Con
Szymborska
murió la literatura del siglo
XX
La noticia de la muerte de Wisława
Szymborska nos llegó en la misma bolsa de otras informaciones: malas noticias
sobre el congelamiento de los sueldos o reformas en
ciertas
leyes. Más o menos
durante dos o tres días se podía ver en la
televisión polaca algunos programos documentales sobre la vida y
obra de la poeta. Las reacciones ante su muerte han sido similares a los
comentarios que fueron vertidos cuando falleció Czesław Miłosz. Uno de los poetas
polacos, Kazimierz Wierzyński[1],
escribió que Polonia era la nación de los
sepultureros. A decir verdad, estuve casi segura
de que pronto escucharíamos
hablar en las noticias acerca de la membresía
de
Szymborska en el Partido Obrero
Unificado Polaco y de su actitud antipatriótica o
también escucharíamos loas en
su honor. Pero el tumulto informativo se
acabó pronto.
En cuanto a su membresía en la organización
antes mencionada no se puede
negar que fue un hecho. Incluso en uno de sus poemas
Szymborska
define
a Lenin como el Adán de la nueva humanidad. Por supuesto,
la poeta no es el único ejemplo, también Jarosław
Iwaszkiewicz, destacado escritor y traductor, después de la segunda
Guerra Mundial, colaboró con el régimen comunista, fue diputado en
el parlamento polaco y dirigió varias revistas literarias. No hay
que explicar que sin la aprobación de las autoridades eso no
hubiera sido posible. Indudablemente en la etapa de postguerra el
libro Llamada a Yeti (1957) es considerado muy
relevante en su poética, y por eso, a partir de entonces, podemos
decir que Szymborska se aleja del realismo socialista a la
vez que quiso también reivindicar su nombre y
lo logró. Pero el pasado de la
poeta no es importante aquí.
Veamos ahora a algunos ejemplos de su obra literaria:
"Un gato en un piso vacío"
(traducido por Abel Murcia Soriano)[2]:
Morir, eso no se le hace a un gato.
Porque qué puede hacer un gato
en un piso vacío.
Trepar por las paredes.
Restregarse entre los muebles.
Parece que nada ha cambiado
y, sin embargo, ha cambiado.
Que nada se ha movido,
pero está descolocado.
Y por la noche la lámpara ya no se enciende.
Se oyen pasos en la escalera,
pero no son ésos.
La mano que pone el pescado en el plato
tampoco es aquella que lo ponía.
Hay algo aquí que
no empieza
a la hora de siempre.
Hay algo que no ocurre
como debería.
Aquí había alguien que estaba y estaba,
que de repente se fue,
e insistemente no está.
Se ha buscado en todos los armarios.
Se ha recorrido la estantería.
Se ha husmeado debajo de la alfombra
y se ha mirado.
Incluso se ha roto los papeles.
Qué más se puede hacer.
Ya
se verá cuando regrese.
Ya
se verá cuando aparezca.
Se va a enterar
de que eso no se le hace a un gato.
Irá hacia él,
como si no quisiera,
despacito,
con los patos muy ofendidos.
Y nada de saltos ni maullidos al principio.
Debo admitir que es uno de mis poemas
favoritos de Szymborska. Como es usual en su
poesía abunda la ironía, en la que
nuestra poética es una verdadera maestra.
La muerte es uno de los temas más
frecuentados por la literatura y resulta muy
difícil
escribir sobre ella de una manera nueva y sorprendente.
Sin embargo, la poeta
señala
lo contrario en una de
sus entrevistas: "No escribo sobre la muerte. Es una de las cosas más fáciles de hacer
en poesía".[3]Quizás tenga razón. Casi todas las
posibles maneras de escribir en ese sentido ya han sido
probablemente realizadas. Szymborska nos
propone aquí el punto de vista de un gato que ha
quedado solo
porque
su propietario ha
fallecido. Al principio oraciones
como: "Eso no se le hace a un gato",
evocan una sonrisa. Y aquí tenemos
una conexión de lo cómico, baladí y a la vez duramente trágico,
existencial. Estos elementos los podemos
encontrar también en otro poema, titulado "Amor
a primera vista"; empezando sus reflexiones
sobre el amor, Szymborska escribe:
Ambos están
convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.[4]
Aparece aquí algo nuevo,
un medio de expresión mejor conocido como oxímoron, una composición
de elementos contradictorios. Se podría preguntar por la funcción de
ese oxímoron para lo que
puede haber dos respuestas posibles.
Primero, esta
composición atrae nuestra atención y nos induce a pensar el sentido
de las palabras.
Segundo, una idea existencial: no cabe
la menor duda de que nuestra vida encierra
rasgos contradictorios y sobre todo,
irónicos.
Szymborska
fue preguntada acerca del
amor como tema literario: "Ah, ese
tema ya no es tan fácil. Y lo más dificil es el
erotismo, que de hecho se ha frecuentado poco
en poesía. Nunca he leído un poema que sea capaz de transladar lo
que suceder entre dos personas".[5]
Observando el
mundo actual podemos, en casi todas partes,
ver ejemplos de erotismo
barato. Nuestra sexualidad se ha transformado
en objeto de comercio y ya nada nos puede sorprender. Resulta
también muy difícil describir lo que pasa entre el
hombre y la mujer; para los mismos enamorados
el amor es un sentimiento especial o incluso
eterno, pero nuestra seguridad no es tan
Bella como su contradicción.
Reflexionando sobre la herencia de Szymborska
me surgen algunas preguntas:
¿qué influencia tenía en la vida del polaco
de a pie? ¿Existe algún poeta
en Polonia que pueda crear algo del
mismo nivel artístico e intelectual? En algún comentario en internet
he leído: "con Wisława
Szymborska murió la literatura del XX siglo".
¿Y qué tenemos en el nuevo siglo? ¿Qué podríamos dar al mundo?
La respuestas a estas preguntas
son muy arriesgadas: nuestra poética ha sido
hija del período llamado los
veinte años de entreguerras,
momento el que Polonia reconstruyó su Estado,
su economía y su cultura.
Ese período es uno de los más
interesantes de la historia
polaca. Desgraciadamente ese
fantástico desarollo fue interrupido
de manera brutal. En la obra de poetas como
Zbigniew Herbert, Czesław Miłosz y Wisława Szymborska, es posible
-hoy en día-
escuchar el eco de ese período.
Notas:
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