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ISSN 1688-1672

 



AYESTARÁN, LAURO -

Más que un recopliador*

Adriana Santos Melgarejo

Además de su actividad como investigador, docente y disertante el trabajo de Ayestarán se centró en la publicación de ensayos acerca de las diferentes músicas que influenciaron la cultura nacional. Uno de sus más interesantes aportes se visualiza en el ámbito de la música de tradición europea con su estudio sobre el compositor y organista romano Domenico Zipoli.
En el centenario del nacimiento del profesor Lauro Ayestarán, el reconocimiento a su trayectoria se enmarca en la visión que tienen de este investigador distintas personalidades vinculadas con el ámbito musical uruguayo. Este especial reúne por primera vez diversas apreciaciones del trabajo de Ayestarán: desde la visión que confiere una autoridad oficial, desde el punto de vista de la crítica especializada y desde el enfoque de los científicos investigadores que heredan las estructuras de una disciplina –la musicología- que a pesar de su iniciación decimonónica, se muestra como un espacio de aparente poco desarrollo y con una producción bastante desconocida en el Uruguay.

Dentro de la musicología y de los estudios folklóricos en Uruguay se reconoce a Ayestarán como uno de los pioneros, junto con investigadores como Francisco Curt Lange, Ildefonso Pereda Valdés, Daniel Granada, Paulo de Carvalho Neto y Cedar Viglietti; pero a diferencia de sus colegas su visibilidad a nivel oficial ha sido muy notoria y ha traspasado el ámbito académico. También en la actualidad, y a partir del aniversario de su nacimiento, se han organizado desde el Estado diferentes homenajes a su trayectoria. El aporte de Ayestarán se centra en los estudios acerca del pasado musical del territorio que hoy llamamos Uruguay y de algunas manifestaciones de la música viva en la época. Se destaca su labor de recopilador de las músicas tradicionales populares que fueran conservadas en documentos de audio, tarea que le fue encomendada y financiada por el entonces Ministerio de Instrucción Pública. Este trabajo cuenta hoy con más de medio siglo de existencia. La difusión de su aporte se ha proyectado a públicos diversos: población estudiantil, profesionales de educación media y público en general. Quizá uno de los factores determinantes de su notoriedad haya estado vinculado a la sencillez de su relato, el que fue cultivado por gran parte del cuerpo docente de enseñanza secundaria y primaria, como sigue sucediendo hasta el día de hoy.
 

La etapa de formación
 

Lauro Ayestarán Fernández nació en Montevideo el 9 de julio de 1913 en la casa familiar de la calle San José esquina Florida. Cuando tenía siete años falleció su padre y en esa misma época comenzó a recibir su primera educación formal a través de las lecciones impartidas por una educadora particular dentro de su hogar. Dos años después ingresó al Colegio Sagrado Corazón de los Padres de la Compañía de Jesús (Seminario) donde continuó hasta finalizar sus estudios secundarios. Ingresó a la carrera de Derecho de la Universidad de la República y estudió hasta 1934 piano y solfeo con el destacado Maestro Felipe Larrimbe en su conservatorio.

En el año 1933, con veinte años de edad Ayestarán comenzó su actividad periodística como crítico musical, de teatro y de cine en el periódico católico El bien público. Su prestigio profesional fue en crecimiento desde que Francisco Curt Lange le encomendara la secretaría de la Sección de Investigaciones Musicales del Instituto de Estudios Superiores y del “Boletín Latinoamericano de Música” dos importantes proyectos musicológicos de alcance internacional de los que Lange fue su inventor y director; Ayestarán actuó como secretario desde 1936 a 1937. En este último año se le encomendó la dirección de la Discoteca Nacional del SODRE y al mismo tiempo comenzó su labor docente como profesor de canto coral del Liceo Nº 5, José Pedro Varela. Un año después comenzó a impartir clases de Historia del Música en los Institutos Normales y en la Escuela Militar. 

Desde 1939 se suma a la lista de publicaciones de la que fue colaborador el semanario Marcha y en el diario El País de Montevideo.  En el año 1940 se casó con la bailarina de ballet, Flor de María Rodríguez, quien fue colaboradora en algunos de los trabajos de Ayestarán y con quien tuvo seis hijos. Flor de María fue la responsable de las ediciones póstumas de la obra de su marido y de la corrección, también posterior a la muerte de Ayestarán, de los trabajos que tuvieron que ver con el cancionero infantil. En el mismo año, bajo el gobierno de Alfredo Baldomir, último año en el que trabajó como director de la Discoteca Nacional del SODRE, comenzó su tarea como asesor en el Museo Histórico Nacional.

Un antecedente de su labor de recolección sobre las manifestaciones musicales de tradición popular fue su colaboración con la musicóloga argentina Isabel Aretz que trabajaba para la Sección de Musicología del Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires. La musicóloga realizó las primeras grabaciones de músicas tradicionales populares ejecutadas por pobladores músicos localizados en el territorio uruguayo. Luego de su colaboración con Aretz, Ayestarán comienza su recolección de grabaciones, registros fotográficos a los ejecutantes y entrevistas. En el año 1945 el Instituto de Estudios Superiores le entrega un grabador de discos de acetato para realizar ese trabajo. Luego en el año 1946, bajo el gobierno de Juan José de Amézaga, Ayestarán fue contratado junto con el compositor Carlos Giucci y el profesor Antonio Álvarez Varela para llevar adelante la recientemente creada Sección de Musicología del Museo Histórico Nacional. Esta sección fue fundada como Departamento adscripto al Museo y tuvo como objetivos conservar, investigar y divulgar el acervo musical uruguayo.
 

Caminos de madurez
 

Ayestarán desarrolló su profesión de crítico en una época marcada por la “Generación del Centenario” y luego por la “Generación del 45”. Años fermentales en cuanto a la creación literaria y en cuanto al desarrollo de un campo crítico fundamentado sobre todo en la experiencia creativa de los críticos ensayistas. Ayestarán no fue un creativo musical, es decir, no se dedicó a la interpretación musical ni a la composición, su radio de acción se ubicó en crítica musical desde la prensa y en el desarrollo del ensayo sobre diversas disciplinas artísticas centrando su foco de acción en la música y en sus aspectos históricos. Dan cuenta de las influencias de la época su estrecha amistad con el historiador Juan Pivel Devoto, quien prologara su libro La música en el Uruguay, Volumen I, sus intercambios con Carlos Vega, musicólogo argentino, su paso por el semanario “Marcha” y su colaboración con Franciso Curt Lange, musicólogo formado en Europa y uno de los mayores teóricos musicales de proyección latinoamericana en la época.

Además de su actividad como investigador, como docente y como disertante, -éstas dos últimas ejercidas en Uruguay y en el exterior- el trabajo de Ayestarán se centró en la publicación de ensayos acerca de las diferentes músicas que influenciaron la cultura nacional. Uno de sus más interesantes aportes se visualiza en el ámbito de la música de tradición europea con su estudio sobre el compositor y organista romano Domenico Zipoli, quien realizó gran parte de su trabajo en el Río de la Plata. El estudio de la música colonial queda de manifiesto en la publicación Fuentes para el estudio de la música colonial uruguaya del año 1947. Posteriormente se destaca su trabajo sobre la vida y la obra del compositor uruguayo Luis Sambucetti, uno de los creadores de la Orquesta Nacional. Su radio de acción en los estudios sobre las músicas fue variado tal vez por su primaria visión periodística que lo llevó a cubrir distintos tipos de manifestaciones musicales. También realizó aportes en la temática de la educación musical a través de la organización de los programas de cultura musical ofrecidos en enseñanza media y en la organización de la carrera de Musicología, impartida en el Instituto de Musicología de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República, a partir del año 1945.

La obra más importante que publicó fue La Música en el Uruguay, Volumen I, por esta obra recibió en 1945 el Premio Pablo Blanco Acevedo, y diez años después el Premio Nacional de Historia, dos menciones que otorgara la Universidad de la República. Esta publicación fue costeada por el SODRE y su única edición data del año 1953. Las 818 páginas de este libro, de características enciclopédicas, está estructurado en dos partes: La música primitiva y La música culta; la primera parte está subdividida en dos capítulos “Música indígena” y “Música negra” y la segunda parte en cinco capítulos “Música Religiosa”, “Música Escénica”, “La Música de Salón”, “Los Precursores” y “Miscelánea”.

El autor trabajaba en el volumen II de la obra, el que contendría otros dos capítulos titulados “La música folklórica” y “Antología y ensayo crítico”, sobre el pasado y presente de la música uruguaya. Este libro no llegó a editarse y los escritos sobre los que trabajaba se publicaron póstumamente en El Folclore Musical Uruguayo, primera edición de 1967, Teoría y Práctica del Folclore del año 1968, Cinco Canciones Folclóricas Infantiles de 1969 y las Músicas Infantiles en el Uruguay de 1995, revisados por sus familiares.

 

Hacia nuevas visiones
 

Enfrentarse a una figura como ésta que nos ocupa siempre genera visiones y opiniones opuestas. De las diversas visiones de los colaboradores de este especial surgirán posiblemente algunos cuestionamientos. Quizá el mejor homenaje sea revisar los paradigmas anquilosados en el siglo XIX, desmitificar y trabajar, de manera de contribuir en la construcción de un campo de acción académica que permita, por una parte la visión multidisciplinaria y al mismo tiempo admita el desarrollo independiente de cada investigador en esta disciplina. Para eso es necesario propiciar la discusión en base a fundamentos teóricos serios y con una sólida formación que sostenga las observaciones y el análisis. Sería esperable que se realizara una revisión conceptual que contribuyera a la valoración de un trabajo que, visto el momento histórico en el que se encuentra, demanda que se lo cuestione y se lo reconstruya conceptualmente; el ejercicio del cuestionamiento contribuye a sostener los cimientos del conocimiento científico en el área de las ciencias sociales. Con la emoción que confiere favorecer la discusión, auguremos que este especial favorezca el espacio para comenzar con esa tarea, con el desafío de reconfigurar, reconstruir, de descubrir y de enfrentar viejas concepciones a nuevas visiones.
 

* Publicado originalmente en El País Cultural, suplemento del diario El País, 4 de octubre de 2013.


 

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