I. Es
muy temprano en la mañana y somos un grupo de hombres y mujeres que
deseamos aprender inglés. La profesora
nos indica la fotografía de una mujer famosa, y luego escribe en el
tablero:
What does she do?
Where is she from?
What is her name?
How old is she?
What does she look like?
What is she like?
Is she married or single?
What is her phone number?
What color are her eyes?
What color are her hair? |
She's an actress.
She's from the U.S.A
Her name is Julia Roberts.
She is about 40 years old.
Her eyes are hazel.
She is intelligent, polite, interesting.
She is married.
Don't know.
Her eyes hazel.
It is brown. Her hair is long and straight. |
Mientras Asdrúbal copia en su cuaderno las preguntas y respuestas
inspiradas en la protagonista de La Pareja Del Año,
abre dos
interrogantes respecto a su profesora:
What does she look like?
|
No muy alta y delgada. Labios finos. Su
cabello es liso y a pesar de que no lo tiene largo, no sé
por qué la veo como a una Rapunzel |
What is she like?
|
Mirada inteligente. Tiene un aire a lo
Elizabeth Wurtzel. Su estilo de conducirse hacen pensar en
Beth Gibbons[1]. Es joven, pero
sus ojos de seguro han visto más de un mundo. ¿Qué
semióticas atravesarán sus sueños? |
II. Por
el contexto le era inevitable no acordarse de su primer año de
bachillerato,
cuando estudiaba en La Normal
Nacional de Occidente de Pasto:
El primer profesor que tuve de
inglés era un hombre que sólo inspiraba miedo; cuando se aproximaba
la hora de su clase, recuerdo que a muchos de nosotros nos
empezaba a doler el estómago; a otros les daba
náuseas e incluso diarrea. Le decíamos El Búho, porque su cara
vieja, ancha y ajada se asemejaba a la de una de esas aves nocturnas
y solitarias. Posiblemente tendría unos 65
años, pero a nosotros de apenas
11 y 12 años, nos
parecía un anciano misántropo y decrépito. Cuando él entraba al
salón, el terror nos invadía. Al menor conato de sonrisa, El Búho
castigaba con un grito y con 1 al insolente infractor.
En esa clase lo único que no
estaba prohibido era respirar, en lo de más, todo estaba censurado,
restringido o administrado... más que un curso de 47
niños, parecíamos un grupo de cadáveres expuestos en un anfiteatro,
listos para satisfacer la morbosa curiosidad del sádico de
turno, en este caso, él.
A El Búho
solamente lo vimos reír
una vez. Resulta que el profesor nos advirtió que para el primer
examen, teníamos que aprendernos de memoria el capítulo 1 del
libro. Llegó el día del examen y todos estábamos a punto de un
colapso nervioso. La primera pregunta fue:
My name is
____________________________
Creo que todos intuimos desde
cierto sentido común, que aún conservábamos a pesar del miedo, que
allí debíamos poner nuestro nombre. Pero estoy seguro que la voz de
El
Búho retumbaba en la cabeza de todos y cada uno de nosotros:
¡APRÉNDANSE EL
CAPÍTULO UNO DE MEMORIA!
Frente a esa rotunda orden, no había nada que
hacer. Todos respondimos de acuerdo al ejemplo del texto guía:
My name is
____________Peggy___________
A la siguiente clase, El Búho
llegó echando espumarajos de furia por la boca.
¡Es la primera vez que en
mis cincuenta años de docencia, veo que en un mismo curso todos se
llaman Peggy!
-¡A ver vos cómo te
llamas! -me dijo.
-Asdrúbal.
-Asdrúbal, ¿qué?
-Asdrúbal Sañudo, profesor.
-Y entonces por qué pusiste Peggy. ¿Vos te llamas Peggy?
-No.
-¿Y entonces?
No sabía qué decir.
-¡No te quedes mirándome como tonto! ¿Por qué en el examen
escribiste que te llamabas Peggy?
-No sé profesor.
¡Peggy, Peggy, Peggy, manada de
imbéciles! ¡Qué es que my name is Peggy!
Vociferaba descontroladamente... de pronto lo vimos reír, sabíamos
que se estaba riendo de nosotros y de nuestra espantosa ingenuidad,
pero lo importante era que se estaba riendo. En ese momento, nos
dimos cuenta que El Búho, era un ser humano, alguien que también
reía.
¿Qué recuerdo hoy de él? Casi
nada... Bueno, que sufría de un asma indomable, por lo que era
frecuente que en clase sacara varias veces su inhalador. Algo que sí
tengo muy presente era su voz metálica e imponente. Indelebles
quedaron ciertas frases que ahora escribiré de manera "fonológica":
¡Ansguer tu de pichturs! ¡Du dierseisaix! ¡open
yur bucks!
No sé cómo sobreviví y
sobrevivimos al despotismo de este señor, pero creo que a punta de
serenidad y paciencia, mucha paciencia,
logramos llegar hasta las vacaciones de mitad de año. Pero El Búho,
obviamente no podía darnos una tregua para las fiestas de navidad y
año nuevo; ¡tenía que dejarnos un taller con 30
ejercicios!
Por supuesto pasaron las
vacaciones y sólo me acordé de esa tarea el domingo como a las nueve
de la noche cuando alisté los cuadernos en la maleta; lo más crítico
de la situación era que inglés la teníamos a la primera hora del
lunes. Me resigné a ser destrozado por las garras adrenalínicas del
Búho, que muy seguramente iba a comenzar su clase revisando los
cuadernos. Hice acopio de todo mi valor, que por lo demás no era
mucho y me acosté a "dormir".
Esa mañana, poco antes que
iniciara la clase, casi todos estábamos copiándonos de los que sí
habían hecho la tarea. La tensión era insoportable, porque de sobra
sabíamos que si El Búho entraba y nos agarraba
en esas, íbamos a tener graves, gravísimos problemas. Todos
copiábamos en estado de total paroxismo y terror. De repente se
abrió la puerta, algunos alcanzamos a sentarnos, otros fueron
sorprendidos en el fragante delito de estar parados. El prefecto
(apodado no por nada como El Demonio de Tasmania), y el señor
rector, estaban en la mitad del salón, mirándonos, mientras nosotros
saludábamos y simultáneamente nos poníamos de pie.
Extrañamente ni El Demonio de Tasmania,
ni el rector nos regañaron.
El rector inició hablando de
recomenzar el año con el compromiso de responsabilizarnos de
nuestras tareas; asumir con tesón los retos que nos imponía el
estudio, etc.. A continuación El
Demonio de Tasmania se frotó las manos, realizó una introducción
zigzagueante que no lográbamos precisar o presentir hacia dónde iba.
Esto lo recuerdo como si fuera
hoy:
-Señores,
infortunadamente soy el portavoz de una infausta noticia. Nuestro
querido profesor Rafael Elías Jurado falleció hoy en la madrugada a
causa de un paro cardiaco.
La reacción nuestra fue implacable e
intempestiva: gritos de felicidad, expresiones de júbilo y hasta
aplausos se escucharon en esa mañana en que supimos que El Búho
jamás nos iba a volver a dictar clase.
El Demonio de Tasmania
nos mandó a callar con imprecaciones, y luego en su oficina, nos
abrió matrícula condicional.
Muchos años después, en el
Centro Colombo Americano, frente a la
teacher
Mónica, el estudiante Asdrúbal había de recordar aquellos días en
que El Búho le hizo conocer el hielo.
Notas:
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