H enciclopedia 
es administrada por
Sandra López Desivo

© 1999 - 2013
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



ESPÍNOLA, FRANCISCO - ESPINOSA, GUSTAVO - COSERIU, EUGENIO - HABLANTE Y SUJETO -
 

Sistema, norma, habla: una tripartición contra el autoritarismo y contra el laxismo*

Alma Bolón
 

“Aprender a leer”: esta podría -debería- ser la fórmula más resumida y más ambiciosa de las clases de Idioma Español, por no decir de la enseñanza, desde Primaria hasta la Universidad. Este vasto y exaltante programa es propiciado por la posición en que nos coloca el lenguaje: por la posición de sujeto que despliega una palabra propia, forjándola en la lidia con la palabra ajena.

Las páginas que siguen se dividen en tres partes.

La primera parte, breve y densamente, considera (a) el vínculo indisoluble entre ser hablante y ser sujeto (entendiendo por “sujeto” un espacio de reflexión: de separación de sí y de avistamiento de uno desde otro ángulo); (b) el imperativo político y pedagógico de emancipar propiciando el acceso a mundos de sentido  antes inimaginados; la ventajosa ocasión que, en tanto reflexión, ofrece la reflexión metalingüística.

La segunda parte propone (a) considerar la dicotomía saussureana (lengua y habla) reformulada por Eugenio Coseriu; (b) analizar una serie de ejemplos provenientes de Francisco Espínola y de Gustavo Espinosa; (c) calibrar, en qué medida, la tripartición elaborada por Eugenio Coseriu permite una lectura más fina sobre la lengua y sobre el discurso.

En la tercera parte, luego de las conclusiones, se propone una selección de citas de Eugenio Coseriu.

1)

“Aprender a leer”: esta podría -debería- ser la fórmula más resumida y más ambiciosa  de las clases de Idioma Español, por no decir de la enseñanza, desde Primaria hasta (incluida) la Universidad.

Este vasto y exaltante programa es propiciado por la posición en que nos coloca el lenguaje: por la posición de sujeto que despliega una palabra propia, forjándola en la lidia con la palabra ajena: parafraseándola, tergiversándola, matizándola, resumiéndola, expandiéndola, acercándosele, alejándose, negándola.

La construcción del sujeto -la construcción de una posición de sujeto- gracias a esa inscripción individual en un orden discursivo que nos abarca y nos desborda nunca consiste en una mera repetición, sino que siempre supone algún grado de reflexión: de alejamiento y de vuelta a la palabra de los otros.  

Se trata entonces de que esa reflexión sea rica y compleja, sutil y elaborada, para habilitar así posiciones de sujeto más propias, más singulares, más emancipadas, menos enajenadas en la palabra ajena.

Los profesores de Idioma Español tienen a su disposición un saber formidable, amasado a través de los siglos, un saber que tiene por objeto la lengua y el discurso: el saber metalingüístico. Explícitamente, el prefijo “meta” de “metalingüístico” declara que se trata de una reflexión, de un separarse del lenguaje para volver a él, movimiento que provee de un nuevo conocimiento, de una nueva manera de entender.

Por esto, el saber metalingüístico es pura reflexión, es ejercicio puro de toma de distancia y de consideración del sentido, desde otro lugar. Por esto, la reflexión sobre las palabras propicia el advenimiento de sujetos, es decir, de individuos lo bastante autónomos como para saber que dependen de la reflexión.

Sin ninguna duda, la reflexión metalingüística no se reduce a los conocimientos gramaticales, sino que los incluye sin agotarse en ellos.

También, sin ninguna duda, la reflexión metalingüística dista de ser un campo homogéneo, sino que consiste en tradiciones y en perspectivas variadas y disonantes, con presupuestos diferentes y, sobre todo, con repercusiones políticas distintas. (Por cierto, estoy entendiendo “política” en su sentido más noble: en su indiferencia a partidos y elecciones, y en su preocupación por la emancipación intelectual.)

2)

A mi modo de ver, la reflexión saussureana, tal como la reformula Eugenio Coseriu, resulta particularmente favorable para mostrar cómo lo inédito, o lo condenado, se produce regulado por lo ya dicho, que a su vez se sostiene en un conjunto de constricciones abstractas. Igualmente, la reformulación de Saussure que realiza Coseriu, al permitir identificar lo inédito o lo condenado, también permite en cada caso analizarlo, juzgar sus bondades y sus desventajas.

En efecto, téngase presente la distinción saussureana entre “lengua” y “habla”. Mientras la primera es la pura virtualidad, existente en una comunidad, de un conjunto de diferencias en estado de permanente disponibilidad, la segunda es la puesta en funcionamiento, la concreción de esa disponibilidad, su realización en un tiempo y en un espacio singulares por un individuo singular.

Téngase también presente la vuelta de tuerca que imprime Coseriu, al separar en la “lengua” saussureana el carácter sistemático (puramente diferencial, funcional) del carácter social (institucional, tradicional).

Recuérdese la tripartición resultante, juego de inclusiones sucesivas, en que la parte más abstracta es contenida por la medianamente abstracta que es contenida por la menos abstracta, mientras que la menos abstracta es autorizada por la más abstracta[1]. Para Coseriu, el “sistema” es la instancia m��s abstracta, dado que se trata de un conjunto de vías abiertas -de un estado de disponibilidad- que permite ciertos encadenamientos, ciertas concatenaciones gobernadas por la oposición y la diferencia. El “sistema”, según Coseriu, tiene tal grado de abstracción que es independiente de cualquier idioma particular, puesto que relaciones semejantes (por ejemplo, las relaciones entre verbo y adverbio) pueden realizarse de diferente manera (“no voy más” y “non vado più” pero “nu mai merg” y “ich gehe nicht mehr,”[2]) según los idiomas. La “norma”, tal como la entiende Coseriu, implica un grado menor de abstracción, y no es de índole funcional, opositiva, diferencial, sino que tiene un carácter exclusivamente social, tradicional, institucional: es norma todo aquello que sea de uso constante, en una comunidad, independientemente de su funcionalidad y fuera de cualquier juego de diferencias. Finalmente, el “habla” es la instancia menos abstracta, es el acto de habla singular, histórico, es la palabra proferida por un sujeto, en un lugar y en un tiempo particular.

(Obsérvese: a) la “norma” de Coseriu poco y nada tiene que ver con la norma de la corrección académica que, en todo caso, puede ser “norma” en el sentido de Coseriu siempre y cuando constituya un uso constante; b) “la” norma de Coseriu puede ser “las” normas, puesto que en la misma comunidad de hablantes pueden coexistir varias normas (varios usos constantes) distintos; c) “sistema”, “norma” y “habla” no son el nombre de tres cosas diferentes, sino que son el nombre de tres perspectivas -de tres maneras de considerar- un objeto de estudio.)  

Estas tres instancias -“sistema”, “norma” y “habla”- se verifican, para Coseriu, en todos los niveles de análisis de un idioma: la tripartición es verificable en cada uno de esos niveles.

2.1.) En el plano fónico

Veamos un ejemplo en el nivel fónico: en español, contrariamente a otros idiomas, la oposición entre la vibrante múltiple y la vibrante simple es constitutiva de su sistema. Tenemos entonces la oposición entre <carro> y <caro>, <barra> y < vara>, etc. Ahora bien, en el sistema que constituye al español, esa oposición entre vibrante simple y vibrante múltiple solo sucede en la posición intervocálica. En otras posiciones, por ejemplo, en posición inicial o en posición final, la realización como vibrante múltiple o como vibrante simple no tiene ninguna consecuencia en el significado. Podemos pronunciar <comer> o <hablar> con una vibrante múltiple al final, pero eso no cambiará su significado, como sí cambia en <carro> y <caro> o en <parra> y <para>. Semejantemente, podemos pronunciar <ruso> o <rojo> con una vibrante simple, pero no por eso cambiará el significado de <ruso> o de <rojo>. Sin embargo, a pesar de la absoluta ausencia de funcionalidad de la oposición entre vibrante simple y vibrante múltiple al inicio o al final de palabra, sin embargo, a pesar de que no hay ninguna diferencia que esté actuando en posición inicial o final, sin embargo sucede que siempre realizamos al inicio una vibrante múltiple (<ruso>, <rojo>) y al final una vibrante simple (<comer>, <hablar>). Esto es lo que Coseriu llama “norma”: un uso constante que ninguna funcionalidad justifica, aunque sí esté justificado por una tradición, por una transmisión, por un mandato social. ¿Por qué realizamos como vibrante múltiple la consonante inicial de <ruso>, siendo que sería lo mismo si la realizáramos como vibrante simple? Por pura tradición, porque así nos fue transmitido, porque así lo oímos.

2.2.) En el plano morfológico, léxico, sintáctico      

Análisis comparables pueden realizarse en lo morfológico, lo léxico y lo sintáctico.

Véanse estos ejemplos de Francisco Espínola:

(1) Afuera, el cielo parecía enloquecido. Víboras de fuego mordían el nuberío como para abrirse paso huyendo de los truenos que las traían cerquita. (“Cosas de la vida” p. 31)

(2) La pobre se hallaba arriba de una cama, con las ropas empapadas que se le pegaban a las carnes firmes, más duras aún por la muerte, la que las aprieta primero y, después, las va aflojando, aflojando, hasta que las acaba dejando el hueserío, al que también le llega el turno. (“María del Carmen” p. 21)

En (1), el corrector ortográfico de la computadora subraya con rojo “nuberío”. ¿Por qué? ¿Acaso un lector que sepa español no entiende “nuberío”? Claro que se entiende, y se entiende por analogía con otros términos del español: “nuberío” es a “nube” lo que “pobrerío” es a “pobre”, o “caserío” es a “casa”, o “gentío” es a “gente”. Dicho de otro modo, ahí hay una relación analógica que hace al sistema del español, ahí hay una vía abierta que es posible transitar. Entonces ¿por qué el corrector electrónico lo marca con rojo? Porque si bien “nuberío” es una palabra perfectamente formada -acorde con el sistema de la lengua española, puesto que sigue una vía que constituye a ésta-, sin embargo, no constituye norma, no es de uso constante de ninguna comunidad de hablantes, sino que es un acto de habla inédito, no solo singular sino inédito, original, de Francisco Espínola.

Naturalmente, Paco Espínola podría haber escrito “el cielo nublado” o “el montón de nubes” o “las muchas/abundantes/numerosas/nubes”; en ninguno de estos casos, el corrector ortográfico de la computadora hubiera censurado la elección. Sin embargo, el efecto no hubiera sido el mismo: se habría perdido la singularidad del combate entre las “víboras de fuego” y el “nuberío”, se habría perdido parte de la fuerza de la escritura de Espínola, que logra presentar bajo un ángulo inédito el conocido espectáculo de la tormenta. Como si el estreno de una palabra correspondiera al estreno de un estado del mundo. 

En (2), el corrector admite sin subrayar, “hueserío”, formado sobre el mismo tipo sintagmático (la expresión es de Saussure), sobre la misma relación analógica que “gentío” y “nuberío”. En este caso, se interpretará que “hueserío” forma parte de un uso constante, por lo que integra el diccionario de la computadora, que no censura su ocurrencia. Naturalmente, el empleo que realiza Paco Espínola de “hueserío” puede ser analizado y comentado, ya que nada impedía que Paco escribiera “montón de huesos” o “los huesos”. Quizás deba entonces vincularse el singular que permite “hueserío” con la elaborada sintaxis empleada (el hueserío acaba dejando a las carnes firmes, antes de que, a su vez, le llegue el turno), en que “la muerte” y “el hueserío” atacan a “las carnes firmes”, una apretándolas y el otro abandonándolas. 

Igual censura del corrector electrónico recibe Espínola en (3) y (4):

(3) Todos se fijaron en Liberata, quien cerraba los ojos y fruncía la boca como diciendo:

-¡Caso perdido! ¡Está mamadazo! (“Pedro Iglesias” p.7)

(4) En camisa, se veían sus piernas hasta la rodilla y parte del pecho de abultados senos.

            -¡Preñadaza! – observó. (“Cosas de la vida” p. 31)

Sin duda alguna, una de las vías abiertas que hacen al idioma español permite agregar el sufijo “-azo” a sustantivos y adjetivos, produciendo un efecto aumentativo. Por analogía, entendemos entonces que “mamadazo” es a “mamado” lo que “buenazo” es a “bueno”, o “golazo” es a “gol”, o “amigazo” es a “amigo”. Algo semejante sucede con “preñadaza”, solo que en este caso, como el estado de preñez no suele cuantificarse (solo se cuantifica su avance en el tiempo) el efecto humorístico es mayor. En sentido estricto, un gol tampoco puede ser aumentado (el gol es contable pero no es cuantificable), sin embargo, suele decirse “golazo”, contrariamente a “preñadaza”, que no suele decirse.

Entonces, la diferencia que presentan “golazo” y “preñadaza” no es explicable por la realidad de las cosas (en el mundo de las cosas, un gol es tan poco cuantificable como una preñez), ni es explicable por el “sistema”, dado que el sistema del español incluye esa vía de formación de palabras, sino que se trata de un asunto de “norma”, de uso constante: existe el uso constante de “golazo”, no existe el uso constante de “preñadaza”[3].

Por cierto, un análisis similar puede realizarse para otras categorías léxicas. Véase este ejemplo de Gustavo Espinosa:

(5) Pero la parienta de mamá había sido trasladada de allí, y solo pudimos merodear los muros largos del caserón del Prado, sobre los cuales ya no asomaban tilos ni otros árboles. (p. 122)

En este caso, el corrector electrónico no subraya nada, a pesar de las muchas discusiones que suele haber en torno a algunos sustantivos terminados en “-ente”. Se sabe que existen detractores y defensores de “la presidenta/la intendenta” y de “la presidente/la intendente”. No obstante, el sistema de la lengua española, al igual que el del idioma francés, parece haber zanjado la cuestión hace tiempo, haciendo alternar, sin levantar polvareda, “regente/regenta”[4], “sirviente/sirvienta”, “cliente/clienta” (o “régent/régente”, “servant/servante”, “client/cliente”). ¿Entonces a qué se debe el rechazo despertado por “presidenta/intendenta”? Pues se debe a un asunto de norma, de disposición o de indisposición a admitir un empleo que, permitido por el sistema, sin embargo no integra ninguna norma constante. En una situación así, la respuesta solo puede ser individual y tributaria de cómo resuena la novedad en los oídos propios. Así, habrá quienes acepten como normal formas como “parienta”, “sirvienta” y “clienta” pero rechazarán “presidenta�� o “intendenta”; seguramente, muchos más rechazarán “amanta” o “naveganta”, a pesar de estar todas por igual perfectamente formadas. En (5), el uso de “parienta” que hace Gustavo Espinosa no corresponde a ninguna creación original, sino que sigue una norma que coexiste con otra, como sucede en el ejemplo (6):

(6) Pero de todos modos, yo no sabía, ni iba poder averiguar en aquella entrevista, cuál era el tono, cuáles las palabras que debían usarse y cuáles las que debían ser evitadas. Ignoraba en qué tipo de canalla había mutado el petiso. (p. 161))

En (6), “ni iba poder averiguar” es un sintagma perfectamente conforme con el sistema de la lengua española, en donde se opone a “ni íbamos poder averiguar”, “ni podríamos averiguar”, “ni iba poder olvidar” y un etcétera largo por el que discurre todo el sistema, en su oposición a “ni iba poder averiguar”. Sin embargo, el autor emplea aquí una norma (sin preposición “a”) que no coincide con la norma de la corrección académica (“ni iba a poder averiguar”). ¿Qué significa, en este caso, la ausencia de “a”? Simplemente significa que, para el sistema, su presencia (o su ausencia) es no pertinente, es indiferente. También significa que en español, hoy en día (en realidad, desde hace mucho tiempo), para el futuro perifrástico coexisten  dos normas, una con preposición y otra sin preposición, una que plasma la norma de la corrección académica y otra que plasma una norma menos formal, más desenfadada: “No te va gustar”.

Lindando y a veces confundiéndose con los casos en que están en juego dos normas, una de las cuales puede ser objeto de una condena explícita, se sitúan las creaciones, los actos de habla inéditos, originales. En (6) aparece un uso de “mutar” -“en qué tipo de canalla había mutado el Petiso”- que traslada ese verbo del discurso de las ciencias naturales -la mutación de las especies- al discurso moral. De esta manera, donde el lector espera “en qué tipo de canalla se había convertido/transformado el Petiso”, el autor escribe “había mutado”, jugando con la norma, con los usos constantes y, en consecuencia, esperables. Esto acarrea consecuencias en el plano del significado, puesto que el paso de lo moral (“transformarse/convertirse en un canalla”) a lo biológico (“en qué tipo … había mutado…”) solo puede tener un efecto animalizador del Petiso de marras.  

Un juego comparable se encuentra en (7):

(7) […] Susanita Queirós, aquella morocha de la Juventud Nacionalista que después iba a terminar convirtiéndose en australiana. (p. 20)

Sin duda, no suele decirse “convertirse en australiana” ni “terminar convirtiéndose en australiana”; sí es norma decir “hacerse australiana” y “convertirse en musulmán/cristiano/una persona maniática/simpática”, etc. El cruce de normas -de maneras de decir- que realiza Espinosa, confiere al personaje de Susanita Queirós un matiz que estaría ausente si simplemente se hubiera dicho “se hizo australiana”: como si para este personaje, el adquirir la nacionalidad australiana, menos que un cambio jurídico, representara una transformación íntima, comparable a una conversión religiosa …

Reparemos en la variedad y en la riqueza de los juegos con la norma que, en el plano morfológico y en el plano sintáctico, realiza Gustavo Espinosa en Las arañas de Marte. Véase (8):

(8) Cuando lo [a Jürgen Habermas] vi, una tarde de luz destruida en Lund, guturando su alemán roto para una rubia simultánea que pasaba todo al sueco, no pude dejar de acordarme de aquel verano en el barrio Olimar, de Román Ríos, del petiso Simonetti y de Viali. (p. 19)

Previsiblemente, en (8), el corrector electrónico señala con rojo “guturando”. Se trata de un verbo que comprendemos por analogía: “guturando” es a “guturar” lo que “bailando” es a “bailar” y, a su vez, “guturar” es a “gutural” lo que “triunfar” es a “triunfal” o “testimoniar” es a “testimonial” u “orientar” es a “oriental”[5]. En ese sentido, “guturando” forma parte del sistema de la lengua española, de la misma manera que “triunfando”, “testimoniando”, “orientando” o “bailando”. Sin embargo, no forma parte de ninguna norma, no forma parte de ningún uso constante, sino que se trata de un acto de habla no solo singular, como lo es todo acto de habla, sino también inédito, original: una creación de Gustavo Espinosa. Sin duda, el autor podría haber escrito “hablando en su alemán gutural” o “hablando guturalmente” aunque se habría  perdido una de las varias hipálages que se encuentran en ese mismo ejemplo (8).

Véase “alemán roto” o “rubia simultánea” o “luz destruida”: estos adjetivos no suelen aparecer junto a estos sustantivos. En el sistema del español, nada impide que el adjetivo “roto” califique a “alemán” o que el adjetivo “simultánea” califique a “rubia” o que “destruida” se diga de “la luz de la tarde”; sin embargo, no existe un uso constante de tales sintagmas, sino que son creaciones inéditas y originales de Espinosa. ¿Qué comparten “guturando”, “alemán roto” y “rubia simultánea”? Los tres son actos de habla inéditos que juegan con la ausencia de norma (de uso constante) y con una especie de corrimiento en la atribución del adjetivo (hipálage). Así,  “roto” no es el idioma alemán, sino el labio leporino de Jürgen Habermas; “simultánea” no es la traductora rubia, sino su interpretación; la “guturación” no es de Habermas sino del idioma alemán; lo “destruido” no es la luz de la tarde, sino quizás el ánimo del narrador exiliado en Lund, en el sur de Suecia.  

(Insisto: obsérvese que no se trata de la realidad de las cosas, no se trata de cómo son (o se supone que son) las cosas. Obsérvese que suele decirse en español “una tarde de luz mortecina”, “una tarde de luz débil”, ambos sintagmas constituyen normas, son de uso corriente. En cambio, no suele decirse “una tarde de luz destruida”, sin que el impedimento radique en el mundo referido, que sí admite “una tarde de luz mortecina”... Simplemente, “una tarde de luz destruida” no es norma.)

De hecho, dada la abundancia de ejemplos, puede pensarse que el juego con la norma sintáctica -“norma” en el sentido que le da Coseriu, una concatenación de palabras usada de manera constante- es un rasgo estilístico de la escritura de Gustavo Espinosa. Veamos:

(9) Me dio un abrazo flojo y largo, mientras seguía ponderando la sabiduría divina, exclamando en un español plastificado de locutor de CNN, que aquello era un pequeño milagro de los que no deja de ofrecer, día a día, el salvador del mundo. (p. 160)

(10) Los últimos días de la Broche de Oro en Treinta y Tres (no sé si habrán sido dos semanas o tres meses), narrados en el castellano transgénico del pastor Simonetti, te rendirán -creo- buenos frutos. (p.163)

Tanto “español plastificado” como “castellano transgénico” constituyen dos sintagmas perfectamente habilitados por el sistema de la lengua española, aunque no constituyan norma, uso constante. Sí se dice, en cambio, “español/castellano artificial”, o “español/castellano afectado” o “español/castellano neutro” o “español/castellano poco natural” o “español/castellano artificioso”, etc. ¿Qué agrega “español plastificado”? Agrega la sorpresa de un uso inédito con respecto a la norma y junto con esto agrega una nota humorística, en que el “español” del pastor Simonetti ni siquiera es de plástico, sino “plastificado”, y en ese sentido comparable a “piso plastificado”, “credencial plastificada”, etc. En cuanto a “castellano transgénico”, éste apartamiento del uso constante acarrea las sospechas y los males asociados a “semillas transgénicas” o “planta transgénica”. 

Análogamente, en (11), el “ronquido” del ómnibus que “engordaba en la oscuridad”, juega a devaluar al ómnibus, de cuyo motor suele decirse más que “ruge” que que “ronca”; así  como suele decirse que el “ronquido/rugido crece/aumenta”, pero no suele decirse que “engorda”:

(11) Antes de ver las luces, mientras el ronquido del GM engordaba en la oscuridad, ensayé el gesto de tender la mano para detenerlo. (p. 131)

Véase también cómo Espinosa juega con dos normas léxicas -dos usos constantes-, al oponer “coiffeurs” y “peluqueros”:

(12) Los mayores usábamos aquellos peinados modelados por los coiffeurs, que habían empezado a sustituir a los peluqueros. (p. 87)

En (12), el narrador simula creer que hubo una sustitución de un oficio por otro, y afectando candidez muestra que se produjo la aparición de otra norma: muestra la existencia de dos usos constantes, cuando se nombraba a quienes ejercían tal oficio.

Véase qué interesante lo que se lee en (13):

(13) No me resignaba a haber sido tachado tan rápidamente, como por un electroshock exacto. (p. 164)

Llama la atención “electroshock exacto”. Es esperable que un electroshock lo sea, aunque por cierto no siempre lo han sido. Sin embargo, no suele decirse “electroshock exacto”, sin que, para eso, medien impedimentos en el sistema de la lengua española. De ahí ese curioso efecto, en que “electroshock” queda asimilado a “disparo”, por lo que el recurso terapéutico queda nombrado como un acto letal.

(Google es un buen indicador de norma, en el sentido de Coseriu. Si uno busca “electroshock exacto”, Google encuentra cero ocurrencias; si uno busca “disparo exacto”, Google ofrece alrededor de 1800.)

Véase también en (14) este curioso apartamiento de la norma, que da lugar a una suerte de asordinada reflexión sobre la relación vida/literatura:

(14) Al llegar, aquella primera vez, no vi la ventana más importante de mi biografía: un cuadrado de tabla ciega del lado de la selva. (p. 38)

El uso constante es “la X más importante de mi vida”, en que “X” no suele ser “ventana” sino “momento”, “persona”, “situación”, “emoción”, “sorpresa”, “día”, “relación”, etc. En el episodio que el narrador viene contando, efectivamente, esa ventana fue decisiva, ya que por ella pudo escapar, cuando las fuerzas represivas durante la dictadura llegaron hasta su casa en el linde del monte. Gracias a esa fuga, evitó la cárcel y se exilió en Suecia. Sin embargo, en análoga situación, no suele decirse que esa fue “la ventana más importante de [su] vida”, sino que se dirá que fue “el momento/circunstancias/corrida/ más importante”. Igualmente, no suele decirse “más importante de mi biografía”, sino de mi “vida”, por más que, al decirlo, uno ya esté incursionando -de entrecasa, en el ámbito privado- en el relato autobiográfico.

Dicho de otro modo, gracias a ese gracioso dribleo con los usos constantes (“día más importante de mi vida” y “ventana más importante de mi autobiografía”), se despliegan una serie de preguntas sobre la relación entre “vida” y “biografía”, o sobre el hecho de que la “vida” es siempre una narración, una versión de la vida.

Concluyo esta segunda parte, dejando a consideración de los lectores esta serie de ejemplos de Gustavo Espinosa:

(15) Supuse que, al dármelo, el trovero simplemente estaba clausurando su episodio lacrimal, que yo debía opinar sobre algún asunto laboral de métrica o de acordes que allí estarían señalados. (p. 74)

(16) Por supuesto que exageraba el maquillaje exagerado de los setenta: la base, el colorete, la sombra y el rímel desencontrados y sensacionales. Sin embargo, sus ojos de gata de almanaque barato, que correspondían (aunque yo no hubiera leído a Baudelaire en 1974) al olor de jazmín y laguna negra del barrio Olimar, se tragaban en silencio toda la pinturería estruendosa de la cara, junto con los reflejos de las nueve lamparillas. (p.18)

(17) También apareció desde bajo la cama un par de botas de goma que le llegaban hasta las rodillas. Así, de camisilla, enlutado de short, paraguas y botas, se aventuró a cruzar la chacra. (p. 102)

Y estos otros de Francisco Espínola:

(18) – A conciencia tranquila, buen ap…et…ito. El hipo le picoteó la palabra. (“Pedro Iglesias” p.6)

(19) Y lo buscaban inútilmente, cuando Liberata volvió hecha un asombro. (“Pedro Iglesias” p.8)

(20) Entre las piedras ardiendo, el lagarto juntaba sol, inmóvil, despatarrado. (“Pedro Iglesias” p.10)

3)

A mi modo de ver, la tripartición que establece Coseriu no solo permite intentar rendir justicia a la fineza y a la enjundia de los escritores estudiados sino que, sobre todo, simultáneamente permite una reflexión sobre la lengua y sobre el discurso, una reflexión ajena tanto del autoritarismo de lo unívoco (esto es así y solo así) como al laxismo de la indiferencia (esto es de cualquier manera, según cada uno).

En efecto, esta tripartición permite identificar parcelas del sistema analógico que constituye a la lengua. Se abre así el campo del juego con lo posible, con lo virtual, con la disponibilidad: “desennoviarse” es posible, porque “desennoviarse” es a “ennoviarse” lo que “desencantarse” es a “encantarse” y “desengañarse” es a “engañarse”. Sin embargo, entre el plano de lo virtual (de lo posible, de la vía abierta) y el plano de la realización singular, se encuentra el plano de las normas (de los usos constantes, de la tradición que mandata). Aquí el sujeto hablante se constituye como tal, en su posicionamiento con respecto a ese discurso que lo envuelve, y en el cual debe desenvolverse.

A sabiendas, con malicia, con altas aspiraciones o con rutinario automatismo, sin saber y sin querer saberlo, con maniática voluntad analítica: como sea, pero tomamos posición con respecto a las normas que se nos imponen.

La tripartición de Coseriu, en la clase de Idioma Español, ofrece la posibilidad de comprender las normas “dijieron/dijeron” y, eventualmente, la superioridad de una con respecto a la otra, como las sutilezas de un Espinosa que arma su juego entre “la cosa más importante de mi vida” y “la ventana más importante de mi autobiografía”, o la agudeza Espínola, que juega con un lagarto que “junta/toma sol”.      

Extractos de Coseriu:

Ahora, también por lo que concierne a la derivación, la norma escoge, fija y opone las variantes. Así, por ej., para el femenino de los nombres de agente en –tor, el sistema proporciona las posibilidades –tora y –triz, pero en la realización normal esos modelos se oponen y se diversifican: la norma prefiere actriz y directora, reservando actora para el derecho y directriz para la geometría (con lo cual dos variantes intercambiables se vuelven unidades distintas). Así, también, la norma admite la oposición maestro/maestra, pero no la oposición ministro/ministra; prefiere oyente a oidor, navegante a navegador; y la misma norma limitada que permite estudiante/estudianta, presidente/presidenta no admite navegante/naveganta ni amante/amanta, es decir, que realiza sólo parcialmente el sistema. [p. 79] Por otra parte, ¿no son de ese mismo tipo la mayoría de las innovaciones poéticas? ¿no son casi siempre violaciones o ampliaciones de la norma, permitidas por el sistema? (p. 63)  La labor espiritual del individuo hablante consiste, justamente, en la aplicación original del sistema, dentro y fuera de lo permitido por la norma, y la labor espiritual de una comunidad se manifiesta en la norma misma, mientras que el sistema es algo como el lugar donde ocurren la norma y el hablar concreto. En su actividad lingüística, el individuo conoce o no conoce la norma, y tiene mayor o menor conciencia del sistema. Al no conocer la norma, se guía por el sistema, pudiendo estar o no estar de acuerdo con la norma (creación analógica); conociéndola, puede repetirla dentro de límites más o menos modestos de expresividad o rechazarla deliberadamente e ir más allá de ella, aprovechando las posibilidades que le pone a disposición el sistema. Los grandes creadores de lengua -como Dante, Quevedo, Cervantes, Góngora, Shakespeare, Puškin- rompen conscientemente la norma (que es algo como el “gusto de la época” en el arte) y, sobre todo, utilizan y realizan en el grado más alto las posibilidades del sistema: no es una paradoja, ni una frase hecha, decir que un gran poeta “ha utilizado todas las posibilidades que le ofrecía la lengua”. En ese sentido, podemos repetir con Humboldt y Croce que, en realidad, no aprendemos una lengua, sino que aprendemos a crear en una lengua [p. 99] (Eugenio Coseriu, “Sistema, norma y habla” [1952], Teoría del lenguaje y lingüística general, Madrid: Gredos, 1962.)

Bibliografía:

Authier-Revuz, Jacqueline.

Coseriu, Eugenio. “Sistema, norma y habla” [1952], Teoría del lenguaje y lingüística general, Madrid: Gredos, 1962.

Espínola, Francisco. Cuentos Completos, Montevideo: Banda Oriental, 1980.

Espinosa, Gustavo. Las arañas de Marte [2011], Montevideo: Banda Oriental, 2013.


Notas:

[1] La tripartición según grados de abstracción que realiza Eugenio Coseriu es comparable con la que realiza Jacqueline Authier-Revuz, en su análisis del campo de la representación del discurso otro. Authier  también plantea: (a) una instancia absolutamente abstracta, descarnada y desprovista de significantes, solamente compuesta de rasgos que significan por diferencia opositiva (por ej., solución integrativa de los diferentes anclajes enunciativos, en el discurso indirecto) (b) una instancia menos abstracta, encarnada en significantes organizados según formas sintácticas (por ej., verbo de decir + objeto directo o complemento preposicional en el discurso indirecto): “Dijo que venía”, “Anunció su retornó”, “Hablaron de cine” ) y (c) los actos de habla singulares, históricos (por ej., “Al acercarse, la señora le recomendó que se comportara bien, […]”, discurso indirecto, Francisco Espínola, “Lo inefable”, Cuentos completos,  Montevideo: Ediciones de Banda Oriental, 1980, p.65).

[2] En rumano, la realización es según el orden: “no más voy”; en alemán: “yo voy no más”.

[3] Véase la productividad de esta vía, a partir de nombres propios y para nombrar acontecimientos políticos: “Paritarias: entre el Rodrigazo y el Cristinazo” (Clarín.com, 21/I/2013), en que se establece la analogía “Bogotazo es a Bogotá lo que Cordobazo es a Córdoba y Cristinazo es a Cristina.

[4]  Naturalmente, en este caso, es imposible no pensar en La Regenta, la gran novela decimonónica española, escrita por Leopoldo Alas “Clarín”.

[5] Recuerdo aquí que la analogía actúa en sincronía, por lo tanto, la cuestión de precedencia diacrónica carece de pertinencia. Mutatis mutandis, cf.: “¿Por qué decir que s sánscrita “se vuelve” ç en tales circunstancias (y estamos dejando completamente de lado la gran interrogante planteada por los términos “se vuelve”) en lugar de inversamente decir que ç sánscrita “se vuelve” s en tales otras circunstancias? […] Si realmente queremos atenernos a un estado de lengua dado -y si no nos atenemos nos quedamos sin ningún terreno definido- no puede decirse que el término α es reemplazado por el término β (o transformado en el término β) ni puede decirse lo inverso […]” (Ferdinand de Saussure, “De l’essence double du langage” Écrits de linguistique générale, pág.59, París : Gallimard, 2002)

* Publicado originalmente en Arquías No. 1, 2014, Montevideo: ANEP-CFE-DDE-SED

VOLVER AL AUTOR

             

Google


web

H enciclopedia