóxicos, originados en países del Norte y depositados en
países del Sur, actividad prohibida bajo la Convención de
Basilea.
La Deuda ecológica sirve
como forma de reivindicación de los países del Sur, e intenta
contrarrestar los efectos de la insostenible e impagable Deuda
externa. Para los activistas, deberían ponerse ambas deudas en
una balanza para concluir quién debe más a quién y cuál es el
valor real de ambas. Aunque, paradójicamente, la Deuda
ecológica es económicamente invaluable.
A comienzos del siglo XXI,
el servicio de la deuda (cantidad de dinero que realmente
desembolsa anualmente un país en concepto de amortización e
intereses del capital prestado) de los países empobrecidos era
de más de 2 billones de dólares. Esto representa la séptima
parte de la deuda del carbono (más de 14,5 billones de
dólares). Es por esto que muchos expertos afirman que el Sur
continúa financiando el desarrollo del Norte. A decir de Joan
Martínez Alier, catedrático de Economía e Historia Económica
de la Universidad Autónoma de Barcelona, la sostenibilidad
ambiental global exige que los planes de ajuste estructural en
el Sur se conviertan en planes de ajuste ambiental en el
Norte.
FUENTES:
www.portaldelmedioambiente.com
Acción ecológica
Unidad de Economía Ambiental, Universidad del País Vasco
www.gloobal.info
Juan Carlos Galindo, Agencia de Información Solidaria
Datos:
Deuda del Carbono
Las desigualdades en las emisiones de carbono entre los países
del Norte y el Sur son enormes. Un ciudadano estadounidense
emite, promedialmente, 7 toneladas de carbono al año, mientras
que un ciudadano de India apenas alcanza la media tonelada
anual.
El gran consumo energético de los países del Norte se basa,
casi exclusivamente, en la quema de combustibles fósiles que
generan como residuos grandes emisiones de dióxido de carbono
CO2, principal gas responsable del efecto invernadero y, por
ende, del cambio climático. Esta contaminación tiene
consecuencias globales, un gran número de expertos la
posiciona como principal responsable del aumento de fenómenos
naturales extremos (lluvias torrenciales, largos períodos de
sequía, etc.), y afecta más a los países situados en los
trópicos y con peores infraestructuras, como ocurre en el Sur,
aunque su responsabilidad en la contaminación sea mínima.
Los impactos de los fenómenos naturales extremos se traducen
en pérdida de vidas humanas y de cultivos agrícolas,
destrucción de infraestructura vial y de viviendas. Debido a
esto, y para prevenir y reconstruir estos daños, muchas veces
los estados del Sur tienen que recurrir al endeudamiento
externo. Por esto, se afirma que es una deuda que los países
del Norte tienen con el Sur. La captación gratuita de gases
con efecto invernadero de los países del Sur, con sus bosques
y aguas de los océanos, debe ser considerada a la hora de
hablar de deuda del carbono del Norte con el Sur.
FUENTES:
www.portaldelmedioambiente.com
Acción ecológica
La mercantilización del Protocolo de Kyoto: el negocio
del siglo XXI
El 16 de febrero de 2005 entró en vigor el
Protocolo de Kyoto.
Desde esa fecha, cada país que lo haya ratificado tiene
asignadas cuotas, que no puede sobrepasar, para la emisión de
gases productores de efecto invernadero. El protocolo
establece como su primer objetivo reducir, para el periodo
2008-2012, las emisiones en un 5,2% respecto a los índices de
1990 (fecha tomada como base para medir las reducciones a
posteriori).
Cada país ratificante diseñó un Plan Nacional de Asignaciones
para distribuir los derechos de emisión. Cuando un país o una
empresa superan el límite asignado se ponen en marcha otros
mecanismos como el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) o el
comercio de emisiones.
Sin embargo, de las negociaciones surgió una doble vía para
escapar de los límites establecidos por el protocolo. La
primera consiste en ayudar a reducir las emisiones en un país
considerado en vías de desarrollo gracias a la inversión en
energías limpias, renovables o menos contaminantes que los
gases con efecto invernadero, o sea, la aplicación del MDL. Es
como si se hubiese llevado a cabo la reducción en un país del
Norte, con la ventaja de que en los del Sur resulta mucho más
barato.
Por otro lado, si un país supera los límites admitidos de
contaminación, puede comprar derechos de emisión a países que
no hayan llegado a las cuotas establecidas para ellos. O sea,
se cumple con las exigencias del Protocolo, pero no se reduce
la contaminación.
La puesta en marcha del acuerdo ha generado fondos por valor
de 30.000 millones de euros orientados al financiamiento del
carbono y las tecnologías y mercados de energías limpias en
países en vías de desarrollo. Se calcula que, para 2010, las
inversiones habrán alcanzado los 200.000 millones de euros.
El Protocolo se ha convertido en negocio. Existe un mercado
europeo de intercambio de opciones y futuros sobre emisiones
de gases contaminantes, sobre todo de CO2 (dióxido de
carbono). Lo que significa que, desde la entrada en vigor del
Protocolo, cualquier ciudadano, empresa o institución puede
invertir en contaminación. Consultores, inversores y bancos no
han tardado en descubrir el "negocio del siglo XXI" y los
"expertos en CO2" o los "consultores del cambio climático" se
han convertido en consultores habituales del mundo de las
finanzas.
FUENTES:
www.portaldelmedioambiente.com
Acción ecológica
Juan Carlos Galindo, Agencia de Información Solidaria
*Publicado en
la Guía del Mundo
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