Tengo la
impresión de que el interminable año de una campaña electoral hecha
de cháchara radiotelevisiva, pasquinización de la prensa escrita y
monsergas partidarias, plagada de lavandina verbal y guerrilla de
investigaciones, ha dejado la mente política pública argentina más
arrasada que Palmira después del paso del Ejército Islámico. Por lo
que escucho en colas y salas de espera o de boca de muchos veteranos
del civismo, alrededor de las desiguales filas de activistas,
algunos fervientemente comprometidos en mejorar la vida, otros
atentos a consolidar o ganar poder, y acaso a perspectivas de
empleo, cerca ya de la gran final arrecian en el aire vahos de
fastidio, aguante, saña grosera,
peligroso
cansancio de calcular o escepticismo cursi, según quien los exhale.
En algunos
casos, como el mío, se puede exhalar casi todo el repertorio en una
semana. Lo que me queda en la cabeza, mientras mi responsable
político interior me acusa de arrogante y pusilánime, es un continuo
de repetición del cual ni San Deleuze logra extraer una diferencia.
En ese pensamiento, machacado hora a hora por la descarga de las
mismas frases en espacios cedidos, sólo medran fantasías de
desquite. Hace unos días, durante el simulacro de debate
presidencial que vimos por la tele, se me ocurrió que si me dejasen
moderar uno más lo restringiría a hacer a los candidatos unas pocas
preguntas destinadas a medirles la talla de estadistas. Por ejemplo:
¿Cómo conciliaría la acogida a grandes inversiones de países como
China, Rusia y Estados Unidos con los afanes expansionistas de sus
regímenes y las violaciones a menudo criminales a los derechos
humanos por parte de sus estados y dirigencias? ¿Cómo se enfrentaría
a una oleada monumental de inmigrantes centroamericanos si buena
parte sus votantes clamara que les roban puestos de trabajo? ¿Cuál
es su ideal de instituto penitenciario? ¿Le suena la frase
Tarumba te
habrás quedado?
Si un partido soberanista misionero
obtuviera el 80% de los votos en las elecciones provinciales,
¿permitiría que se celebrase un referéndum para decidir la creación
de una República Guaraní independiente? ¿A qué se debe la ola actual
de demandas judiciales contra la empresa Volkswagen? ¿Cree que el
PBI es un instrumento idóneo para medir el bienestar social de un
país? ¿Ve alguna relación entre la ferocidad autárquica de las
mafias del narcotráfico y el espíritu de acumulación del
capitalismo? ¿Cómo manejaría la ecuación entre extractivismo,
necesidades energéticas y alimenticias de nuestra población, balanza
comercial, agotamiento del suelo, deterioro ambiental y protección
de la existencia? Puede completar la frase
Yo soy aquél
que ayer nomás decía? ¿Qué llevaría a la
cumbre de París sobre el Cambio Climático?
Las preguntas posibles se multiplicaban,
pero tampoco se trataba de irritar. Dadas las normas, no creo que
los asesores alcanzaran a suministrar las píldoras de información
imprescindibles para que los candidatos aportaran otra cosa que
eslóganes tipo
Para nuestros equipos lo esencial es poner manos a la
obra en cada momento… --- … con fe en ustedes, en toda nuestra gente
y cuidado de las instituciones… --- siempre guiados por la idea de
una sociedad verdaderamente justa y un gobierno honesto…
Pero yo los apretaría:
Le recuerdo que debe responder a la pregunta.
Después, si los viera nerviosos, dudando de los réditos de
de
decir No
sé, me arrepentiría un poco. Esas personas
habrían estado demasiado inmersas en el presente electoral, las
giras de trato humano físico, la nebulosa de posibilidades
inmediatas y alternativas postelectorales, la condena de reiterar su
mensaje y los desafíos urgentes del país como para interesarse por
otros hechos recientes como la explosión de sustancias volátiles en
China o las barreras húngaras a los inmigrantes sirios, no digamos
ya a las emisiones tóxicas de sus coches o las primeras fotos de una
luna de Plutón. Además, para qué fijarse en esas cosas cuando la
sociedad argentina entera ha redoblado su consecuente indiferencia
por el resto del mundo y su falta de curiosidad todo lo no
emotivamente interpretable.
Descuento que,
como en el debate real, sólo habrían estado cinco de los seis
candidatos. Y como Scioli se carcajearía de la sugerencia de
conversar de a dos con un
tipo
como yo, ni aun si presentase fotocopias autenticadas de los
artículos sobre el kirchnerismo que publiqué en esta revista y las
boletas que deposité en su momento en favor de la transversalidad
reformista. Pero gracias a mi capacidad de fantasear me imagino
completando la rueda de preguntas con alguno de sus escoltas o
correctores ideológicos provenientes del tronco central del FPV.
Como esas filas insisten en la trascendencia del lance actual, en la
razón populista como motor de cambios históricos y en las
estrategias de hegemonía como vías a una democracia socialista, en
parte me inspiré en las crónicas del homenaje a Ernesto Laclau que
sesionó a comienzos de octubre en el Centro Cultural Kirchner y giró
en torno a razón populista, hegemonía y estrategia socialista. Una selección del cuestionario
podría ser como sigue:
¿Son los
silencios del candidato Daniel Scioli el significante vacío donde
los diversos concurrentes al proyecto hegemónico colocarían sus
anhelos de liberación para ir definiéndolos en el roce con la
realidad, las maniobras del complejo financiero-
agroindustrial, las fijaciones culturales
del país y los vaivenes de la correlación de fuerzas? ¿Puede
desarrollar el concepto “capitalismo sano”? ¿Es la híper-explotación
de los bienes naturales un rasgo exclusivo del capitalismo? Si el grado de hegemonía ya
alcanzado por un movimiento permite a su candidato no participar en
un debate que califica de superfluo, ¿no le sirve para romper los
patrones con que el sistema publicitario actual sigue achatando el
discurso político?
[Esta pregunta es algo opaca. A ver si soy
más claro:] El programa populista de desarrollo que entre 1945 y
1955 había dado protagonismo, aguinaldo y fe nacional los
trabajadores, ¿cobró nueva fuerza y profundidad cuando el 1 de mayo
de 1974 Perón, flanqueado por López Rega e Isabelita, trató de
estúpidos e infiltrados a decenas de miles de militantes de la JP (y
por extensión a los incautos leninistas que lo habíamos votado por
orden del Partido)? La marcha actual del proyecto de hegemonía,
¿exigía el traslado forzaso de los encolumnados tras el ministro de
transportes Randazzo a las filas del avezado montador de aparatos y
mejor medido Scioli?
¿Cómo piensa legislar el aborto? ¿Cree que
la astucia es la virtud principal del Príncipe? ¿Cree que debe
tratarse a Putin como un amigo cabal si de ese modo Rusia invierte
más acá y nos compra más granos? ¿Qué le sugiere la frase “Puede
que las revoluciones sean el acto por el cual la humanidad que viaja
en tren acciona el freno de emergencia de la locomotora de la
historia”? ¿Cuál es su ideal
de servicio penitenciario? ¿Cuál diría que es el del ministro de
justicia bonaerense Casal? Si Scioli sale elegido, ¿exigirá el
proyecto hegemónico que militantes, simpatizantes y mentores
ideológicos del FPV colmen la Plaza de Mayo con más algarabía que
los adeptos a Macri si ganara? ¿Cree que el aviso que el gobernador
Scioli publicó en 2011 en
La Nación,
donde él y su mujer aparecen rezándole al Dios católico, persuadirá
al Papa de no mortificarlo con la cuestión del matrimonio gay?¿Qué
le sugiere la frase “Al concepto corrupto del trabajo corresponde
como complemento una naturaleza que ‘existe gratis’”? ¿Y el término
“cosmopolítica”? ¿Le suena la frase
la gran llanura de los chistes?
Las fantasías
son lánguidas. ¿Cómo voy hablarle así a cualquier vocero distinguido
del proyecto hegemónico si nos separa una distancia ya infranqueable
que en buena medida han abierto mis actitudes? No digo fueran
actitudes impulsivas ni antipolíticas, no, pero la distancia es tal
que sería una petulancia preguntar así. Es que en la balumba de
columnas no encuentro respuestas a estas preguntas; ni siquiera las
adivino en las alusiones de algunos pensadores del kirchnerismo a
discrepancias o incomodidad con las decisiones; veladas, en general,
porque primero hay que ganar y después refinar el proyecto. Pero a
qué negarlo: este articulito es una claudicación. Intelectuales
tenaces siguen
creyendo en su papel tanto como para dedicar conocimientos,
experiencia , nervio, energía y reflexión a un presente por el que
se sienten reclamados, aunque más no sea, como dijo Benjamin, para
organizar el pesimismo, porque están
convencidos de que en este lance se juega mucho de lo por venir. Y
es cierto: hay mucho en juego: paz real o seguridad falaz,
mitigación o no del sufrimiento, destrucción o cuidado del suelo y
el aire, desarrollo o maltrato de las instituciones, consistencia de
los derechos, igualdad. También se juega el dilema entre una mala
imitación de pacto de gobernabilidad entre sectores disímiles, como
los que se dan en regímenes parlamentarios, y una agregación de
sectores discordantes dirigida desde la cúpula de un movimiento
populista. Es difícil que el panorama no transforme a un posible
actor político en puro votante computable. Así que me concentro en
el juego y los jugadores, y he aquí algo de lo que arroja mi
discernimiento.
Muy a pesar del
pringoso Macri, su numerito de afinidad justicialista en la
inauguración de la estatua del General vino a confirmarnos por la
contraria que, si no otra cosa, en los sucesivos avatares del
peronismo persiste al menos una conciencia de obligaciones para con
el legado de justicia social, que, no olvidemos, muchísimos atienden
con fervor y con devoción, otros racionalizan, otros sólo actúan
formalmente, otros más burlan sin escrúpulos y algunos simplemente
tratan de aprovechar, porque saben que perdura en tantos argentinos.
Pero también hay un no menor sentimiento de obligaciones para con
una historia de lucha e ideas en los avatares reformistas,
socialistas y marxistas que la irrupción del peronismo desalojó del
plano efectivo de nuestra historia; un sentimiento aún candente para
unos a través de las revisiones, petrificado en dogma en otros,
adaptado por otros más hasta la adulteración. De los dos fuentes se
nutren muchos movimientos sociales. Ahora bien: dudo de que las
reglas de esto en que ha cristalizado el juego político permitan al
ganador tomar contacto real con lo que está en el pozo, mucho menos
manejarlo según todos anuncian. Las reglas del juego y el juego
mismo existen únicamente en su lenguaje, que consta no sólo de
palabras sino de una limitada combinatoria de imágenes; y, perdón,
pero nunca está de más recordar la medida en que el lenguaje hace el
pensamiento, el sentimiento, la acción, el mundo y la imaginación.
Es inconcebible que pueda profundizarse algún cambio ni imaginarlo
sin revertir la disminución de lo real que obra el lenguaje del
sistema político-espectacular. Si escribo esto es porque podría
ayudarme a decidir cómo voto. Veré. No creo que la decisión importe
tanto como el trabajo de abrir, en el espacio saturado por un juego
inflexible, lugares que se rijan por otras reglas que las jurídicas,
teológicas o ideológicas; reglas que sean acordadas y respetadas
hasta que se convenga reemplazarlas por otras, según las peripecias
sin fin y el deseo de una democracia radical. Ya existen lugares
así, no pocos. Ampliarlos requiere un lenguaje que moradores y
visitantes podamos hacer nuestro aunque
al
principio se nos pegue a la garganta.
* Publicado
originalmente en la revista digital argentina,
Otra
Parte:
http://revistaotraparte.com/semanal/discusion/estertores/
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